Una mujer
Ella vio en persona cómo un puñado de fanáticos megalómanos llevaba a la destrucción rebaños de obedientes individuos movidos por el odio y el resentimiento


Celebramos a los héroes del balompié, de la bicicleta, de la raqueta y de otras habilidades, pero quiero hoy añadir a los editores heroicos. Por ejemplo, los de la editorial Arpa. Acaban de publicar un libro excepcional y desconocido en España, las célebres Consideraciones sobre la Revolución Francesa, de Madame de Staël. Son ochocientas páginas óptimamente traducidas y prologadas por Xavier Roca-Ferrer. No es un libro para lectores perezosos, pero debieran conocerlo, al menos, las cuantiosas feministas. Es una de las más serias aportaciones jamás hecha por una mujer al pensamiento político. Una especie de Hannah Arendt del siglo XIX. Este año es su centenario y no he visto yo ni un solo artículo en la prensa nacional.
Germaine Necker fue la típica ciudadana que nace en el siglo XVIII y se empapa de Ilustración, pero muere en 1817 ya enteramente romántica. Muchos y variados son sus méritos, pero a mí me impresiona que fuera la primera en usar el término “literatura” en su acepción moderna. Ciertamente, en ello influyó que dos de sus libros juveniles fueran superventas, Delphine y Corinne en Italia, de incalculable influencia. Su otro invento portentoso fue el ensayo Sobre Alemania (1813), cuando este país aún no existía. Fue ella quien lo puso en el mapa europeo, lo que provocó a Napoleón un ataque de ira furibunda y se convirtió en su enemigo favorito. Hizo cuanto pudo para aplastarla. Sin éxito.
Son las Consideraciones, sin embargo, su obra más vivaz. Allí expone una auroral imagen de las masas como nueva y temible arma de los demagogos. Ella vio en persona cómo un puñado de fanáticos megalómanos llevaba a la destrucción rebaños de obedientes individuos movidos por el odio y el resentimiento. Es perfectamente actual.
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