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Así queda La Moncloa tras la salida de Paco Salazar: perfiles más técnicos que políticos para centrarse en la gestión hasta 2027

Rubio reorganiza el Gabinete ya sin rastro de fontaneros clásicos del PSOE con una nueva unidad de análisis de desinformación y odio

Rueda de prensa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para hacer balance del curso político, este lunes en el Palacio de La Moncloa.
Carlos E. Cué

Un año después del ascenso de Diego Rubio a la jefatura de Gabinete de Pedro Sánchez, un puesto clave en todos los Gobiernos, el epicentro del poder en La Moncloa se reorganiza de nuevo tras la salida de Paco Salazar, el último gran fontanero clásico del PSOE que quedaba en el complejo en el que vive y trabaja el presidente. Salazar dimitió por un escándalo de presuntos comportamientos inadecuados con subordinadas suyas, y el Consejo de Ministros ha aprobado este martes un decreto de reorganización del Gabinete que elimina la dirección que llevaba el político andaluz para repartir sus competencias entre otras y reforzar algunos perfiles muy cercanos a Rubio. Todos tienen algo en común: no vienen del PSOE y tienen altos expedientes académicos. De hecho, el entorno del jefe de Gabinete presume de que en su equipo hay personas de distintas ideologías para fomentar el debate crítico.

Rubio, que lleva en el Gabinete de Sánchez desde el principio, centrado en prospectiva y análisis de políticas a largo plazo, ha ido ascendiendo poco a poco hasta hacerse ahora, un año después de su nombramiento, con un gran poder interno al dirigir un equipo muy importante ―casi 700 personas trabajan en el Gabinete en La Moncloa―.

En el Gabinete del presidente también tiene mucho poder otra persona que lleva desde el principio con Sánchez y este sí viene del PSOE, como Manuel de la Rocha, secretario de Estado, asesor económico clave del presidente y su interlocutor con el mundo empresarial, o la secretaria de Estado de Comunicación, Lydia del Canto, de incorporación reciente pero que ha ido aumentando su influencia en el círculo más cercano del líder de los socialistas.

Pero es Rubio quien dirige el equipo más grande, que ha ido diseñando poco a poco, con fichajes y ceses discretos ―no ha aumentado el número de miembros del Gabinete, pero ha cambiado mucho― y un hilo conductor: perfiles técnicos para diseñar desde La Moncloa casi todas las políticas en un Gobierno muy presidencialista en el que Sánchez se apoya en todo momento en un grupo muy pequeño de colaboradores de consulta constante, con Félix Bolaños, María Jesús Montero, Óscar López y Óscar Puente en el núcleo duro, y tira mucho de su Gabinete.

Los cambios en La Moncloa son además una señal de que Sánchez no está pensando ni mucho menos en un inminente adelanto electoral: al contrario, los nuevos equipos ya están preparando ideas para arrancar septiembre intentando marcar la agenda para salir del bucle de la corrupción en el que se ha colocado la política española en el último mes y medio y que desgasta mucho al Ejecutivo. Distintas fuentes de La Moncloa consultadas señalan que las instrucciones del presidente y los movimientos del Gabinete hacen pensar en una legislatura larga.

Rubio suprime la secretaria general de coordinación, que llevaba Salazar, y buena parte de su contenido se lo lleva la secretaría general de Política Nacional, que dirige José Fernández Albertos, que sale reforzado al pasar de dos a cuatro direcciones generales. Fernández Albertos es politólogo, doctor en ciencia política por la Universidad de Harvard y científico titular del CSIC, pero con experiencia ya en el Gobierno, donde estuvo también en Seguridad Social con el ministro Escrivá. Ahora será él, con Rubio, el encargado de la interlocución con el PSOE que llevaba Salazar.

