La ordenanza de Toledo para regular el turismo masivo: “Sientes que estorbas en tu ciudad”
El bipartito de PP y Vox aprueba una ordenanza aún tímida, pero inédita en la ciudad, que limita el tamaño de los grupos, declara zonas “saturadas” y pone coto a los ‘free tour’

Como la mayoría de los 16.500 vecinos del Casco Histórico de Toledo, Mari Carmen Zamorano está acostumbrada, muy a su pesar, a sortear las riadas de turistas que los fines de semana inundan la calle Hombre de Palo, una de las tres zonas, junto a la Plaza del Consistorio y el Pasadizo Balaguer, declaradas “saturadas” en la primera ordenanza turística de la ciudad. El texto, defienden desde el bipartito de PP y Vox, busca equilibrar esta actividad con la calidad de vida de sus residentes. “Es un buen paso para empezar, aunque insuficiente”, dice esta vecina de 47 años, que desde hace siete reside en una de las calles más estrechas del Casco toledano y que ha tenido que aguantar cómo algunos turistas le reprochan su osadía cada vez que intenta salir o llegar a su garaje. “Hay turistas que me han dicho que cómo se me ocurre vivir aquí, que me vaya fuera. Sientes que estorbas en tu ciudad”, cuenta a EL PAÍS desde el portal de su casa. Es la llamada turistificación, que junto a la gentrificación y la explosión de viviendas turísticas vacía de comercios tradicionales y de vecinos estos barrios.
“En Navidad esta calle es imposible, viene mucha gente a ver las luces y cuando llegamos al pivote [un dispositivo retráctil que sólo permite el acceso en coche en determinas vías a los residentes] y llamamos a la Policía nos dicen que hay tantísima gente que no podemos llegar en coche a nuestra casa”, explica Zamorano, que reconoce que el fenómeno no es exclusivo solo de Toledo. La ordenanza, de hecho, sigue la estela de otras ciudades que buscan regular esta actividad para hacerla compatible con la vida en estos barrios, sin perder de vista los ingresos que el turismo les reporta. “Muchas veces no podemos ni pasar por la calle. Los turistas se piensan que esto es un museo y que aquí no vive gente”, relata José, que reside desde hace 30 años en el mismo edificio de viviendas que Zamorano. La ordenanza, que ya ha pasado su primer trámite plenario, obligará a estos grupos a no entorpecer las entradas y salidas a viviendas y comercios, a circular en fila por las calles más estrechas para ocupar el menor espacio posible y a facilitar el tránsito de los vecinos con carritos de la compra o sillas de bebé.
El texto, inédito en una ciudad que hasta ahora sólo se había atrevido a regular el flujo de turistas en fechas concretas, también prohíbe el uso de la megafonía a partir de las 23.00 para garantizar el descanso de los vecinos y establece el uso obligatorio de sistemas de audio individualizados cuando los grupos superen las 30 personas, con la excepción de los grupos de escolares. “En Navidades o el Corpus no se puede estar, el que puede irse de Toledo se va”, explica José, que —pese a todo— no se plantea mudarse a otro barrio de la ciudad. “El problema no está en la limitación de grupos sino en los autobuses que vienen. Si son 80 grupos...”, reflexiona este vecino, que apunta, como el resto de residentes y muchos comerciantes, a los paquetes turísticos que ofrecen los turoperadores, con visitas a varias ciudades del entorno de Madrid, de apenas unas horas, y en las que todo —desde dónde comer o dónde comprar un souvenir— está perfectamente planificado. Un turismo masivo que arriba en grandes autobuses y que, pese a abonar desde hace unos meses una tasa por aparcamiento, reporta pocos ingresos a sus negocios.
Mamen Navarro, propietaria de una tienda de ropa masculina en la calle Hombre de Palo desde hace cuatro décadas, señala también a estas empresas. “Me parece fantástico que se regule porque estos grupos no consumen y están ocupando un espacio”, relata, indignada, desde el mostrador. Navarro reconoce que desde que se abrieron varios centros comerciales y los vecinos dejaron de comprar en el Casco, vive del turismo, pero pide que éste sea “de calidad” y para eso, dice, hace falta dar un buen servicio. Y aunque no ve mal limitar el tamaño de los grupos, rebaja el suflé de la turistificación: “Esto no es Madrid ni Barcelona y la gente se queja por quejar. Yo estoy metida aquí todo el día y no es para tanto”. “Toda mi vida he venido en coche a mis tiendas, das un pitidito y la gente se aparta”, explica para referirse a las quejas de los residentes por no poder llegar a sus garajes. A pocos metros de su tienda, Rkia Benuazar, encargada de un comercio de artesanía y souvenirs, reflexiona: “Si hay una solución para que ambas partes estén bien me parece perfecto”.
Restricciones a los ‘free tour’
La ordenanza ha puesto en pie de guerra a los llamados free tour, las visitas guiadas a cambio de propinas que utilizan los paraguas de colores como punto de encuentro con sus clientes y como gancho publicitario para atraer a los de última hora. El texto les impedirá utilizar estos elementos identificativos amparándose en una ordenanza de cartelería, tal y como las asociaciones mayoritarias del sector llevaban años reclamando. “Lo que pedimos es que esa normativa, ya existente y que prohíbe la venta en la vía pública, se haga cumplir. No hay que hacer nada nuevo”, explica Valle Vicente, presidenta de la Asociación Regional de Guías de Castilla-La Mancha. Toledo cuenta con unos 40 guías free tour que aglutinan el 10 por ciento de las visitas que recibe y que tienen su base en la céntrica Plaza de Zocodover. Su portavoz, Silvia Pérez Verde, considera esta limitación un ataque al turismo “sostenible”, el que ellos, asegura, practican. “Familias, amigos... que viajan de forma independiente, que disfrutan la ciudad, que comen y compran aquí y que duermen en sus hoteles”, replica.
La normativa, que prevé sanciones de hasta 3.000 euros a quienes la infrinjan, permitirá grupos de hasta 50 turistas siempre que se cuente con una autorización excepcional y justificada del Área de Movilidad, aunque Vicente recuerda que es algo que ya recoge el decreto autonómico de guías. “Nosotros, por comodidad, recomendamos a nuestras agencias que esos grupos no superen las 30 personas, pero hay ocasiones en las que no queda más remedio y se tiene que llegar a esa cifra”, señala. Como los comerciantes, Pérez Verde culpa del turismo masivo que sufre Toledo a los turoperadores, “que visitan dos o tres ciudades en el día, no dejan dinero y utilizan la ciudad como un escenario. La ocupan y no dejan ninguna huella económica”. Los free tour, que piden abonar una tasa por ocupación de vía pública similar a la que se aplica a las terrazas para poder seguir operando en Zocodover, creen que la ordenanza “no ataja el problema” y piden que las restricciones al tamaño de los grupos se extiendan a todo el Casco y no sólo a tres calles. “Nosotros no somos el problema”, insiste.
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