Concierto de Ca7riel y Paco Amoroso: una fiesta del funk
El pellizco rítmico del dúo argentino desencuadernó el Sant Jordi Club de Barcelona

El público, que había llenado el recinto, cantaba al final del concierto, desgañitado: “Hashtag tetas / pectorales grandes, esa es la receta“, lema de la crítica al culto del cuerpo propio de nuestros días: “Voy a besarte para que te pongas high tech / mira mi cuerpo, siente mi bótox”. Era un desparrame, e incluso algunas jóvenes se señalaban los senos participando gozosas de la parodia, afilada con frases vitriólicas como “si quieres ser alguien, no puedes ser tú / tienes que ser alguien que no seas tú / y si quieres ser tú, no vas a ser nadie” dando en la diana de una industria que pauta el éxito con fórmulas de inanimada despersonalización. A todo esto la música se volvía un efectivo remedo paródico de una boy band de los noventa, acentuando la ironía de la canción #Tetas. Eran Ca7riel & Paco Amoroso, el dúo argentino puesto en órbita por un funk infeccioso, unas letras divertidas y afiladas y una soltura que les hizo triunfar en Barcelona como se supone después lo harán en Madrid y Alicante y nuevamente cuando en unas semanas vuelvan a hacer algún festival estival.
Es su momento. Lo empezaron a preparar hace unos años, dando muestra de su alcance cuando en 2020 visitaron la península actuando varias ciudades, recintos comedidos, como por ejemplo el del festival Cara B barcelonés. Dos acalambrados a caballo entre el hip-hop y el funk soltando latigazos impelidos por una batería. El año pasado su concierto en la radio pública norteamericana, su ya famoso Tiny Desk, los puso en órbita. Con un nuevo formato volvieron a España a finales de ese mismo año y convertidos en estrellas han retornado. La fórmula no es nueva, el funk que pellizca, el de toda la vida, el que Illya Kuryaki and the Valderramas ya impulsaron hace años desde la misma Argentina, también Los Amigos Invisibles desde Venezuela, pero con una vuelta más de tuerca a la autoparodia, y a diferencia de la corriente urbana actual, disponiendo una banda en escena, sonido natural con el empuje de una sección de viento y percusión doblada, amén de bajo, coros y teclados. Son divertidos, acalambrados, son un canto a la alegría del baile, son desenfreno, soltura y descaro, son excentricidad. Todo lo atinan. Uno bajito, el otro espigado. Todo lo cuadran. Dos enormes hinchables que representaban las cabezas de ambos músicos dominaban el escenario, otra exageración para reírse del culto a la personalidad, del ego que se infla con aire.
Su ropaje, extravagante y a la vez elegante, vistoso y llamativo siempre ha sido una de las enseñas del dúo porteño, que la primera mitad del concierto permaneció clavado a los taburetes desde los que cantaban a la guisa de unos cantautores estrafalarios. Dumbai, Baby Gansta o Mi diosa ya pautaron la raíz melódica y rítmica del concierto, acunado por arreglos de viento que inclinaban la pista con arreglos jazzy y estribillos de alma pop.
![DVD 1268 27/05/25 Barcelona. Concierto de Ca7riel & Paco Amoroso en la sala Sant Jordi Club. [ALBERT GARCIA] EL PAIS](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NGID5ENYHJAHJBGD4PZBOOP2XQ.jpg?auth=183f12ab2b69cdc8da8d0bf89c8ed07a4f4cf83e50cb26f271c496b9aa93bf1c&width=414)
Paco, el bajito, saludó y a partir de ese momento tanto él como Ca7riel, (Catriel en los documentos) forzaron la voz para dirigirse al público casi cada vez que abrieron la boca, como si aquello fuera un estadio de fútbol. La audiencia, con mucho joven y también personas que en puridad ya no lo eran, reaccionó al unísono a una fórmula de entrecruzamiento estilístico, reconocible y con la cadencia del hip-hop cediendo terreno en favor del redondeo de la voz cantada. Un ejemplo lo dio la BZRP Music Sessions #3, desprovista de los bajos digitales, sustituidos primero por la guitarra de Ca7riel y luego por la banda al completo con Paco dejando ir su voz para acariciar el medio tiempo. Es la versatilidad de un proyecto mutante que también visitó el club sin banda y con estridencia rítmica pregrabada, McFly, antes de embocar la segunda mitad del repertorio. Éste se fundamentó en Baño María y Papota, disco resultado de su directo en Tini Desk, con éxitos para apabullar como La que puede, puede. Y ya en la desembocadura el público, agotada la batería del móvil, cantó a palo seco sustituyendo a la pareja, haciéndose preguntas con respuesta como: “¿Tatuaje en el cuello?, sí / ¿el pelo negro?, sí / ¿De silicona?, sí / ¿Se vieron anoche?, sí”. Era la resolución de El único, un tema en el que dos ligones descubren que la amante de la que presumen lo es de ambos, engañados y ahora heridos en su orgullo de donjuanes estafados.
Desprejuicio para reírse de uno mismo, energía y alegría para disfrutar del humor, un concierto de 90 minutos para mayor gloria de la música que se canta con el castellano del otro lado del mar.
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