Praktik Bakery, descanso entre aromas de pan casero recién horneado

Como un grito de guerra en tiempos de pandemia, el personal del Praktik Bakery, hotel del Eixample barcelonés proclama: “¡Estamos de vuelta!”. Pues si hay algo cíclico en nuestra vida, que necesita estar de vuelta todos los días, es el pan. Pan amasado, boleado, formado, fermentado, reposado y recién horneado. Te lo sirven en la cafetería del Praktik Bakery a la hora del desayuno, dentro del menú Baluard, junto a un surtido de embutidos catalanes, mermeladas caseras y fruta fresca para arrancar el día. O te lo haces tú mismo en los talleres que, por 60 euros, imparte aquí periódicamente Anna Bellsolà, propietaria de la cadena de panaderías Baluard, con el saber heredado de su padre y de su abuelo.

De entrada, todas las instalaciones huelen a tahona. El trajín de los empleados se divisa desde el escaparate a pie de calle. Dan ganas de entrar a ayudar. O de permanecer ahí plantado, contemplando el espectáculo fabril.

Pero hay otros atractivos que merecen nuestra atención, más allá de una recepción que se intuye al final del recorrido, disimulada entre los obradores y las manivelas. Un aparador, unas paredes de ladrillo visto, grandes lámparas cenitales de factoría o de buque, viguería de acero cruzada en los techos, un cabecero en madera de camarote, unas baldosas blancas… Y refranes paneros frente a las salidas del ascensor. Ahora todo cobra su sentido. Esto es una panadería con habitaciones y lleva la firma de Lázaro Rosa-Violán, probablemente el interiorista de espacios hoteleros por antonomasia en España.

Sus 74 habitaciones comparten un cierto minimalismo, pero todas difieren en tamaño y estructura. Unas miran a la calle de Provença, cerradas por rigurosos balcones de forja. Otras dan al patio de la manzana interior que caracteriza al Eixample. Una trama de tuberías caseras adosada a la pared señala el galán de noche, lugar esencial en el exiguo espacio de los dormitorios que no son familiares. A la mañana siguiente, muy suavemente, ascienden hasta las sábanas, la ropa, la ducha y el mobiliario funcional los gratos efluvios de la bollería recién salida del obrador. Es el momento feliz del desperezo, cuando, activada la pituitaria, exploras los insólitos aromas del pan con horchata, el pan con tomate y pipas de calabaza, el pan de aceitunas de Kalamata… O del pan de toda la vida.