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La instrucción de Defensa al buque ‘Furor’ de la Armada: ver sin ser vistos

El ministerio crea unas normas de actuación específicas para la operación que limitan mucho el margen del navío, que prácticamente solo podría actuar si es en legítima defensa

arios integrantes de la flotilla humanitaria se dirigen hacia la franja de Gaza para llevar ayuda, el 26 de septiembre. Stefanos Rapanis (REUTERS)Vídeo: Europa Press
Belén Domínguez Cebrián

Ver sin ser vistos. Esta es la máxima que el Ministerio de Defensa, asesorado por su Estado Mayor (Emad), ha puesto en práctica con el Furor. El buque de acción marítima (BAM) que la Armada puso en la madrugada del viernes pasado en la mar rumbo al Mediterráneo oriental para “asistir”, decían, a la flotilla que lleva ayuda humanitaria a Gaza en caso de ser esta atacada ―como ya ha ocurrido en repetidas ocasiones― tiene unas órdenes muy limitadas de actuación en pos de evitar una escalada en la tensión con Israel.

El Furor, de 94 metros de eslora y apenas cargado con armamento ―dos ametralladoras y un cañón― tiene un margen de actuación muy limitado. Ese margen se lo dan las ROE (rules of engagement), una especie de reglas del juego que se marcan desde Madrid para cada misión. En este caso, apuntan fuentes conocedoras de la operación, las ROE ―consideradas de alto secreto― son “escuetas, cortas, claras y concisas”, explica una fuente de la operación. No hay mucho más detalle, pero sí que el Furor, que se mantendrá siempre a una distancia de entre 12 y 24 millas de la flotilla (entre 22 y 44 kilómetros, aproximadamente), lo que se conoce como “vista radar”, solo podrá actuar en legítima defensa. El departamento que dirige Margarita Robles quiere dar una sensación de seguridad a la flotilla, pero dejar claro que no va junto a ella. El Ejecutivo, por su parte, quiere lanzar un mensaje disuasorio a Israel advirtiendo que con la presencia del Furor España tiene allí aparte de su Armada.

El Gobierno envió un claro mensaje a la flotilla anoche en el que le pedía “encarecidamente” que no se adentrase en la zona de exclusión delimitada por Israel ―que en este caso abarca una extensión de 150 millas desde la costa, más allá del Mar Territorial y de la Zona Contigua― porque, de lo contrario, “pondría en riesgo severo su propia seguridad”, según un mensaje difundido a última hora por La Moncloa. En el mismo, el Ejecutivo de Pedro Sánchez reconocía la “encomiable y legítima” misión de la flotilla, aunque recordaba que debía primar la vida de sus integrantes.

Este BAM de la Armada tiene también la orden de no adentrarse ni en el mar territorial de Israel (12 millas desde la costa, algo más de 22 kilómetros), ni en su Zona Contigua (otras 12 millas adicionales), algo habitual si el Estado pertinente no da su autorización explícita. Con lo que el Furor, en el que viajan medio centenar de personas entre tripulación, infantería de marina, sanitarios, asesores legales y un equipo de inteligencia, nunca superará las 24 millas de las costas de la Franja o de Israel. Pero tampoco la zona de exclusión marcada en este caso por Israel: 150 millas.

“El buque no podrá entrar en la zona de exclusión establecida por el ejército israelí, ya que hacerlo pondría en riesgo la integridad física de su tripulación y de la propia flotilla”, avisó anoche el Gobierno al grupo de barcos que lleva ayuda humanitaria a la franja de Gaza. “Un Gobierno tiene que tener como prioridad absoluta la seguridad, y entrando en la zona de exclusión esto no se puede garantizar”, ha reconocido Patxi López, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, en rueda de prensa. “Hay que ser extraordinariamente prudentes”, ha apuntado.

Si el Furor, la flotilla, o cualquier otra embarcación no autorizada por el Gobierno de Benjamín Netanyahu se adentrase en esa zona de exclusión, Israel podría declarar una alerta de intromisión y considerarlo una amenaza a la seguridad de su Estado. En ese caso, lo más probable es que saquen a su Armada o a cazas del ejército para comprobar qué sucede. En una escalada de la tensión como la que podría fácilmente desatarse con la flotilla si se adentrara más allá de esas 150 millas (278 kilómetros) ―algo desaconsejado por activa y por pasiva no solo por el Gobierno de Sánchez, sino también por el italiano de Giorgia Meloni, que ha enviado a la zona dos fragatas― las Fuerzas Armadas israelíes se verían legitimadas para atacar a los que consideran intrusos.

“El Furor se quedará un poco antes de la zona de exclusión, pero evidentemente no va a entrar”, ha reiterado esta mañana Robles, quien ha añadido que “es un riesgo enorme” el que asume la flotilla entrando allí. “La labor de llevar alimentos y medicamentos es importante, pero hay que poner en una balanza la responsabilidad. Y hay un riesgo para las vidas de las personas que están en la flotilla y en el Furor", ha zanjado. Pero si hubiese que hacer algún rescate, se haría. “Si hay hombre al agua, se rescata”, explica la misma fuente. “Si un español resulta herido, se le auxilia preferentemente”, continúa.

Ante las críticas de la flotilla de que no ven al Furor, la ministra ha dicho que el buque de la Armada está al corriente de todo lo que sucede y que tiene a la flotilla perfectamente ubicada. Además, fuentes militares confirman que a bordo hay un helicóptero con el que la tripulación del BAM puede ampliar su radio de visión.

El Gobierno anunció anoche también que “el buque de salvamento marítimo [en referencia al Furor, que en realidad es un buque de acción marítima] ya se encuentra en un radio operativo para realizar operaciones de rescate si fueran necesarias”. Una fuente cercana a la operación detalla que se dirigía esta mañana a Creta (Grecia) ―que efectivamente se considera zona de operación―, donde hará labores de aprovisionamiento. “En un día, y a toda máquina, podrían llegar hasta la flotilla”, apunta la misma fuente.

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Sobre la firma

Belén Domínguez Cebrián
Cubre Casa Real y Defensa. Pasó 10 años en Internacional cubriendo inmigración y países nórdicos y bálticos. Estuvo en la corresponsalía de Bruselas. Licenciada en Derecho y Políticas (UAM); diplomada en Relaciones Internacionales (Universidad de Kent); Máster de periodismo (UAM/EL PAÍS); y Observadora Electoral (Escuela Diplomática).
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