Mas Salagros, biohotel de reciclaje

A 20 minutos de Barcelona, como una isla en el océano de urbanizaciones que rodea la capital, permanecía en el anonimato una masía del siglo XV dedicada a labores agrícolas. Los descendientes de la familia Cascante Suraña, conscientes de su improductividad y entregados a la causa ecológica, la acaban de transformar en un ecoresort con el que pretenden dar ejemplo a generaciones futuras de hoteleros campestres y viajeros urbanos en busca de una reconciliación vital con el hábitat natural.

Así, los varios edificios de que consta el complejo han sido orientados al sur para aprovechar al máximo la luz solar, los jardines se riegan con agua de lluvia almacenada, los materiales empleados en su construcción llevan el marchamo de sostenibles, el mobiliario es biodegradable, y los desechos, aptos para su reciclaje. En fin, el proyecto ha merecido todas las calificaciones verdes y la gestión se adhiere a la marca Biohotels de hoteles europeos ecológicos.

Huerto orgánico

Quizá ese empeño natural ha condicionado su poco deleitosa imagen arquitectónica, con distribuciones y paramentos incluso feúchos, pero debidamente aislados de los ocasionales rugidos provenientes del cercano circuito de Montmeló. Mientras no se salga de los límites de la cárcava que protege al complejo, el silencio es un lujo de muchos quilates.

Estética aparte, el mayor atractivo de esta propuesta ecológica estriba en los servicios. Existe una amplia carta de actividades para unas vacaciones familiares que contempla una granja con huerto orgánico, viñedos con bodega adscrita a la denominación de origen Alella, una agrotienda, una zona de bienestar con sesiones de yoga, estiramientos, pranayama y meditación trascendental, una casa de baños termales bajo el marchamo Aire Ancient Baths y una ludoteca infantil con un equipo profesional de animadores y pedagogos. El complejo dispone también de dos restaurantes especializados en la dieta mediterránea y alimentados desde la propia granja ecológica: Gastronómico 1497, a la carta, que rememora la fecha de construcción de la masía original, y Granja Salagros, que opera día y noche, para comidas ligeras.

Las habitaciones cumplen rigurosamente con la etiqueta green. Madera, fibra de coco, lencería de algodón orgánico, colchones de látex natural y cosméticos reciclables. Nada sorprendentes en su estructura. Escasa identidad sensorial. Nula personalización. Pero colman las aspiraciones de quienes buscan un ambiente libre de plásticos y adminículos artificiales, como manda el catecismo biohotelero. Como colofón a toda esta mercadotecnia ambiental, los balcones ofrecen vistas al bosque circundante y a las cubiertas vegetales de otros bloques de habitaciones que se descuelgan por la ladera en clara reivindicación de un turismo más ecológico y humano.

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