El Manhattan de un diseñador
Las mejores experiencias neoyorquinas del ilustrador y diseñador gráfico Jorge Arévalo

Jorge Arévalo es el creador de la imagen gráfica del festival Jazz Madrid, que se celebra en diversos espacios de la ciudad hasta el 30 de noviembre. Sus diseños tienen resonancias neoyorquinas, precisamente porque el viaje que hizo a la ciudad estadounidense en 2004 fue esencial para inspirar su trabajo.
¿Cómo era la Nueva York de 2004?
Un lugar mítico, en un momento en el que no existían las redes sociales. Había conceptos que aquí no habían llegado, como esas librerías-café donde podías leer revistas punteras como Nylon o Ray Gun. La forma de concebir los espacios me impactó mucho, por ejemplo la tienda de Comme des Garçons en Chelsea, a la que se entraba por un garaje. Todo eran estímulos de ese tipo, que en aquel momento nos sorprendían mucho. En Chelsea se instalaban galerías de arte como Hauser & Wirth, cuando antes había sido una zona de naves industriales.
¿Alguna experiencia neoyorquina?
Al ir en febrero, me tocó la final de la Super Bowl, y la vi en un pub lleno de gente entusiasta que se pedía tres jack daniel’s juntos para hacer una copa digna. Fue una experiencia muy auténtica, como la de viajar en el ferri que te lleva a Staten Island con los trabajadores que han de ir a Manhattan a diario. Veías gente de todo pelaje. El encanto era el trayecto, porque en Staten Island no hay mucho que ver.

¿Le influyeron las obras de algún museo?
Recuerdo particularmente las del Cooper Hewitt, un museo de diseño y artes decorativas. Allí vi una gran exposición de carátulas de discos de jazz de los sesenta. Está en el Upper East Side, junto al Guggenheim.
¿Qué más sorpresas se llevó?
Hubo algunas gastronómicas: ya estaba en boga la cocina de fusión y probé por primera vez la comida peruano-japonesa. Y en un restaurante de Chinatown donde solo comían asiáticos vi al cocinero perseguir a un pato.
¿Llevó un cuaderno para dibujar?
Más bien una cámara analógica, para fotografiar tipografías, carteles, espacios… Y la maleta la traje llena de libros ilustrados que compré en librerías como Rizzoli, en Broadway.
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