A la gente famosa

Hay algo muy importante que la gente famosa (que nos dedicamos a algo en la vida) debemos hacer: pensar en nosotros todos los días; preocuparnos por si nos va bien o por si nos va mal (pero no ha de ser un pensamiento fugaz, sino una reflexión de varias horas, mínimo ocho). Si es el primer caso, entonces, experimentar una oleada de satisfacción y decirse a uno mismo: “Soy la leche. Realmente lo soy. No me extraña que la gente me envidie, sobre todo los de la profesión, al ver que lo peto cosa bárbara. Pero, claro está, que me lo merezco porque tengo talento y brillo… ¡Soy el recopetín!Conmigo rompieron el molde. Pero no es una cuestión de suerte, ¡qué va! Es porque me lo he currado un montón; que a mí no me han regalado nada. Hay mucha gente que trabaja mucho y no termina de cuajar, pero es que a la cima no llega todo el mundo…” Y cosas por el estilo.

Pero si es el segundo caso, o sea, si nos va regular tirando a mal, lo que toca es autocompadecerse: “La culpa no es mía; es de los demás. ¿Cómo no se dan cuenta de que soy increíble?, ¿de que merezco mucho más? Qué rabia me da ver a compañeros que, siendo peores, están ahí, trabajando sin parar, quitándome trabajos que perfectamente deberían ser míos, mientras que yo tengo que estar mendigando… trabajillos de chichinabo. Algo habrán hecho, seguro, si no de qué…” Y así.

Una vez terminadas las cavilaciones (en ambos supuestos), lo que tenemos que hacer es averiguar qué nos gusta en ese momento y comprárnoslo.