La jueza procesa por homicidio al empresario que “abandonó” a su suerte a Eleazar, el jornalero fallecido por un golpe de calor en Lorca
Tras cinco años de investigación, la magistrada concluye que existen indicios “suficientes” contra el imputado, que dejó al migrante a las puertas de un centro de salud


Eleazar Benjamín Blandón Herrera, un nicaragüense de 42 años, murió el 1 de agosto de 2020 por un golpe de calor tras ser abandonado en un centro de salud de Lorca (Murcia). El empresario agrícola Pedro Manuel P. T., que lo había tenido durante horas trabajando como jornalero sin papeles bajo el sol y con unas intensas temperaturas, lo “abandonó” ese día en la puerta del edificio médico, ya “inconsciente y en parada cardiorrespiratoria”. Pese a que Blandón comenzó a encontrarse mal mucho antes —con dificultades para respirar, palidez y tambaleos—, nadie llamó a una ambulancia. El empresario “no suspendió” su actividad en la plantación de sandías e, incluso, “consintió” que se trasladara a otra parcela para descargar un camión, según resalta la magistrada Emilia Ros, que ha propuesto sentar en el banquillo a Pedro Manuel P. T. para juzgarlo por varios delitos.
Cinco años después de la muerte de Blandón, que expuso la vulnerabilidad de los migrantes en el campo, la jueza ha concluido la investigación sobre su fallecimiento. Hace unos días, dictó la resolución que pone fin a las pesquisas y, según subrayó, existen “indicios suficientes” contra el empresario agrícola por un delito contra los derechos de los trabajadores, otro de homicidio imprudente y otro contra el patrimonio y el orden socioeconómico. La víctima, que había llegado a España solo unos meses antes de fallecer, tenía esposa y cinco hijos.
El relato de conclusiones de la magistrada Emilia Ros arranca a las 07.00 horas del 1 de agosto de 2020, cuando Eleazar Blandón comienza una nueva jornada de trabajo como jornalero “sin contrato” y “sin alta en la Seguridad Social”. Ese día, sobre las 10.00, empezó a “encontrarse mal” y se vio obligado a parar en “varias ocasiones”, resguardándose “bajo un árbol o en una furgoneta”. “Este malestar se incrementó a medida que avanzaba el día, presentando en torno a las 14.00 horas un estado de agotamiento y de dificultad para respirar que, incluso, le hacía presentar un estado pálido y tambaleo”, recalca la jueza.
El escrito de la instructora, al que se suman los informes médicos y de la Inspección de Trabajo, reconstruye lo ocurrido el fatídico día y las duras condiciones de trabajo. Con las temperaturas disparadas, los jornaleros se emplearon durante siete horas bajo el sol, para después moverse a otra finca a descargar más sandías. Fue entonces, según la inspección, cuando se produjo el “accidente”. A la víctima la abandonaron en el centro de salud sobre las 15.20, contó el vigilante de seguridad: “Se encontraba en mal estado e, incluso, regurgitaba sandía”.

En la plantación de sandías donde trabajaba se superaron ese día los 40 grados y, según relataron los amigos de la víctima, Blandón llevaba en pie desde las cinco de la madrugada y no les daban agua fría para refrescarse. “El día del accidente, Pedro Manuel reconoce que no llevó nevera porque los trabajadores prefieren el agua natural”, explica uno de los informes. La defensa del imputado admitió que lo habían abandonado en el centro de salud, pero negó que lo dejasen desamparado, según la agencia Efe.
Sin embargo, la instructora apunta contra el empresario. Vincula directamente el malestar de la víctima con las altas temperaturas que se registraron (que superaron los 40 grados) y con el “gran esfuerzo físico” que requiere la actividad de jornalero en pleno agosto. “La jornada de trabajo de Eleazar se prolongaba desde las 7.00 horas hasta las 15.00 horas y solo disponía de un descanso a las 10.00 horas. La jornada de trabajo no se adecuaba a las condiciones climáticas”, expone la magistrada. Ni se permitió al empleado “un período de aclimatación”, ni disponía “de lugares de sombra adecuados para el descanso”, ni de “equipos para refrigeración de bebidas”. Todo ello, según remacha la resolución, infringiendo las medidas de prevención de riesgos laborales.

“Ingresó cadáver”
Como culmen, pese al padecimiento que sufría, el procesado “consintió” que el jornalero se trasladara después a otra parcela para “descargar un camión de sandías”. Más tarde, lo llevó junto a otros dos trabajadores hasta el centro de salud de Lorca, donde lo abandonó en la puerta. En ese momento, Blandón ya se encontraba inconsciente y en parada cardiorrespiratoria, según las pesquisas. “El equipo médico asistió inmediatamente al paciente, que presentaba una temperatura de 41 grados”, recuerda la jueza. Pero no se le pudo reanimar. Se decidió entonces trasladarlo al hospital Rafael Méndez, donde “ingresó cadáver”.
“El informe definitivo de autopsia concluye que la causa inmediata de la muerte se produjo como consecuencia de golpe de calor”, expone la resolución judicial, fechada este 23 de julio y a la que ha tenido acceso EL PAÍS. El sumario resalta las temperaturas alcanzadas ese día en la zona, según la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología): a las 07.00, el termómetro ya marcaba 29,1 grados; a las 08.00, ya superaba los 30; a las 9.00, los 34; a las 13.00, los 40… “Pese a que Pedro Manuel es avisado de las altas temperaturas, no se suspenden los trabajos, tal y como señala la evaluación de riesgos”, destaca la magistrada, reproduciendo los informes de la Inspección de Trabajo.
“El investigado, pese a presenciar el estado en que se encontraba Eleazar, no suspendió los trabajos y a la llegada al centro de salud eludió cualquier vínculo con él. Lo anterior pone de manifiesto que era consciente de las circunstancias en que se produjo el accidente y de su actuar negligente en la asistencia al trabajador”, apostilla el escrito de Emilia Ros, del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 de Lorca, que propone sentar en el banquillo al empresario agrícola, como avanzó La Opinión. Sin embargo, esta decisión aún se puede recurrir ante la Audiencia Provincial de Murcia.

En 2020, tras conocer el fallecimiento de Blandón, sus familiares y amigos contaron a EL PAÍS que había abandonado Nicaragua para salvar la vida tras recibir amenazas por involucrarse en manifestaciones contra el régimen de Daniel Ortega. Al llegar a Bilbao, pidió asilo, pero un sistema saturado y la pandemia dejaron su reclamación en un limbo. Sin papeles, no podía emplearse de forma legal. Así que se mudó a Almería para trabajar en la clandestinidad. De allí, a Murcia, donde todo acabó: “Su futuro, lleno de ilusiones, sueños, esperanzas para sus hijos, su esposa y su madre, se vio truncado por personas que no tienen ningún tipo de aprecio, valor y estima por las personas más necesitadas”, relataba su hermana Karla.
Otra de sus hermanas añadía: “Un día me llamó llorando: ‘Aquí a uno le humillan’, me dijo. ‘Me llaman burro, me gritan, me dicen que soy lento. Te tiran el polvo en la cara cuando estás agachado. No estoy acostumbrado a que me traten así’. Él y sus compañeros lloraban como chiquitos de impotencia cuando volvían del campo”.
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