“Una camiseta blanca y lisa es la base de todo; tengo como 60”

Pregunta. ¿Se considera un estiloso?

Respuesta. Me gusta tener una actitud disfrutona ante la vida, hacer las cosas con cierto gusto. Así que sí, supongo que soy un estiloso. El estilo está relacionado con todo lo que hacemos y cómo lo hacemos. A mí me encantan los muebles de diseño, me vuelven tan loco que ya no puedo ver una silla normal y corriente. Creo que, cuando me aburra de todo esto, acabaré diseñando muebles.

P. ¿Qué es lo que no puede faltar en su vestuario?

R. Una camiseta blanca y lisa, sin estampados. Es la base de todo, la puedo llevar con traje, vaqueros, bañador, pijama... Tengo como 60.

P. ¿Y para un evento especial?

R. Me aburre mucho el uniforme de pingüino [esmoquin] e intento ponerme algo diferente y llamativo en cada acontecimiento. Es una forma de luchar contra esos convencionalismos, aunque detesto ese look de "arreglado pero informal".

P. ¿Cómo fue dirigirse a sí mismo en Arde Madrid?

R. Fue agotador y un gran reto. Aunque ya sabía dónde me metía cuando creé la serie junto a Anna R. Costa, mi chica, que además de encargarse del guion me ayudó mucho con la dirección. Nos costó alguna que otra discusión dentro y fuera de casa. Trabajar con tu pareja no es fácil, pero el resultado ha sido maravilloso. Este año comenzaremos a grabar la segunda temporada.

P. La serie ha traspasado la pantalla.

R. Estoy muy orgulloso de la serie, pero también de lo que hemos conseguido crear fuera de ella: un universo Arde Madrid. De este proyecto ha surgido una colección de accesorios diseñados por Ana Locking, a la que admiro profundamente, y un libro, editado por La Fábrica, que combina fotografías de la época con otras de nuestro rodaje. Nos lo pasamos en grande también organizando fiestas, como las de Ava, para promocionar la serie.

P. Arde Madrid está ambientado en los años sesenta. ¿Qué recuperaría de aquella moda?

R. Podría hablar horas y horas sobre la moda de los sesenta en España. Me fascina. Mucha gente no sabe que Madrid estaba en la vanguardia de la alta costura y que no tenía nada que envidiar a ciudades como París o Milán. Ahora, aprovechando la inercia de la serie, estamos intentando dar a conocer aquellos años dorados de la alta costura en la capital, cuando gente de todo el mundo, especialmente norteamericanos, venían a los talleres de Gran Vía y Serrano a hacerse trajes a medida. Es eso, precisamente, lo que recuperaría de aquella época: la forma en la que la gente se vestía con ropa a medida. Los ricos iban a Balenciaga, y los pobres, a la modista de su barrio, pero todos mandaban sus prendas a arreglar.

P. ¿Qué va a regalar estas Navidades?

R. Me encanta regalar libros; en especial, libros de fotografía.