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Viajes, risas, miradas y cuerpos para anticipar la nostalgia en imágenes

Una memoria en imágenes… ¿o una memoria anticipada de la nostalgia que vendrá? Es la gran pregunta que parece hacerse el fotógrafo Enrique Escandell a la hora de captar cinco años de viajes, gestos, risas, miradas y cuerpos. Sus hijos y su pareja, inmortalizados con un solo objetivo: conservar lo efímero.

Simón, en la piscina. Zaragoza, 2021.

La definición que de este trabajo fotográfico ofrece Enrique Escandell es sencilla y uno se atrevería a decir que simple…, y se equivocaría de cabo a rabo. “Son imágenes de lo que ocurre cuando parece que no está ocurriendo nada”. Y apostilla: “Y, sin embargo, está ocurriendo todo”. Lo que está ahí pero no se ve, lo que se ve pero no se disfruta y lo que se disfruta pero solo de manera pasajera o superficial parece ser la materia prima con la que amasa el pan cotidiano este cazador de momentos en su proyecto fotográfico 10 5 4 (el título procede de los años que, respectivamente, ha pasado con su pareja, Rocío, y con sus hijos, Simón y Rita), que ahora toma forma como fotolibro.

El autor persigue y capta cinco años de vida en familia… como hace otra mucha gente que no se dedica profesionalmente a la fotografía y probablemente con parecida intención, aunque sin la misma pericia, claro. “Es un álbum”, dice, “como el de cualquier familia, las imágenes están hechas sin pretensión, muchas veces sin preparación, en medio del juego, del sueño, de la rutina o del caos. Esto es ahora mi día y día y es lo que retrato sin apenas darme cuenta”. Se supone que “sin pretensión” quiere decir de algún modo sin pretensión artística o creativa, lo que no quiere decir que no se dé una pretensión de otra índole. Sencillamente, “conservar lo efímero”. Ni más ni menos.

Reivindica Escandell en sus disparos y en sus palabras para explicar la razón de ser de esos disparos que, tras ellos, subyace una única intención: atrapar lo que está pasando y enjaularlo porque, de tan bonito y querible que es, ya está haciendo germinar trasuntos de nostalgia. Nostalgia por anticipado, casi podría decirse. “Como si ya echara de menos lo que todavía está sucediendo, algo que empieza a doler de tan bonito”. Glups. Será consciente el autor de 10 5 4, suponemos, de que maneja conceptos no precisamente en boga ni de moda: lo bonito, lo nostálgico, lo familiar. O como decía aquella canción del grupo Family: “Déjame hacerte una foto con las nubes detrás, quiero algo tuyo por si un día te vas”. Y él, erre que erre, en un río, en un cortijo, en una granja de cabras, en el coche, en casa, vestidos, desnudos, en Palencia, en Cáceres, en Madrid, en Almería… persiguiendo a su mujer y a sus hijos con la cámara. Que no es otra cosa, en el fondo, que perseguirse a sí mismo.

Parada para estirar las piernas entre Valencia y Madrid (2023).
Encuentro con unos caballos durante un paseo por un cortijo en Cabo de Gata (Almería), en 2022.
Simón intenta tocar un charco medio congelado en la sierra de Madrid. Puerto de la Morcuera, 2020.
Hormigas en un bol con restos del huevo batido para la tortilla del desayuno. Perales del Puerto (Cáceres), 2024.
Rocío, Rita y Simón, a punto de entrar en el río. Perales del Puerto (Cáceres), 2022.
Simón salta entre balas de heno en una parada de camino a Cantabria, en Perazancas de Ojeda (Palencia), 2024.
Rita juguetea con un par de culebras de río. Robledillo de Gata (Cáceres), 2024.
 Una nave conducida por Spiderman. Madrid, 2024.
Simón, en una granja de cabras. Quesería El Rañal, Perales del Puerto (Cáceres), 2020.
Simón, en pleno despertar de una siesta en el coche. Valencia, 2022.
Simón, en el río. Perales del Puerto (Cáceres), 2024.
 Rocío, Simón y Rita exploran el río. Hoyos (Cáceres), 2024.
Simón y su padre, el fotógrafo, en casa. Madrid, 2021.

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