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Dentro de una de las manufacturas más secretas del mundo de la moda: así se fabrica el emblemático bolso 11.12 de Chanel

A una hora de París toma vida este complemento, uno de los objetos imbatibles del lujo contemporáneo: entramos por primera vez en su taller

Karelia Vázquez

En un giro inesperado de los acontecimientos, Chanel deja entrar por primera vez a cuatro periodistas a los talleres de Verneuil-en-Halatte, a 50 kilómetros al norte de París, el lugar donde se fabrica el que sigue siendo el objeto más deseado del lujo contemporáneo: el bolso 2.55, creado por Coco Chanel en 1955, y el 11.12, la versión modernizada en 1983 por Karl Lagerfeld, también llamado “el clásico”. ¿Por qué lo hacen? ¿Y por qué ahora? En un bolso de lujo puede haber más geopolítica que en la Asamblea General de la ONU. Veamos: una campaña china en TikTok mostraba a varios operarios asegurando que de sus fábricas salían en serie los grandes iconos del lujo clásico, crisis de reputación de algunas casas europeas, parón en seco del consumo de artículos de lujo en China y una imparable subida de precios de ambos complementos. Todo puede explicar que en Chanel hayan decidido contar las entretelas de sus mitos.

En opinión del diario Le Monde, “desglosar toda la cadena de producción, donde la mayoría de las etapas se realiza a mano, es una forma ingeniosa de justificar el alza de los precios de la última década”. En 2006 un bolso 11.12 costaba 1.500 euros; en 2019, 4.800 euros, y actualmente su precio ronda los 10.300 euros. La maison sostiene que estas subidas reflejan los elevados costes de la materia prima y son el resultado de su política de uniformar los precios en todo el mundo (hubo una época en que salía mejor comprarlos en Europa). Bruno Pavlovsky, presidente de Chanel y, desde la muerte de Karl Lagerfeld, la cara de la casa francesa ante la prensa, no elude el asunto de la subida de precios: “Es lo que vale el lujo. Chanel tiene una buena salud económica porque fabrica productos que requieren conocimientos y materiales excepcionales. Me parece importante enseñar cómo trabajamos, mostrar por qué lo caro es caro. Si no lo hacemos la gente nunca lo sabrá”.

Los talleres de Verneuil-en-Halatte, inaugurados en 2021, parecen un gran tetris, 25.000 metros cuadrados de hormigón en medio del bosque de Halatte. Como suele pasar en otras manufacturas, no hay ni una pista que haga pensar al visitante que aquí se trabaja el lujo con las manos. La producción de electricidad se suple en parte con paneles fotovoltaicos y en la mayoría de las salas abunda la luz natural, sobre todo en los talleres de la segunda planta orientados al norte, donde trabajan 300 artesanos. Son expertos en alguna de las 180 operaciones que requieren los dos superventas de la casa, unas 30 personas son necesarias para terminar cada complemento: prototipistas, cortadores, ensambladores… Para que se les permita intervenir en algún paso del proceso, cada artesano debe ser entrenado en los talleres entre cuatro y cinco años, independientemente de sus habilidades previas. “La idea es que finalmente puedan hacer un bolso de la A a la Z, pero es un aprendizaje gradual”, cuentan en los talleres. Son los guardianes del savoir faire de Chanel para fabricar estos modelos que ahora son absolutamente Made in France, según nos aseguran en Verneuil. Veremos a artesanos con 30 y 40 años en la maison, verdaderos expertos en tratar la piel, en hacer trenzados o en darle la vuelta al bolso como a una chaqueta para rematarlo del revés, tal y como decidió Coco Chanel que debía hacerse. Cuando se le pregunta a Pavlovsky por qué la fascinación por el 2.55 no termina, responde sin pensar: “Porque no es el bolso de un marroquinero, es el bolso de una couturière”.

En la entrada, una gran sala recuerda el patrimonio de la maison y la vida de su fundadora, quien hacia 1920 ya había ideado un bolso bandolera que dejara libre las manos de las mujeres. En 1955 presentó el mítico modelo 2.55 que entonces se vendía por el equivalente a 200 euros de hoy. Tenía la cadena que servía de bandolera, siete bolsillos, patrón matelassé (acolchado) inspirado en la hípica y no había ni rastro de un logo. En 1983 Karl Lagerfeld le dio una vuelta: a la cadena le entretejió una tira de piel, añadió un bolsillo frontal “misterioso” y al cierre le colocó la doble C emblemática de la casa. Esta transformación tuvo lugar en estos talleres, que desde 1990 están ubicados en esta región convenientemente cercana a París. Desde entonces se mantienen las mismas proporciones y procesos técnicos.

