Ese mueble objeto del deseo
Arquitectos, interioristas y hoteles de lujo de todo el mundo suspiran por los diseños de la firma hispano-lusa De La Espada. Visitamos su fábrica en la localidad portuguesa de Mira

Los adoquines blancos y negros dibujan formas geométricas en el suelo en esta estrecha y coqueta calle de Cedofeita, el barrio más chic de Oporto salpicado de galerías de arte, tiendas de diseño y librerías alternativas. No es casualidad que sea precisamente aquí donde, el pasado año, abrió sus puertas Galería De La Espada, una marca exclusiva de muebles que, con la bendición de arquitectos e interioristas, se ha convertido en objeto de deseo de sibaritas amantes del diseño.
Fiel al espíritu de la marca, el espacio es tan discreto que es fácil pasarse de largo. Está ocupado de forma temporal por una selección de muebles de De La Espada. Al fondo de la galería, unos ventanales se abren a un pequeño patio con vegetación en el que descansan dos solitarias sillas de madera a la intemperie. “Esta es la Outdoor Armchair, diseñada por los arquitectos chinos Neri & Hu y fabricada por nosotros”, cuenta Luis De Oliveira, copropietario de la firma junto a su esposa, Fátima De La Espada. Podría hablar con un entusiasmo contagioso durante horas acerca de esta silla, alternando el inglés, el portugués y el español, tres idiomas que domina con absoluta naturalidad. “Esta silla condensa varias de las claves que definen la identidad de la marca. No hay lugar para la improvisación: todo está cuidadosamente diseñado. Cada detalle cuenta para lograr piezas estéticamente bellas, pero siempre con prioridad en los materiales y en un proceso de fabricación pensado para que duren toda una vida”, asegura. No es una promesa vacía. El compromiso de la marca es que cada mueble dure, al menos, el doble de lo que tarda un árbol en crecer, y cada pieza tiene una garantía de por vida en la reparación de sus componentes.
La historia de De La Espada se dibuja con un triángulo cuyos vértices son Londres, un pueblo de la Mancha y un pueblo de Portugal. Cuando Luis, portugués, y Fátima, española, se conocieron en los años noventa estudiando Ingeniería en el Imperial College de Londres, nunca imaginaron que, tan solo unos años más tarde, estarían al frente de una marca gourmet de diseño de muebles. En 1993, con sus títulos de ingenieros bajo el brazo, cambiaron Londres por un pequeño pueblo de la Mancha, donde aprendieron a tapizar y a diseñar muebles. Tres años más tarde regresaron a Londres para abrir una tienda con sus propios diseños en la avenida Sloane, al lado de la entonces mítica tienda de diseño The Conran Shop. En 2004 compraron una antigua fábrica de muebles en Portugal, en un pueblo a poco más de hora y media de Oporto, la transformaron a medida de sus necesidades y la convirtieron en el centro de operaciones de De La Espada.

“La firma tenía —y tiene— un equipo propio de diseño, del que nacieron sus primeras colecciones”, explica Luis. “A partir del año 2007 empezamos las colaboraciones con diseñadores externos de otras latitudes. Trabajamos con ocho de los mejores diseñadores del mundo. De las 270 piezas de la colección, 50 están hechas por nuestro estudio y el resto son colaboraciones”.
Si el diseño es una de las obsesiones de De La Espada, la otra es, sin duda, la artesanía y la necesidad de preservarla. La galería en Oporto funciona, de hecho, como sala de exposiciones temporales donde se muestra el proceso creativo y los diseños surgidos del programa Passa Ao Futuro, que busca preservar el conocimiento artesanal portugués a través de residencias en las que artesanos de todo el país colaboran con diseñadores contemporáneos.
En el día de esta visita a la galería, y mientras se prepara la siguiente exposición, el espacio está ocupado por un showroom efímero de los muebles de la marca. La pieza más icónica es el Arts and Crafts Cabinet, un aparador que consta de 150 piezas diferentes y está terminado con separadores deslizantes hechos en textil por la diseñadora británica Caterina Ricabonna. Al fondo de la galería, los sofás escultóricos de Luca Nichetto invitan a acostarse sobre alguno de ellos, inspirados en cada una de las nueve islas del archipiélago de las Azores. Las tres capas de espuma les dan a estos sofás un volumen y una consistencia que los acerca más a la escultura, y sin embargo, al recostarte en ellos, tienes la sensación de que es un mueble pensado para ser disfrutado más que admirado. Belleza y funcionalidad, como en las sillas Sela, con respaldo de cuero domado siguiendo la técnica artesanal usada en la fabricación de sillas de montar; o como en la cama Twenty-Five, con su cabecero hecho de juncos secos trenzados a mano.





Es hora de viajar al corazón de De La Espada. A hora y media en coche de Oporto está el pueblo de Mira. Atravesando un bosque de pinos y eucaliptos llegamos a la fábrica, en una de las raras ocasiones en que se muestran sus instalaciones. Sorprende su tamaño y los enormes hangares repletos de material. “El dueño de la antigua fábrica de muebles nos la vendió junto con el terreno por el precio del género que tenía”, cuenta Luis De Oliveira. “La verdadera inversión vino después, al renovarla y adaptarla a lo que queríamos”. En un primer pabellón, donde se guarda la madera, la temperatura y la humedad están reguladas para que los cambios no afecten a su comportamiento. Fresno de Croacia, nogal de Misuri…, cada pieza puede rastrearse hasta el mismo bosque del que procede. En los primeros pabellones, modernas máquinas programadas por ordenador realizan la parte del trabajo más mecánica, permitiendo alcanzar unos volúmenes de producción de unas 5.000 piezas al año y 270 diseños diferentes en su catálogo. Eso permite a la marca contar entre sus clientes prestigiosas firmas, como el hotel Edition de Shanghái, el hotel Akelarre en San Sebastián, el Four Seasons en Houston o varias tiendas de Hermès en todo el mundo. Sin embargo, a medida que el visitante se adentra en las secciones de montaje y acabado, la fábrica se convierte en un atelier, con artesanos de distintas disciplinas aparentemente trabajando con el mismo mimo que si lo hicieran en su propia ebanistería, engarzando piezas, asegurándose de que la orientación de las fibras de la madera sea consistente en todo el mueble, o en la sala de acabado donde se aplican a mano aceites y ceras a los muebles.

Artesanos como Quim, maestro tapicero con más de una década trabajando en la empresa a la que llama “minha casa”, o como Carlos Gomes domando las fibras de yute con sus manos para entrelazarlas luego, elevando la tradición de la cestería de los pueblos de Portugal a otro nivel, al maridarla con el mejor diseño. En el taller de textiles, varias mujeres trabajan el cuero, la piel y la lana, haciendo cojines con los mismos dibujos de las mantas de los pastores del Alentejo, mientras que en una esquina descansa la colección de muebles realizados en exclusiva para el que aspira a ser el hotel más exquisito de Portugal, que abrirá sus puertas en Comporta el próximo año.
“No hay que entender la tradición y el diseño como mundos opuestos, sino saber reconocer que su fusión puede dar lugar a nuevas oportunidades”, asegura Luis De Oliveira.
Viendo el resultado de su trabajo, parece imposible no estar de acuerdo con él.
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