‘Petaqueros’, las gasolineras flotantes del narco que ponen en jaque a la Justicia
El suministro de combustible desafía a Guardia Civil, mientras que los jueces se lamentan por la falta una normativa clara


“Desde Huelva hasta Almería pueden darte petacas en cualquier sitio, en cualquier espigón y desde cualquier bote”, apunta Juan —nombre ficticio— al otro lado del teléfono. “Hay sucursales donde sea, si necesitas gasolina, tienes dos o tres alternativas”. Hace ya años que él ya no se dedica a eso, no le hace falta porque hizo fortuna en otros menesteres y ahora, a lo sumo, financia algún alijo esporádico de hachís. Pero conoce bien el submundo del narco y justo por eso sabe del negocio que está sacudiendo el Estrecho de Gibraltar. El petaqueo, que permite repostar en alta mar los barcos de la droga, ha despuntado tanto en Cádiz como logística del narco que ya es un desafío para los agentes y la Justicia. Todo para surtir a unas narcolanchas que necesitan ser cada vez más veloces para introducir la cocaína en las rutas del hachís.
“El mes pasado pillamos 45.000 litros y 40 embarcaciones y eso es solo de la Comandancia de Cádiz”, resume un mando de la Guardia Civil. “Se está pagando una barbaridad”, añade Juan, que asegura que las mafias han pasado de pedir 100 euros por una garrafa de gasolina de 25 litros a 250 euros. El mando del Instituto Armado asegura conocer a bandas que han pagado hasta 500 euros: “Es una forma de ganar un dinero sin apenas reproche penal, luego si te pillan resulta que eres insolvente”.
La circunstancia que les encumbró se produjo a partir de la modificación legal que prohibió las narcolanchas en 2018. Desde entonces, los capos de la droga rara vez introducen sus gomas en tierra, solo cuando llegan cargadas de hachís. No se quieren arriesgar a perderlas. “Las narcolanchas antes vivían en garajes, ahora en alta mar”, resume el abogado Francisco Muñoz Belizón que desde 2023 ha visto crecer este tipo de causas en su despacho. Que las semirrígidas se queden en el mar esperando durante semanas o meses, abarloadas las unas a las otras, implica que alguien suministre ropa, víveres, herramientas y comida a su tripulación y, sobre todo, combustible. A finales de julio, la Comandancia de Cádiz le encontró a Baldomero, un petaquero, hasta un pescante hidráulico para arreglar las gomas en alta mar.

Pero la valorización que ha experimentado el petaqueo tiene otra causa más, mucho más peligrosa. La cocaína ya fluye por las rutas habituales del hachís, como el Guadalquivir y aunque la superproducción americana ha desplomado los precios —por un kilo ahora se puede pagar 13.000 euros, lejos de los 35.000 que se llegaba a pagar hace dos décadas—, es mucho más que los 1.800 euros que se gana con la resina del cannabis. Este salto cualitativo necesita narcolanchas más rápidas, precisas y potentes, capaces de adentrarse mar a dentro hasta las naves nodrizas donde recogen la coca al tiempo que esquivan a la Guardia Civil. Eso lo han logrado los narcos con el salto de los motores de dos tiempos a los de cuatro “y eso necesita buena gasolina, no cualquier cosa”, explica el agente.
Con todo este viento a favor, no es de extrañar que Muñoz Belizón tenga clientes petaqueros, reconvertidos del narco, un negocio penado con penas de hasta nueve años de prisión: “Muchos han dicho ‘me dedico a esto, que es una infracción administrativa”. No les faltaba razón, hasta el extremo de que las operaciones policiales contra la logística de la gasolina se quedaban en agua de borrajas en muchos casos, hasta que la fiscal Antidroga de Andalucía, Ana Villagómez, encontró el resquicio legal para aplicarles el artículo 568 del Código Penal que imputa de cuatro a ocho años de prisión a quien tenga, transporte o deposite “sustancias o aparatos explosivos, inflamables, incendiarios”. El movimiento permitió a los agentes comenzar a llevar a los gasolineros del narco a prisión provisional.

Pero erradicar por completo la logística del combustible implica mucho más. Llevar la gasolina desde una gasolinera hasta alta mar exige una organización de muchas manos. “Hay enganchaos a los que les pagan cinco euros por ir a una gasolinera con la garrafa. Imagina que consigues un coche y llenas 10 garrafas. O que necesitas un pantalón, con dos viajes lo tienes y por diez garrafas ningún juez te va a meter nada”, razona el mando de la Guardia Civil.
“Los chavales se prestan a eso y encima muchas veces les engañan, les ningunean”, apunta Juan. Hay ocasiones en las que es la propia mafia la que pone el vehículo en tierra, cualquier furgoneta destartalada, de alquiler o que simula serlo. El punto de origen de esos advenedizos es cualquier gasolinera low cost que no tenga personal; el momento, principalmente la noche o las horas más desérticas. El punto de entrega suele ser un piso cualquiera en una barriada desfavorecida. A partir de ahí, la mafia se encarga del resto: el transporte hasta una embarcación pequeña que no llame la atención y, de ahí, la navegación hasta el destino.
Que el negocio da pingües beneficios resulta evidente: una narcolancha necesita entre 2.000 y 4.000 litros para navegar. Dejarla lista cuesta un mínimo de 20.000 euros. El pasado mes de julio, la Guardia Civil de Cádiz desarmó al clan de Baldomero, un tipo que había creado una gran gasolinera flotante capaz de ser repostada directamente en una gasolinera low cost cualquiera, lanzada al mar y surtir a una narcolancha. El mejor mes constatado de la banda, integrada por cuatro personas, fue mayo, en el que se embolsaron 250.000 euros a costa del narco.
Baldomero y su gente acabaron en prisión provisional. El pasado mes de abril, la Audiencia Provincial de Cádiz celebró un pleno en el que los magistrados de lo penal decidieron por mayoría considerar delito la tenencia de gasolina con base en ese artículo 568, en aquellos recursos contra la prisión provisional que les estaban comenzando a llegar. Pero no todas las secciones han acatado la decisión y han comenzado a dejar en libertad a investigados por petaqueo. “El problema es que ahora todos los abogados están recurriendo de nuevo para ver si les toca una sección disidente y lograr la libertad que otra sección les denegó”, valora Villagómez, preocupada por la incidencia en las instrucciones de los distintos juzgados, a falta de que todos esos casos comiencen a llegar a juicio.
“Que una sección lo vea y otra no es una inseguridad jurídica total. La Fiscalía debería promover una modificación legislativa” valora Muñoz Belizón. Pero es justo lo que la Fiscalía Antidroga de Andalucía lleva promoviendo en sus memorias desde hace tres años, sin que por ahora el Gobierno haya atendido a la petición de penar específicamente este sistema. Con esos mimbres, la preocupación en agentes y fiscales es evidente. “A nadie se le escapa que forman parte de una organización. Colaboran en el contrabando y ahora también para traer cocaína. Frente a todo eso, si no actuamos estamos vendidos”, razona la fiscal. El mando de la Guardia Civil también ve venir otra derivada si no se actúa a corto plazo contra el petaquero: “Al final esto nos va a dar en la cara porque tenemos a gente que está pasando de la delincuencia común al narco y de ahí ya no van a salir. Y cuando hay muchos empiezan a competir con violencia”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
