Maneras de ser hombre
Una queja habitual de la nueva derecha es: ¿qué va a ser de los varones?


La crítica a las políticas contra la violencia de género es una de las últimas (re)incorporaciones a la batería de ideas reaccionarias. Argumentan, por ejemplo, que mueren más hombres que mujeres. Que el feminismo tiene una agenda interesada, sesgada, parcial. Que, en definitiva, nadie piensa en los hombres. Es esta una queja habitual de la nueva derecha: ¿qué va a ser de los hombres? ¿Qué nos aporta todo esto a nosotros?
Como pregunta no es mala, pero quizá la respuesta sea inesperada para quienes la plantean. Comencemos, por ejemplo, por hablar de “hombres matando hombres”. La violencia es un fenómeno indudablemente complejo, pero uno de los muchos hilos que conectan las erupciones violentas individuales en cualquier lugar del mundo es la creación de expectativas con respecto al comportamiento de los hombres. Los ejemplos más obvios los tenemos muy a mano: guerras, guerrillas, pandillas, terrorismo integrista. Pero otros se producen en contextos aparentemente normales, inofensivos. Como el deporte.
El sociólogo estadounidense Derek Kreager ha demostrado cómo la participación en deportes de contacto (fútbol, lucha) puede aumentar la probabilidad de que los hombres jóvenes se metan en peleas, sobre todo si sus amigos comparten práctica. Otras investigaciones indican que el deporte puede fomentar comportamientos positivos, pero intuimos que solo lo hace si en su práctica y aprendizaje se promueve activamente la cooperación, la igualdad y el respeto. Precisamente los que comparte el feminismo. Lo que cuenta es el conjunto de valores y actitudes que se incorporan a la dinámica entre pares, entre hombres: cuáles se premian, y cuáles no.
La paradoja para los reaccionarios es que posiblemente la respuesta a sus preguntas está donde menos quieren buscarla. Si se cuestionan para qué sirve el feminismo, qué aporta a los hombres, se les puede responder que nos aporta la posibilidad de cambiar nuestros roles de referencia, de poder escoger otras maneras de ser hombre. Unas que reconsideren la violencia y los abusos de fuerza, de manera que podamos construir entornos menos conflictivos. Hacia las mujeres, sí, pero también hacia nosotros, hacia todos. Por supuesto que los comportamientos violentos no empiezan ni acaban en las dinámicas machistas. Ni mucho menos. Pero si alguien es realmente sincero en la búsqueda de respuestas ahí podrá encontrar alguna. @jorgegalindo
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