Pasado y presente de Acapulco, la musa eterna del Pacífico mexicano
De los enclaves que frecuentaban las estrellas del Hollywood dorado, hoy reformados, a dos visitas imprescindibles: la laguna de Tres Palos y el acantilado de La Quebrada

Entre Barra Vieja y Pie de la Cuesta despunta Acapulco, una de las ciudades más glamurosas y mágicas del Pacífico mexicano. Famosa por sus inigualables puestas de sol, sus interminables playas y su vibrante vida nocturna, las imágenes de su gran bahía dieron la vuelta al mundo entre los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado, cuando vivió su época dorada. Los grandes magnates y estrellas de Hollywood hicieron de esta bahía su patio de recreo convirtiéndolo en el destino de moda de la jet set internacional.
Violentamente azotada por el huracán Otis a finales de 2023 —y sin librarse aún de la violencia—, esta gran dama del Pacífico ha renacido con más fuerza que nunca manteniendo intacto su espíritu seductor gracias a la resiliencia de un pueblo que ama profundamente su tierra y al incansable esfuerzo de empresarios como Seyed Rezvani, consejero delegado de Mundo Imperial. “Acapulco renacerá y nuevamente será destino internacional. Los turistas volverán a la Quebrada y Barra Vieja reabrirá muy renovada”. Así reza el estribillo de una canción, convertida en himno de Acapulco, que surgió tras el devastador huracán. Conocida como el hogar del sol, reinventa su charme con una nueva generación de establecimientos de lujo y propuestas de ocio que dan vida a una de las zonas más modernas de la ciudad: Riviera Diamante.
Entre la escénica carretera de Las Brisas y la playa de Barra Vieja, pasando por Puerto Marqués y Punta Diamante, despliega su encanto uno de los territorios más cool y exclusivos de Acapulco. Desarrollado entre 1990 y 2010, Acapulco Diamante es un microdestino que alterna diversos núcleos comerciales y de entretenimiento, resorts de cadenas internacionales, villas y condominios de lujo, campos de golf y elegantes restaurantes que convierten a este lugar en una de las zonas más selectas de México.
Hay que bucear en la historia de la llamada perla del Pacífico para comprender el origen de su sofisticación y glamour. Los años cincuenta y sesenta marcaron el inicio de la edad dorada de Acapulco. Durante tres décadas, este fue el destino de moda al que acudían grandes magnates, estrellas de Hollywood, políticos e integrantes de la realeza, seducidos por su entorno natural, sus aguas cristalinas y las famosas noches acapulqueñas. La mítica discoteca Baby’O fue epicentro de sonadas fiestas que se extendían más allá del amanecer. Testigo de los excesos de la alta sociedad internacional, sus paredes, revestidas de terciopelo rojo, guardaban los secretos de Mick Jagger, Sylvester Stallone o Rock Hudson, entre muchos otros. Hoy, este templo del hedonismo sigue animando las noches de esta gran metrópolis y es un lugar de visita obligada para mitómanos y nostálgicos de aquella época.

Otro de los puntos emblemáticos de encuentro de lo más granado de la sociedad era la popular mansión rosa del magnate del petróleo Jean Paul Getty, considerado en la época el hombre más rico del mundo. En su palacete de tres millones de dólares se celebraron fiestas legendarias donde corrían ríos de champagne. Entre los ilustres invitados, John Wayne, cuyo yate estaba anclado permanentemente en la bahía; Elizabeth Taylor, que en 1957 celebró su boda con Mike Todd en una villa con vistas al océano; Frank Sinatra o Elvis Presley, que rodó en los años sesenta El ídolo de Acapulco.
Precisamente, Jean Paul Getty materializó otro de sus antojos construyendo una casa de vacaciones a modo de retiro personal frente a la playa Revolcadero, con impresionantes vistas al Pacífico. Unos años después, en 1957, decidió transformar su mansión en el lujoso hotel Pierre Marqués, filial del hotel Pierre que había comprado en Nueva York. Este es otro de los imprescindibles en la ruta por la edad de oro de esta ciudad del Estado mexicano de Guerrero. Por este legendario establecimiento abrazado por exuberantes jardines transitaron Elizabeth Taylor y Mike Todd, Frank Sinatra, Debbie Reynolds y, más recientemente, Julio Iglesias, Luis Miguel o Brad Pitt. Otro de los alojamientos míticos de la época era el Hotel Princess; allí se han escrito también algunas de las páginas más jugosas del papel couché: en 1953 John F. Kennedy y Jackie Kennedy celebraron su luna de miel.

Tras pertenecer a diferentes propietarios y cadenas como Fairmont, actualmente ambos alojamientos son propiedad de Mundo Imperial, que suma un tercer hotel, el Palacio Mundo Imperial, inaugurado en 2014 muy cerca del Palacio de Exposiciones y el Auditorio. Tres hoteles de diseño vanguardista que marcan el nuevo estándar de la hospitalidad acapulqueña y prometen experiencias dignas de aquellos tiempos dorados.
Proseguimos la ruta por el Acapulco más cool y recalamos inevitablemente en uno de los clásicos: el Hotel Las Brisas Acapulco, un paraíso donde el blanco y el rosa son protagonistas absolutos —incluso sus jeeps están teñidos de estos colores—. Construido en 1954 como una colonia de pequeños chalets, hoy cuenta aproximadamente con 250 villas, cada una con su piscina —es uno de los hoteles con mayor número de piscinas del mundo y todas son de agua de mar—. Se trata de un enclave ideal para las almas más románticas que buscan una privacidad absoluta. Un antiguo eslogan publicitario rezaba: “Las Brisas es el hotel donde raramente eran vistos los niños pero a menudo creados”. Ringo Starr escribió aquí una canción llamada Las Brisas y la tripulación del Apollo 11 se alojó en este hotel antes de emprender su viaje a la Luna.

