La desmemoria de Mas
La profecía de Maragall sobre el 3% de comisiones a Convergència se va cumpliendo en los tribunales, mientras el ‘expresisent’ especula con que la afirmación de corrupción quizás fue fruto del desarrollo del alzhéimer


Era el sábado 21 de enero de 2006 y poco antes de las 22 horas saltó al césped el Real Madrid, que aquella noche batiría al Cádiz por 3 a 1. Artur Mas, entonces jefe de la oposición, jugaba a esa hora otro partido en La Moncloa: pactar su sí al Estatut a espaldas de Pasqual Maragall; lograr garantías de que el entonces president no volvería a ser candidato a la presidencia de la Generalitat y tratar de impedir que otro tripartito cortocircuitase sus ambiciones. A pesar del secretismo, a menos de cinco kilómetros —en el célebre palco del Bernabéu— estaban al dedillo de la reunión de los dos culés: el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el jefe de la oposición en Cataluña, Artur Mas. Mientras, Maragall “dormía”, según declaró en su día el propio delfín de Pujol a Pilar Rahola en La màscara del Rei Artur. Pero no era el único. Su socio de coalición nacionalista, Josep Antoni Duran Lleida, hacía otro tanto en la Vall d’Aran y se enteró del encuentro de marras por la llamada al filo de la medianoche de este diario. La astucia es un don que siempre ha adornado a Artur Mas.
Cuando esta jugada se produjo, no había pasado un año desde que, el 24 de febrero de 2005, Maragall lanzara el anatema de la corrupción sobre Convergència: “Ustedes tienen un problema que se llama 3%”. Aunque el expresident hizo público su alzhéimer en octubre de 2007, Artur Mas ya sospechaba que “algo tenía”, según puso de manifiesto hace unos días en el programa Col·lapse, de TV3. ¿Quién en sus cabales se hubiera atrevido a mentar el 3% en comisiones de Convergència? Hasta entonces, el mismísimo Pujol se había ocupado de que no se creara ninguna comisión parlamentaria ni sobre los negocios de sus hijos ni sobre porcentajes financiadores para CDC.
Ya en julio de 2005, Zapatero le había dado una alegría a Mas: “Ten en cuenta que Pasqual no volverá a ser nuestro candidato”. “¿Cómo lo garantizas?”, inquirió el delfín de Pujol. “Tú tenlo en cuenta”, respondió el inquilino de La Moncloa. Y el propio Maragall explicó, en mayo de 2006, que Mas le pidió su retirada a cambio del sí de CiU al Estatut. Es curioso que el astuto Mas recuerde ahora en una entrevista lo “extraño” que estaba Maragall y pase por alto su interés por sepultarlo políticamente. Aunque claro, el entrevistador tampoco se lo preguntó.
Las recientes y reiteradas apariciones de Mas en los medios parecen tener como objetivo mostrar lo buena persona que es un hombre que nunca quiso aplicar –como hizo– recortes por casi 3.000 millones de euros al gasto en servicios públicos, incluidos 50 millones de ajuste fino a quienes cobraban la renta mínima de inserción. La entrevista en TV3 también pasó por alto cómo puso fin al “injusto y discriminatorio” impuesto de sucesiones, lo que Mas celebró con motivo de sus 100 primeros días de Gobierno. El delfín de Pujol era entonces partidario de “fórmulas arriesgadas” como “no subir impuestos y forzar la reducción del gasto” (Círculo de Economía de Sitges, 2011). En mayo de 2012, el Gobierno de CiU no dudó en adelantar en dos años el objetivo de déficit impuesto por la mismísima ley de Estabilidad Presupuestaria del PP.
Pero luego vino el procés. Mas se olvidó se su anterior encarnación y su versión neoliberal dejó paso a la de filo colectivista. La Operación Cataluña y la irrupción de la policía patriótica enredó un caso de corrupción de manual. Convergència fue liquidada por Mas y condenada a devolver 6,6 millones de euros en comisiones de Ferrovial por el cas Palau y el juicio por el caso 3% se celebrará antes de fin de año. La profecía de Maragall se va cumpliendo, mientras el decoro del astuto Mas trastabilla con tristes exhibiciones de desmemoria o de memoria selectiva.
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