Un vecino de Sant Hilari Sacalm deja su herencia al instituto del pueblo porque nunca pudo estudiar
Gracias a Antoni Rosell Terris, sastre de profesión, se han creado cuatro becas que premiarán la excelencia y el buen nivel de catalán


Antoni Rossell Terris (1937-2025), vecino de Sant Hilari Sacalm (Girona), ha dejado todo su patrimonio al Departamento de Educación de la Generalitat con la condición de que se destine al instituto de su pueblo, el Anton Busquets i Punset. Rossell, sastre de profesión, nació en plena Guerra Civil y después le tocó vivir la miseria de la posguerra. Aunque le hubiera gustado estudiar, no puedo hacerlo. Su deseo era contribuir a que los jóvenes, que tras el bachillerato quieran seguir formándose, puedan hacerlo.
A los 13 años empezó a trabajar aprendiendo el oficio de sastre en su pueblo y en otoño de 1955 se instaló en la calle Aviñó de Barcelona. Trabajó en la calle del Carme y en Aribau con el padre del actor Francisco Orella. Con 28 años fue a Arenys de Mar, donde vivían sus padres y montó un negocio de confecciones, al que se dedicó hasta que se jubiló y volvió a Sant Hilari. No se casó ni tuvo hijos. Murió este pasado enero a los 87 años.
Coincidiendo con la graduación de bachillerato del instituto Anton Busquets i Punset, el pasado 6 de junio se hizo oficial que el alumnado de San Hilari Sacalm podrá optar a cuatro nuevas becas gracias a la donación altruista de Rossell. La cantidad total no se ha hecho pública pero todo estudiante que quiera continuar sus estudios podrá optar a las cuatro becas dotadas con cinco mil euros cada una. Llevarán el nombre de Becas Terris, como él era conocido. Una de las becas será para el alumno que tenga el mejor expediente de bachillerato y las otras tres para los que tengan un mejor nivel de catalán. El anuncio sorprendió a los alumnos, pero lo encontraron “bonito” y “buena idea”, según la profesora de catalán del centro, Gloria Donadeu, quien se ha mostrado contenta por la donación. “Es un reconocimiento, estamos muy contentos de que haya pensado en el instituto”. Para el alcalde, Jordi Rotllan “es un orgullo de pueblo tener vecinos con esta sensibilidad por la lengua catalana y tan altruistas”.
Judith Rossell, albacea encargada de hacer cumplir su última voluntad, ha explicado en declaraciones a Catalunya Ràdio que era “una persona generosa, con una gran humanidad y sobre todo también patriotismo, porque el tema de la lengua le preocupaba mucho”. “A pesar de no haber estudiado era una persona muy culta, había hecho teatro y tenía muchas dotes de escritor también y siempre le había quedado aquello de, ostras, yo no pude estudiar, por lo tanto, no quiero que ningún chico de Sant Hilari no pueda estudiar”, ha añadido.
Rossell nació el 15 de octubre de 1937 en Fonts de Sacalm, como se llamaba Sant Hilari durante la República. Can Vadó Manel, la casa donde nació, estaba llena de industriales de Sabadell y Terrassa que habían alquilado pisos porque era más seguro que volver a las fábricas incautadas. A principios del 39 su padre fue llevado a la cárcel de Girona, y su madre se encargó que su hermano de 12 años y él, de 13, se pusieran a trabajar. Le ofreció como aprendiz de carpintero y de sastre, y así empezó su relación con un dedal y una aguja. En una entrevista para la revista del pueblo explicó: “La guerra no la habíamos vivido y la posguerra ya la encontramos hecha. Éramos felices porque no conocíamos nada mejor. Rodeábamos cómo salvajes por todo el pueblo y por estos bosques y nadie se preocupaba de ningún peligro. Jugábamos y no estábamos tan controlados como ahora”.
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