Una vida
Las frases desmembradas y las políticas sin horizonte, al evocar mi propia fragmentación, me sumen en el caos


Cuando escuché por vez primera la expresión “familia desestructurada”, me pregunté si mi desorganización mental tenía que ver con ese asunto. Me pregunto ahora si el desasosiego colectivo es hijo de sociedades rotas, de comunidades dislocadas. Combato el malestar con cuatro cucharadas diarias de sintaxis. Significa que me miro en la escritura como en un espejo. Cuando ese espejo me devuelve una imagen más o menos articulada de mí mismo y del mundo que me rodea, mi ansiedad se rebaja. Por el contrario, las frases desmembradas y las políticas sin horizonte, al evocar mi propia fragmentación, me sumen en el caos.
Soy un ansioso crónico. Siempre vivo en la hora siguiente a aquella en la que me encuentro. Los martes actúo como si me hallara en el miércoles y los miércoles como si hubiera alcanzado el jueves. Salgo de la cama dos horas antes que mis contemporáneos por miedo a llegar tarde a donde quiera que vayamos. Me presento en las estaciones de tren con varias horas de anticipo por si al taxi que me lleva se le pinchara una rueda. O las cuatro. Si veo una carrera de caballos por la tele, me identifico con el que va a la cabeza, no porque sea el mejor, sino porque tendrá más tiempo para preparar la siguiente competición. Cojo el teléfono antes de que suene, pues he desarrollado una curiosa habilidad para detectar la llamada segundos antes de que se produzca. Y llego al tanatorio antes que el muerto.
Todo esto no se puede ejecutar sin un desgaste emocional formidable que me proporciona, a cambio, estados transitorios de paz conmigo mismo. De ese modo reparo las grietas de una infancia un tanto cuarteada y de una vida, en general, sin sujeto, ni verbo, ni predicado. Una vida asintáctica, como la de mi país.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Archivado En
Últimas noticias
Trump habla con Putin por teléfono antes de reunirse con Zelenski en Florida
El cambio radical de Sophie Alisch, de boxeadora invencible a ciclista profesional: “Voy a demostrar que no me he equivocado”
Francia llora la muerte de Brigitte Bardot, la ‘Marianne’ animalista
Las 10 mejores películas de Brigitte Bardot: de ‘Y Dios creó a la mujer’ a ‘La verdad’ y ‘¡Viva María!’
Lo más visto
- Los grandes derrotados del Gordo de Navidad de Villamanín, 15 jóvenes de entre 18 y 25 años: “Hoy hemos perdido amigos”
- ¿Qué pasa si uno solo de los ganadores del Gordo de Villamanín decide denunciar?
- Europa entra en estado de alerta ante la embestida estratégica de Trump
- El alpinista Simone Moro sobrevive a un infarto a 5.000 metros y anuncia la creación de un servicio de rescate aéreo en el Karakoram de Pakistán
- Acuerdo en Villamanín por el Gordo sin repartir: la comisión de fiestas cede más de dos millones por la paz del pueblo




























































