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La oportunidad laboral aumenta la autoestima en las Tres Mil Viviendas de Sevilla

Los programas de inserción ayudan a los jóvenes a romper con su propio estereotipo de pertenecer al barrio más pobre de España

Agustín, joven de 22 años que participa en uno de los programas de inserción laboral en las Tres Mil Viviendas, posa en la Fundación Juan Bosco, en Sevilla.
Eva Saiz

Agustín tiene 22 años y está en el paro. No tiene el graduado escolar y tampoco el carné de conducir. Sabe que son dos inconvenientes casi insalvables a la hora de encontrar trabajo, pero hay otro que pesa mucho más: vive de las Tres Mil Viviendas. Una barriada que condiciona no solo desde el punto de vista de quien contrata, sino desde la perspectiva de quien busca un empleo. “Muchos tienen que romper con un estigma que ellos mismos tienen interiorizado, y es el de que son unos fracasados, que no valen para nada y que no van a salir nunca de esa espiral”, indica Alicia Cabrera, educadora social del programa Incorpora de la Fundación La Caixa, que lleva desde 2006 trabajando con jóvenes del barrio más pobre de España para garantizar su inserción laboral.

Agustín, que prefiere no dar su apellido, aprendió a creer en sí mismo hace un año, cuando acudió a ver a Alicia porque quería empezar a trabajar. “Me picó mi hermano que me dijo que sería incapaz de tener un empleo”, cuenta. Entre las primeras opciones que le ofrecieron estaba la de instalador de placas solares. “No lo había escuchado en mi vida”, dice con una sonrisa. Hizo un curso y entró a trabajar en prácticas durante cinco meses en la vecina localidad de Santiponce. “Me gustó la experiencia, conocí a gente nueva de fuera del barrio y de Sevilla, porque hasta entonces nunca había salido casi que ni de las Tres Mil Viviendas”, reconoce.

“En estos 18 años hemos incrementado las líneas de trabajo, incluyendo a personas privadas de libertad, con problemas de salud mental o jóvenes que salen del sistema de protección de menores, lo que también nos ha permitido ampliar el número de empresas con las que trabajamos”, explica Francesc Ventura, responsable del programa, que incide en cómo, en esa búsqueda de empleadores, los técnicos hacen una función esencial “captando empresas y ofreciendo formación específica a los jóvenes, para atender a las necesidades del sector”, como en el caso de Agustín con su aprendizaje para la instalación de placas solares. “Cada año se mantiene el 40% de las empresas que colaboran con nosotros y se incorporan un 60% nuevas, tanto pequeños empresarios de barrio, para garantizar un trabajo cerca de casa, como grandes compañías”, indica Ventura.

Agustín vive en casa de sus padres, que cobran el ingreso mínimo vital, y sus tres hermanos -los mayores, uno de ellos el que incitó a Agustín a ponerse a trabajar, están desempleados y la pequeña está cursando Bachillerato- y durante el tiempo que estuvo instalando placas solares, no solo sintió el orgullo de poder ayudar a la economía familiar, sino la satisfacción de sentirse independiente. “Eso fue muy importante, y por eso quiero retomar ahora ese camino”, afirma. Una senda que se truncó porque “unos problemillas familiares” le obligaron a dejar de trabajar. “Ahora quiero formarme para ser pintor, me gustan los trabajos físicos”, indica.

Esa sensación de independencia es también la que mueve a Mariam (que pide no dar su nombre real), de 24 años, a echar currículos en distintos hoteles de la capital andaluza para continuar trabajando como camarera de piso, empleo que descubrió cuando entró en el programa Incorpora. Llegó a España hace dos años, proveniente de Burkina Faso, en donde se casó con su actual pareja, que ya trabajaba en Sevilla cuando se conocieron durante las vacaciones de él. “No vine con ninguna expectativa. Me gustaba cocinar, pero también la limpieza”, explica. El año pasado hizo las prácticas como camarera de piso en un hotel de Sevilla en el que espera continuar en los próximos meses.

