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La escuela de Renfe de Cataluña, la cantera que forma a los maquinistas de la futura Rodalies de la Generalitat

En el centro ferroviario de l’Hospitalet de Llobregat estudian 28 alumnos. Hay que tener más de 20 años y disponer de 21.900 euros

Alfonso L. Congostrina
Joan Cortés en el simulador de la escuela de ferroviarios de Renfe de L'Hospitalet de Llobregat.

Ni los maquinistas y trabajadores de Renfe ni los operarios de Adif en Cataluña apoyan cualquier movimiento que suponga un mínimo traspaso de competencias ferroviarias a la Generalitat. Su oposición al cambio quedó constatada en las seis jornadas de paros y huelgas que se convocaron entre el pasado mes de marzo y principios de abril. No quieren que la administración catalana les dirija porque temen perder sus condiciones laborales. La posibilidad de segregar a los trabajadores de Cataluña en una empresa diferente provoca mucho recelo a la mayoría de los 800 maquinistas que operan en las cuatro provincias catalanas, a sabiendas de que el 80% han nacido fuera de Cataluña y, en muchos casos, esperan traslados para regresar a sus provincias natales. Creen que con una segregación de la compañía, la puerta a los traslados quedaría totalmente bloqueada por lo que, de momento y gracias a sus luchas sindicales, han conseguido seguir perteneciendo a la empresa estatal. Por otro lado, si se materializan esos traslados, la Generalitat es consciente de la falta de maquinistas catalanes, y estudia cómo conseguir que estos trabajadores esenciales se queden en Cataluña y sigan dando servicio a Rodalies. Y aquí la escuela de maquinistas juega un papel importante.

Dejando de lado los planes de la Generalitat de crear nuevas escuelas, subvenciones y nuevas oportunidades para formar a maquinistas catalanes, no todo son malas noticias para la administración catalana. A diferencia de otros años en los que solo el 25% de los estudiantes en la escuela de Renfe de L’Hospitalet de Llobregat para futuros maquinistas eran catalanes, hoy, sus 28 alumnos viven en esta comunidad autónoma, por lo que —cuando obtengan su titulación— se presume que querrán seguir trabajando aquí. EL PAÍS ha accedido a las instalaciones de la Escuela Técnico Profesional de Conducción y Operaciones (ETPCO) de Renfe en Cataluña. Allí dentro, los alumnos saben que quizás no acaben trabajando para Renfe sino para la futura empresa mixta —constituida por la Generalitat y el Estado— que a partir de enero gestionará Rodalies.

Xavier Ruiz es el coordinador de la sede catalana de ETPCO instalada en la estación de Rodalies de L’Hospitalet desde 2007. “En la escuela estamos notando un claro cambio de tendencia. La mayoría de maquinistas son de fuera de Cataluña, pero este año todos los alumnos son residentes aquí. Cuando estos estudiantes se examinen y obtengan su licencia creemos que optarán por trabajar en Cataluña”, explica. Ruiz recuerda que en 2007 solo el 25% de los alumnos procedían de Cataluña. La gran necesidad de maquinistas de la red catalana obligaba a contratar a recién licenciados procedentes de otras partes de España.

Simulador del centro de L'Hospitalet de Llobregat

Joan Cortés tiene 24 años, vive en Tarragona y es uno de los alumnos de la escuela. Practica en un simulador de una locomotora donde las estaciones tienen nombre de vegetales (Acebuche, Brezo, Cedro, Drago, Encina, Fresno, Gingko…) y los obstáculos en mitad de las vías son o operarios de Adif trabajando, o vacas que se han colado en mitad de la línea férrea. El simulador es muy realista salvo por las terneras que, según parece, en la vida real raramente aparecen entre las vías. “Yo estudié ingeniería informática y cuando tuve el primer contacto con el mundo laboral me di cuenta que no era lo mío. Soy de un pueblo de Tarragona y vengo cada día a Barcelona en tren. Un día empecé a investigar para saber qué estudia un maquinista, cuales son las condiciones laborales…”, recuerda.

Para formarse como maquinista se necesita tener más de 20 años. Hay que disponer de los 21.900 euros que cuesta el curso, tener la titulación de Bachillerato o Formación Profesional de Grado Medio, acreditar un conocimiento “suficiente” de idioma español y obtener un certificado médico de aptitud psicofísica. En Cataluña, además de la ETPCO de Renfe, también existen dos centros privados para formar maquinistas aunque no siempre pueden disponer de prácticas para sus alumnos. Oriol Giner es uno de los técnicos en formación de la escuela de Renfe y describe el itinerario de los estudiantes: “Los alumnos que cumplan los requisitos acceden a nuestra escuela tras aprobar un examen de cultura general. Después se enfrentan a cinco meses de teoría”. Transcurridos esos meses realizan un examen —tienen dos convocatorias con dos semanas de por medio— y si no lo aprueban se les devuelve el 40% del dinero que han pagado y quedan expulsados del curso. Si aprueban comenzarán cuatro meses de prácticas acompañados de maquinistas en la red de Renfe. En total, harán 230 horas de prácticas.

Una de las aulas de formación de la escuela de ferroviarios.

300 plazas al año en toda España

Acabado el curso todavía no serán maquinistas sino que los alumnos se deberán presentar, en Madrid, al examen de la Agencia Estatal de Seguridad Ferroviaria. “Allí se presentan los alumnos de las 12 ETPCO de España (en Santiago de Compostela, León, Miranda de Ebro, Santander, Oviedo, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona, Zaragoza y Málaga) y los de las escuelas privadas. La agencia marca cuantos maquinistas necesita España y suele sacar unas 300 plazas al año”, destaca el coordinador de la escuela de L’Hospitalet. Una vez aprobado el examen de la agencia, se entrega a los alumnos el diploma y la licencia de conducción con los que pueden solicitar empleo a cualquier empresa que explote el ferrocarril. A partir de ese momento, los nuevos maquinistas se convierten en becarios de esas empresas y deberán hacer un curso de habilidades específicas de cada una de las compañías. “En el caso de Renfe tienen que conocer la infraestructura y los trenes de la empresa en una formación que dura más de medio año”, destaca Giner. Todo este periplo académico hace que formar a un maquinista supere, en ocasiones, los dos años.

Cortés sube cada día al tren para ir de Tarragona a la escuela de Renfe en L’Hospitalet. “Es cierto que hay incidencias, pero yo sé que muchas son por las inversiones en infraestructuras. Debemos esperar, tener paciencia. No me desmotiva la situación actual porque mi intención es dar, en un futuro, el mejor servicio posible”, mantiene.

Giner sabe que el perfil de maquinistas ha cambiado y eso podría ayudar en el traspaso de competencias. “Tengo dos bisabuelos que en el siglo XIX eran ferroviarios, mi abuelo y mi padre fueron maquinistas. Era una profesión a la que nos dedicábamos sagas familiares enteras y en Cataluña se necesitaba mucha gente para trabajar mientras que los catalanes preferían otros empleos”, destaca Giner. “Yo quiero ser maquinista de Renfe en Cataluña o en la empresa que acabe circulando aquí”, concluye Cortés.


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