Cómo fue el golpe del 23-F, según el Rey
Juan Carlos I justifica su demora en dirigirse a los españoles por TVE y dice que Armada parecía saber lo que se tramaba
Juan Carlos I aprovecha sus memorias para ofrecer por vez primera su versión sobre el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y el papel que jugó aquella noche, que ha sido objeto de múltiples especulaciones y controversias. “No tengo nada que ocultar”, proclama. Lo primero que hace es negar que perdiera la confianza en Adolfo Suárez y que este hecho precipitase su dimisión como presidente del Gobierno en enero de aquel mismo año. “Se ha pretendido que yo había tomado distancias con él. Nada más falso. Él conservaba mi confianza, mi reconocimiento y mi sincera amistad. Pero mi papel estaba entonces limitado por la Constitución [en vigor desde diciembre de 1978], una distancia institucional de mi parte era en esos momentos de rigor”, alega para explicar su frialdad hacia él. El Rey revela que Suárez le anticipó su decisión de dimitir en uno de sus despachos habituales. “No es necesario ni obligatorio que dimitas”, asegura que le dijo. A lo que este le respondió: “He tomado mi decisión y no me volveré atrás”.
Uno de los episodios más oscuros de aquellos días es la entrevista que el Rey mantuvo con el general Alfonso Armada, uno de los principales cabecillas de la rebelión, en la estación de esquí de Baqueira Beret el 6 de febrero, semanas antes del golpe de Estado. La reina Sofía regresó aquel día a Madrid ante la inesperada muerte de su madre en una operación menor de cirugía estética, pero el jefe del Estado se quedó en el Pirineo para reunirse con el entonces gobernador militar de Lleida, que había sido su preceptor militar y estrecho colaborador durante más de dos décadas y a quien él mismo promovió como segundo jefe del Ejército contra la opinión de Suárez. “Quería sondear el ánimo de los militares y tener información de primera mano”, dice para justificar aquella reunión.
“[Armada] no me comunicó ningún elemento que me pusiera en alerta”, asegura Juan Carlos I. “Se oyen cosas en los cuarteles…’, me dijo. ‘Hay que estar vigilantes. ¿Cuál es el ánimo de los coroneles?’, le pregunté. ‘Están tranquilos’, me respondió”, recuerda ahora el rey emérito de aquella entrevista. Asegura que el general no le reveló que había mantenido una comida con el dirigente socialista Enrique Múgica y apostilla: “Decididamente todo el mundo jugaba con fuego y yo lo comprendí demasiado tarde”.
Sin embargo, según su propio relato, no faltaban señales de lo que se avecinaba. Juan Carlos I revela que, dos meses antes del golpe, su padre, el conde de Barcelona, comió con el teniente general Jaime Milans del Bosch, quien le confesó: “Antes de retirarme sacaré los carros de combate a la calle”. Cuando don Juan de Borbón se lo contó a su hijo, él pensó que se trataba de una boutade, pero el capitán general de Valencia cumplió poco después su amenaza. “Seguramente debería habérmelo tomado en serio”, reconoce ahora.

El asalto al Congreso le pilló totalmente por sorpresa, asegura, y más aún cuando supo que los golpistas decían actuar en su nombre. Relata que lo primero que hizo fue llamar al jefe del Ejército de Tierra, el teniente general José Gabeiras, con quien se encontraba en ese momento Armada, que se puso al teléfono. “Su tono de voz, anormalmente calmado, me sorprendió. Daba la impresión de saber exactamente lo que se tramaba”, recuerda.
Armada le pidió permiso para ir a La Zarzuela y explicarle personalmente lo que estaba pasando en el Congreso, pero el Rey le dio largas. Fue la respuesta que el general Sabino Fernández Campo, secretario general de la Casa Real, dio al jefe de la división acorazada Brunete, el general Juste, cuando este le preguntó por la presencia de Armada en La Zarzuela —“no está, ni se le espera”— lo que desbarató los planes de los golpistas para hacer creer que contaban con el aval del Monarca.
Juan Carlos asegura que la instrucción de su hijo, Felipe VI, como futuro Monarca comenzó esa misma noche, cuando la llamó a su lado para que viera con sus propios ojos un momento decisivo de la historia de España y no tuvieran que contárselo en el futuro. “He lanzado una moneda. ¡La Corona está en el aire y nadie sabe de qué lado caerá!”, le dijo.

A continuación, se puso en contacto con los 11 capitanes generales para conocer su posición ante el golpe. “Creo que la mitad sostenían la rebelión, pero no osarían incurrir en desobediencia. Les advertí: ‘Quien se subleve contra el Rey está dispuesto a provocar una guerra civil y será considerado responsable”, rememora.
Juan Carlos I justifica la demora del mensaje que dirigió a los españoles a través de la televisión argumentando que los estudios de TVE habían sido tomados por los sublevados y hubo que esperar hasta que un equipo pudo a trasladarse a La Zarzuela para realizar la grabación. Cuando llegó, montaron a toda prisa un estudio improvisado en su despacho y se puso la guerrera de capitán general. “Para ir más rápido no me puse el pantalón”, recuerda. “Sé que se me ha criticado mucho por no haber hablado más pronto en televisión, pero muchas horas pasaron incomprensiblemente desde el momento en que tuve intención de dirigirme al país, hacia las 22.30, y la hora en que se difundió mi mensaje, a la 1.15 de la madrugada”, alega. Tras el 23-F, se instaló una línea directa entre La Zarzuela y RTVE. “Estoy convencido”, dice, “de que mi silencio habría sido tomado por un consentimiento”.
Juan Carlos I admite que Armada podía tener en mente seguir el ejemplo del general francés Charles De Gaulle, cuyo retorno al poder vivió en París, pero asegura que nunca discutió ese asunto con él. Cuando el 24 de febrero de 1981, ya liberados los rehenes retenidos en el Congreso, el Rey recibió a los líderes políticos en La Zarzuela, Suárez se dirigió a él elogiando el papel de Armada. “Nos ha salvado la vida. ¡Hay que condecorarlo!”, le dijo. “No Adolfo, eras tú quien tenía razón. Armada es un traidor”, le contestó.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.






























