No podemos referirnos a la época dorada de Acapulco sin mencionar a la chef Susana Palazuelos, un personaje crucial e irrepetible. A sus más de 80 años, sorprende la energía y el espíritu radiante de esta gran dama mexicana que sigue al frente de una empresa de catering con su nombre. Compartimos mesa con ella y su marido en la terraza del restaurante Zibu, en plena carretera escénica de Las Brisas. Liderado por el chef Eduardo Wichtendahl, hijo de Palazuelos, aquí se degustan deliciosos platillos resultado de una cocina de fusión mex-thai que atrae a paladares que buscan experiencias gastronómicas memorables. Desde sus terrazas de madera tropical, las vistas sobre los acantilados de la bahía de Puerto Marqués son impagables. Mecidos por armoniosas melodías que brotan de un saxo en directo, Palazuelos cuenta cómo surgió una de sus grandes ideas: “Empecé a organizar bodas en la playa porque la que entonces ostentaba el título de Miss Ecuador me pidió que diseñara su boda en un entorno que no fuera un salón de hotel. Traje a la filarmónica de México, fuegos artíficiales, una música con un coro increíble... Ahí empezó el turismo de romance”. Su empresa de eventos y catering es una de las más famosas del país y ha servido banquetes para los últimos cinco presidentes de la república mexicana, Henry Kissinger o la reina Isabel II , entre otras muchas personalidades.
Dos imprescindibles de Acapulco
La ciudad costera, que pertenece a la zona turística conocida como Triángulo del Sol junto a playa Ixtapa-Zihuatanejo y el pueblo mágico de Taxco de Alarcón, está dividida en tres zonas diferenciadas: Acapulco Tradicional (desarrollada entre 1930 y 1960), donde se encuentra el centro de la ciudad y el Puerto Transantlántico Inernacional; Acapulco Dorado (cuyo auge hotelero tuvo lugar entre 1960 y 1980), emplazado en la bahía de Santa Lucía; y la zona Diamante, la más moderna y con mayor desarrollo de inversión.
El viajero hallará en este atractivo enclave infinidad de tentadoras propuestas en un entorno natural cuajado de fértiles tierras, abundantes lagunas y hermosas costas. Pero hay dos visitas imprescindibles.
A unos 30 kilómetros de la ciudad, entre Puerto Marqués y el aeropuerto Internacional de Acapulco, descansa uno de los parajes naturales más exóticos y cautivadores: la laguna de Tres Palos. Navegar en lancha por este fascinante ecosistema es un auténtico regalo para los sentidos. Durante el recorrido, se pueden observar infinidad de especies de flora y fauna, así como exuberantes manglares. Esta es una de las mejores zonas para el avistamiento de aves: garzas, pelícanos, cigüeñas y otras especies acuáticas.

Para sellar esta cautivadora excursión, qué mejor que ir a la playa de Barra Vieja. En esta tranquila y encantadora ensenada se puede palpar el ambiente local y degustar su deliciosa gastronomía a base de pescado y marisco recién pescado. Toda la zona está cuajada de restaurantes donde el comensal elige la pieza que desea y en la cocina del local la pesan y la preparan a la brasa a fuego lento. Un momento de lo más auténtico para empaparse del espíritu de Acapulco y obsevar el destino mucho más allá de las zonas turísticas de la ciudad.
No se puede abandonar Acapulco sin asistir a uno de sus espectáculos más icónicos: los clavadistas del acantilado de La Quebrada. Observar a estos intrépidos ángeles voladores es una experiencia sobrecogedora que nos enseña que desafiar a la muerte es cuestión de destreza, cálculo y valentía.

Estos poetas que escriben con sus movimientos un homenaje a la audacia humana son guardianes de un patrimonio intangible que define el espíritu de este rincón del Pacífico mexicano. El espectáculo surgió en la década de los años treinta de forma espontánea, y actualmente los clavadistas realizan exhibiciones programadas varias veces al día, algunas de ellas al atardecer. “Medimos el tiempo entre las olas como quien mide los latidos de su propio corazón”, explica Raúl, clavadista veterano. “Si saltas cuando el mar se retira, encuentras rocas. Si saltas demasiado tarde, la ola entrante te estrella contra la pared. Tienes tres segundos perfectos, ni uno más”, detalla. Estos seres casi mitológicos se lanzan desde 45 metros para sumergirse en una pequeña caleta en el océano. Lo que comenzó como un juego temerario se transformó gradualmente en una profesión transmitida de padres a hijos como un legado precioso y peligroso.

Acapulco es más que su hermosa bahía, es la historia del Galeón de Manila, la época dorada de Hollywood y las grandes estrellas. Hoy es también un destino centrado en el turismo de eventos; el Arena de Acapulco es anualmente el anfitrión de acontecimientos deportivos como el Open de Acapulco, así como de infinidad de conciertos de estrellas nacionales e internacionales. Viajar aquí es descubrir el renacer de un territorio que, igual que el ave fénix, intenta renacer de la adversidad en una oportunidad para resetearse y mostrarse al mundo más espectacular que nunca.
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