Adeptos a la secta de La Chaparra niegan los abusos sexuales a menores y se atrincheran en torno al líder fallecido: “Su palabra te calmaba”
Los testigos de las defensas dibujan un escenario alejado del horror y el dogma descritos en los testimonios de las siete sesiones previas

Ni ritos sexuales con fines sanadores. Ni abusos a menores. Ni porno junto a niños. Ni orgías en torno al “triángulo de luz” o al “círculo de las 7 elegidas”. Ni jerarquía. Ni limitaciones de movimiento. Ni coacciones. Nada. En la hora y cuarto que ha durado la octava sesión del juicio contra seis integrantes de la secta asentada en una masía de Vistabella (Castellón), los cinco primeros testigos propuestos por las defensas han negado —o han reconocido no recordar en otros casos— que el horror y el dogma relatado en las siete jornadas previas marcaran la vida en el interior de ese búnker a escasos kilómetros del pueblo.
Los cinco, todos adeptos al grupo pseudorreligioso que lideraba el tío Toni, fallecido en prisión pocos meses después de ser detenido, han ensalzado su figura y su poder. “Era un ser especial. Con su palabra, te sanaba”, ha señalado la primera de las testigos, una joven de 29 años nacida en el interior de la secta, antes de su traslado a Vistabella, y hermana a su vez de una de las denunciantes de abusos sexuales siendo menor. “Para mí [la organización] era mi familia”, ha indicado la joven. Según la acusación, sería hija biológica del líder. Preguntada por ello este jueves, ha respondido tajante: “No me planteo hacerme las pruebas de paternidad”.
A los cinco les une una convivencia de años en La Chaparra y su amistad —o parentesco— con los seis procesados, un hombre y cinco mujeres —entre ellas la pareja y la nuera del líder— acusados de nueve delitos continuados de abuso sexual, seis a menor de edad, y un delito de asociación ilícita, y para quienes la fiscalía pide penas de prisión de entre 16 y 76 años.
Los testigos han dibujado con sus testimonios un escenario, si no idílico, sí “democrático” y muy alejado de los relatos de agresiones, abusos y coacciones narrados por las víctimas y por los agentes policiales que intervinieron en el operativo que desarticuló la secta en mayo de 2023. Los policías aseguraron que el sexo era utilizado como forma de pago dentro de la organización y corroboraron la presencia en la habitación del guía espiritual de múltiples objetos sexuales, vídeos pornográficos, libros sagrados y mechones de pelo del gurú metidos en sobres que los miembros de la secta atesoraban. “Sí, yo guardé un mechón de Antonio. Para mí era una muestra de amor, de cariño. Nada más. Otras personas los tenían”, ha afirmado la joven, para quien el tío Toni era un “referente de superación, porque a pesar de su estado de salud —tenía poliomielitis e insuficiencia respiratoria— siempre se levantaba con una sonrisa”.
El sexo que, según han relatado testigos anteriores, utilizaba recurrentemente el líder con “fines sanadores”, se ha convertido en la sesión de este jueves en una guía rasa de protección en salud. “En temas sexuales, nuestros padres habían sido ayudados, y [el tío Toni] quería que fuéramos preparados. Solo nos hablaba de lo que nos podía pasar con los chicos, y advertirnos sobre las malas experiencias”, ha dicho la joven. Nunca, ha reseñado, participó en ninguna sesión de pornografía con el líder y otros menores, una táctica que, según varias de las víctimas, utilizaba para introducir en el sexo a los niños. Nunca presenció ninguna terapia sexual.
Ha defendido que las entradas y salidas de los más pequeños a la habitación del tío Toni eran habituales y libres: “Subíamos porque queríamos darle un beso de buenas noches”. Le unía amistad a las víctimas que han relatado en el juicio los abusos sexuales sufridos en La Chaparra. “Nos lo contábamos todo, pero nunca me dijeron nada de esos abusos”, ha incidido.
El padre de esta testigo, que también ha declarado hoy, fue captado por Antonio como tantos otros, aprovechando un delicado momento personal marcado por los problemas de salud mental de su pareja. “Fue el único que consiguió que mi mujer no entrara nunca más en un psiquiátrico”. Lo hizo con su “imposición de manos”. En los 16 años que pasó en la secta no presenció abusos sexuales: “No conozco nada de eso”, ha dicho.
Al igual que su hija, ha señalado que el tío Toni no era ningún enviado de dios —“solo decía que tenía una energía que podía ayudar”— ni estaba por encima del resto: “Recaía todo en él; pero él no mandaba; en el grupo las decisiones se tomaban entre todos, y había peleas porque no todos pensábamos igual”, ha destacado el hombre. Esas peleas, motivadas por “la envidia, los celos, el rencor y la parte económica rompió el grupo”, ha reseñado, por su parte, la joven.
Una de las acusaciones ha ratificado tras la sesión que “con la prueba de cargo hasta la fecha”, no tienen ninguna duda de que quien mandaba era Toni, “pero es evidente que había una jerarquía, un grupo por debajo de él que ayudaba a llevar a cabo todas las actividades que allí se fueron realizando durante 30 años”. “Es imprescindible la figura jerárquica de los demás”, ha defendido, en alusión a los seis procesados, a quienes ministerio público y acusación particular consideran cooperadores necesarios de los hechos, incluyendo los abusos a menores.
Otra de las testigos que ha declarado este jueves, hija además de una de las procesadas, ha confirmado su relación de amistad con varias de las víctimas. “Hasta que pusieron la denuncia y detuvieron a mi madre”, ha afirmado la mujer, de 34 años. Llegó a la masía con apenas ocho y vivió allí cerca de una década. Quedó “en shock” cuando, ya fuera del grupo, varias de las jóvenes le contaron los abusos. “Nunca me dijeron nada”. Fue en abril de 2021.
No participó en terapias y dice no tener conocimiento de si el líder mantenía relaciones sexuales con mayores y menores de edad dentro de la masía. Sobre los ritos practicados en La Chaparra, se ha limitado a decir: “Cuando llegaba Semana Santa encendíamos velas y poco más”.
Otra de las testigos tenía apenas 18 años cuando la enfermedad mental de su padre la sobrepasó. “Estaba triste y agobiada”. Conoció a Toni. “Me dijeron que era una persona que se dedicaba a ayudar a la gente”. Vivió 30 años en La Chaparra. Ha confirmado que se entraba en todo momento a la habitación del líder, tanto que decía que no le dejaban descansar, y que se hacía de forma “libre y voluntaria”.
La última testigo de la sesión, accionista de La Chaparra, siguió a Antonio por la admiración absoluta a su figura. “Me habló de él una conocida, dijo que hacía imposición de manos. Como lo vi tan buena persona, quise saber dónde vivía, y fui a la finca. Me tocaba la rodilla y me encontraba mejor, estaba más tranquila”. Formó parte del “triángulo de luz” y el “círculo de las siete elegidas”, donde según testigos anteriores el líder promovía orgías y masturbaciones grupales y entre las que había una niña, pero en su declaración de este jueves la mujer ha señalado no recordar qué integrantes había y que estas prácticas eran para rezar. “Pedíamos al mundo para que no pasaran cosas malas, eran para dar luz”.
El juicio encara la recta final de la ronda de testigos con los últimos de los 53 citados, que declararán entre el viernes y el próximo lunes. Los días 26 y 27 de noviembre tomará el relevo la decena de peritos, y del 1 al 3 de diciembre declararán los seis acusados.
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