Una de las críticas que más le hacen al equipo de Rubio desde algunos sectores del PSOE y del Gobierno es precisamente que es poco político, que no tiene perfiles de aparato clásico, y más ahora con la salida de Salazar, y que por tanto no tiene capacidad de reacción ante crisis como la del caso Cerdán. Pero en La Moncloa señalan que es precisamente eso lo que busca el presidente, que ya tiene ese tipo de políticos en el partido y en algunos ministerios y en el Gabinete quiere gente de perfil académico alto centrados en la gestión y en las políticas públicas. Sánchez parece convencido de que será la gestión y la iniciativa política, a partir de septiembre, la que le saque del agujero en el que le ha metido Santos Cerdán, un hombre de aparato clásico en quien él confió hasta el último momento.

También asciende Ana Ruipérez, que dirigirá la secretaria general de Relaciones Institucionales y Ciudadanía, de perfil académico similar, doctora por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, con larga experiencia en demoscopia (trabajó en el CIS y 40db) y persona de máxima confianza del jefe Gabinete. Además se crea una dirección general de Innovación Política y Social, que dirigirá Patricia Pinta, doctora por la Universidad Complutense de Madrid, premio nacional de excelencia académica y también con experiencia política previa porque fue una pieza importante en el Podemos original. Ángel Alonso, director adjunto, y Borja Monreal, director de Políticas Públicas, son dos personajes centrales en el Gabinete dirigido por Rubio y seguirán siéndolo.

Otra de las novedades de esta remodelación es que se crean dos nuevas subdirecciones en el Departamento de Seguridad Nacional, un órgano clave en La Moncloa. Una para gestión de crisis, algo previsible después de todo lo vivido, y otra más novedosa de “análisis de riesgos asociados al espacio digital”. La primera estará dirigida por un coronel de la Guardia Civil y la segunda por una comisaria de policía experta en este asunto. Esta segunda genera más interés político porque se trata de analizar, a través de sofisticados sistemas de inteligencia artificial, la aparición de “campañas de desinformación, odio e injerencia extranjera”, según fuentes de La Moncloa, para reportarlas si es posible a la fiscalía y en cualquier caso para mantener informado al Gobierno. Esta labor se lleva a cabo por programadores, científicos de datos, policías y expertos en desinformación que emplean el método Disarm de la OTAN.

Este equipo ha detectado por ejemplo movimientos claramente organizados e incluso injerencias extranjeras en los recientes sucesos en Torre Pacheco, donde en redes se desató un odio racista que llevó a algunos a intentar ir a la caza de inmigrantes en el pueblo murciano, algo que trató de impedir la policía. En el Gobierno explican que ahora muchas redes como X han decidido eliminar sus controles, es importantes que los Gobiernos y las autoridades refuercen sus mecanismos al menos para informar de lo que está sucediendo, que puede tener repercusiones sociales muy relevantes especialmente entre los más jóvenes.

Sánchez y Rubio rematan así una remodelación de un Gabinete que, dada la estructura presidencialista del Ejecutivo, gestiona buena parte de las decisiones clave para que las anuncie el presidente, desde medidas anticorrupción, políticas de vivienda, de defensa, o incluso el último anuncio sobre la mejora de los permisos por hijo. La Moncloa se hace también así cada vez más técnica, con diversos grupos de economistas, sociólogos, politólogos, científicos y expertos en relaciones internacionales que estudian cómo se hace en otros países cada asunto para buscar para aplicar en España.

Todo parece diseñado para seguir adelante mucho tiempo y centrarse cada vez más en la gestión y en resolver los grandes problemas pendientes, como el de la vivienda. Sin embargo, todo este equipo, sus estrategias y sus ideas, depende de algo completamente ajeno a La Moncloa: la resistencia de la mayoría de investidura, con unos socios cada vez más exigentes y distantes que marcarán si puede haber o no legislatura, y el resultado electoral, sean cuando sean los comicios. Sin votos, todo el castillo caería rápidamente. Pero Sánchez cree que con sus políticas y su gestión puede intentar retenerlos.

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Sobre la firma

Carlos E. Cué
Es corresponsal político de EL PAÍS, encargado de la información del Gobierno y de los viajes del presidente. Antes fue corresponsal en Buenos Aires y está especializado en información política, siguiendo a distintos gobiernos y a varios partidos. Ex alumno del Liceo Italiano de Madrid, se licenció en Economía y cursó el máster de EL PAÍS.
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