¡Ya puede estar rico!: manjares que merecen una cola

Hay dos cosas que definen a los ciudadanos con pasaporte español: no saben hacer cola y les encanta comer. De lo primero dan fe los accesos a la puerta de embarque de los aeropuertos, las paradas de bus o del AVE. Son un sindiós. De lo segundo dan fe todos los domingos en casa de la madre. Pero si tuviéramos que definir cuál de estas dos aseveraciones es más poderosa deberíamos inclinarnos por la segunda.

La tesis se refuerza cuando uno observa lo ordenadas que son las kilométricas colas para comprar un Frankfurt en el célebre puesto que se encuentra en la Plaza Sant Jaume (esquina Tibidabo-Besós) de Barcelona. En lo germánico que es el orden con el que se guarda turno para lograr hacerse con una croqueta o una tajada de bacalao en la madrileña Casa Labra. O como en el Ya-Hiro, el local de ramen más de moda de la Ciudad Condal, donde la gente se alinea de forma perfectamente geométrica a la espera de que le sirvan la comida más de moda. En el único sitio donde esto se rompe es tal vez Starbucks, pero solo porque jamás escriben bien tu nombre.