Para ella poder trabajar supone garantizarse su propia autonomía. “Tener dinero para gastarlo en lo que yo quiera y no depender de mi marido”, indica con firmeza. Es consciente de que el idioma es su principal obstáculo, pero durante el tiempo que estuvo en el programa le ayudaron a mejorar en su español. Ahora, con Alicia trabajan en continuar con su itinerario formativo

“Nuestra principal función es acompañar a los jóvenes que entran en el programa. El objetivo es apoyarlos, guiarlos en su inserción laboral, con todo lo que supone: hablamos de una red de apoyo humano, de ocio, información, retorno educativo, en el caso de que hayan abandonado los estudios, o primeras oportunidades y búsqueda de empleo”, resume Alicia la tarea de los 25 educadores sociales y resto de técnicos que trabajan en el programa Incorpora. Hasta allí llegan personas muy diferentes y con inquietudes y perspectivas de futuro diferentes, pero todos comparten un mismo rasgo que condiciona todo lo demás: la vulnerabilidad: “Problemas familiares, dificultades económicas, falta de motivación en su entorno, o, como en el caso de Mariam, ninguna red, porque vienen de un proceso migratorio y aquí no tienen familia”, detalla Alicia.

El trabajo ha permitido a Mariam ampliar esa red. “Durante las prácticas conocí a mucha gente y trabajando en el hotel hice buenas amigas”, explica. Agustín ha aprendido lo que es seguir una rutina y que tener responsabilidades también es compatible, aunque no siempre, con “las risas y la guasa” con los amigos que llenaban los años en los que abandonó el colegio. “Me tenía que levantar muy temprano y llegaba tarde y cansado y no tenía tiempo para estar mucho con los amigos”, reconoce. “Pero ellos también estaban orgullosos de que tuviera un trabajo y ganara mi dinero, hasta me pedían si les podía prestar”, bromea.

Romper con el entorno

Mariam, de Burkina Faso, busca trabajo gracias a programas de inserción laboral en las Tres Mil Viviendas. FOTO: PACO PUENTES (EL PAÍS)

Pero en un contexto como las Tres Mil Viviendas, con un 45% de paro en alguno de sus principales núcleos y la segunda menor renta por habitante de España, 6.747 euros (solo 28 euros por encima otro barrio sevillano, el de Los Pajaritos), la realidad suele empecinarse en torcer o rebajar las ilusiones de futuro. Y de eso son muy conscientes en Incorpora. “El entorno influye y muchas veces no acompaña, en muchas ocasiones es la propia familia la que les insta a no trabajar, y cuando el entorno no motiva, eso nos frena”, reconoce Alicia. En muchos casos, cuenta Alicia, ellos mismos han tenido reparos en poner su dirección en los currículos pensando que al ver que el código postal es de las Tres Mil, no iban a seguir leyendo, aunque reconoce que las 352 empresas sevillanas con las que colaboran no oponen ese rechazo.

Por eso es tan importante tratar de romper con ese contexto pesimista que la mayoría de ellos tienen interiorizado y alentar la voluntad de los que acuden al programa. “Tienen una esperanza, un interés, una motivación y tenemos que luchar porque rompan con el estereotipo con el que han crecido de que es imposible que vayan a encontrar trabajo, de que no valen para nada”, señala Alicia. “Aquí luchamos para cortar ese mito, con ese acompañamiento, poniéndolos a prueba y dando pasitos, que crean en ellos, en que tienen talento y habilidades”, añade.

Es el camino que ha empezado a explorar Agustín. “Al principio tenía un poco de inseguridad, pero luego, al ponerme a trabajar, al conocer a los compañeros, vi de que era una tontería. He ganado seguridad en mí mismo y me he dado cuenta de que puedo hacer lo que quiera”, sostiene. Además de formarse como pintor tiene claro que ahora lo que necesita es el carné de conducir -“Aunque no tenga coche, al menos podré llevar una furgoneta, si tengo que hacerlo”, explica- y también se está planteando la importancia de tener el graduado. “Aunque más adelante”, dice con picardía.

Como a Agustín o a Mariam, en 2024 el programa Incorpora ayudó a 1.026 jóvenes en Sevilla (42.555 en toda España) a conseguir un contrato laboral. “Son pequeñas gotas, pequeños cambios, pero al final todos sumamos. La esperanza está en eso, en casos como Mariam o Agustín”, indica Alicia.

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Sobre la firma

Eva Saiz
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.
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