La manufactura de Verneuil tiene un almacén con más de 900 referencias de pieles y tejidos y 1.100 variedades de hilos y herrajes. En su compromiso con la transparencia Chanel sostiene que todos los materiales provienen de “cadenas de suministros trazables”. Sus proveedores están en Francia, Italia y España. Los artesanos controlan la flexibilidad y el grosor de la piel y los niveles de brillo. “Cada bolso es único en términos de materia prima”, explican. Por bolso se requieren 20 piezas de piel y los sobrantes se reciclan para hacer salpa, un material de fibra de cuero regenerado que se emplea en los prototipos.

El cortador que vemos en acción lleva 23 años en la casa y nos muestra que el corte debe ser “limpio”. Para optimizar la piel casi hay que montar un tetris antes de que una cortadora digital seleccione la mejor zona para hacer el corte con no poco ruido.

En otra sala hay una pantalla que proyecta el fashion film donde Penélope Cruz y Brad Pitt hacen un tributo a la película Un hombre y una mujer (1966), de Claude Lelouch, y de paso al clásico 11.12. Cuando hay desfile, frente a esta pantalla se arremolinan los artesanos para comprobar cuál de sus creaciones ha sido elegida para salir a la pasarela y al mundo.

En el taller de preparación del bolso 11.12 están todos muy ocupados en sus operaciones específicas. Una artesana termina el acolchado de un bolso, coloca el bolsillo frontal y posiciona el cierre. El paso siguiente son los controles estrictos de cada costura y cada segmento. En la zona de ensamblaje se aplana el volumen de los bolsillos martillo en mano y se le da forma a la piel con los dedos. Uno de los pasos más difíciles es darle la vuelta al bolso para coserlo del revés. “Hay que hacerlo muy rápido y evitar que el material se dañe en el proceso. La artesana a cargo lleva más de 40 años en Chanel. Dice Pavlovsky que hasta el último momento, cuando se examina el bolso del revés, no se sabe si está todo bien. “Probablemente sea el único bolso del actual mercado del lujo con semejante complicación, y viene de mademoiselle Chanel y su manera de diseñar, tan bien por fuera como por dentro. No tiene nada que ver con el savoir faire de otras marcas o con lo que se hace en los talleres de Italia, es un modo único de trabajar”.

Martillo en ristre, un artesano recupera la forma al bolso y con otra herramienta estira las costuras. Luego se comprueba que todas estén alineadas y se refuerzan las esquinas.

En otra máquina, Sylvie Dupont se dedica a hacer el trenzado de cadena y piel, emblemático del asa en bandolera de Chanel. Lleva 39 años en la casa. “Las cadenas son mi pasión y mi orgullo. Es importante mantener la tensión y la posición correcta de las manos y los dedos. Es más difícil de lo que parece, pero muy relajante”, dice. Una vez trenzada, los extremos de la cadena se cosen a mano. “Tres o cuatro milímetros de separación entre costuras, ni más ni menos”, precisa. La costura se remata tres veces y se fija con pegamento. “Tiene que quedar una cadena robusta, que aguante”, remata. Luego vienen varias operaciones de control de la calidad donde cada bolso se revisa al detalle. Le siguen las pruebas de resistencia de peso y temperatura en las que un robot replica el uso del bolso que está pensado para durar varias vidas y ser objeto de herencias y patrimonios familiares.

Bruno Pavlovsky explica que, a pesar de los estrictos controles de calidad, ningún bolso que sale de la manufactura es igual a otro. “No se trata de hacer un copia y pega de todo, eso sería muy fácil. Si miras bien cada uno de nuestros bolsos, incluyendo los más icónicos, son ligeramente diferentes entre sí, sencillamente porque están hechos a mano y eso implica una parte emocional. Para ilustrarlo Pavlovsky cuenta que para el desfile (visitamos la manufactura un día antes de uno) trabajan con 70 modelos. “Puede ser que la mitad lleve el clásico (el 11.12). No están obligadas a hacerlo, nosotros no las presionamos, pero lo tienen en tweed, en negro, en varios colores, y no llevan, por ejemplo, el Chanel 25, que es el bolso nuevo, sino el clásico de 1983 porque es icónico, tiene algo especial por su estilo y su significado. Creo que es el mejor activo que tenemos en Chanel y lo será por largo tiempo. Otras marcas luchan toda la vida por tener un icono. Nosotros, no. Tenemos la suerte de que este bolso llegara a la casa antes que nosotros”.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
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