El espíritu de las Cícladas

EL DISEÑADOR Diederik van Rengen se enamoró de esta casa en Paros, una de las islas Cícladas, ideada por el joven arquitecto George Makris. Le pareció que hablaba a la vez del pasado y del futuro. Y decidió comprarla y actualizarla alterándola lo menos posible para potenciar esa sensación de sosiego y atemporalidad que transmitía. Lo más importante estaba ahí: la sucesión de pequeños volúmenes, el grosor de los muros —50 centímetros— y el manto de pinos, olivos, granados y palmeras que rodean la casa. También la nota de color que aportaba una vieja buganvilla plantada en el jardín. Se trataba, sencillamente, de no estropear lo que ya tenía y de potenciarlo con pocos muebles (las sillas metálicas Hee que pueden usarse en el interior y en el exterior de la vivienda) y con recursos mediterráneos: hundir el salón —para que no invada el espacio— o aprovechar los escalones y los bancos como asientos o repisas. Como las construcciones griegas tradicionales, esta permite aislarse del frío y del calor, además de limitar el efecto del sol al tiempo que se potencia la entrada de luz. En definitiva, se trata de una casa que cumple el precepto de no molestar a la naturaleza para que esta convierta la vivienda en parte del paisaje.