Soluciones para Europa
Lo más llamativo de estas elecciones en medio de una crisis es el hecho de que nadie parece ser consciente de la verdadera situación socioeconómica de Europa. Parece que no nos hemos dado cuenta de que la vida social de esta parte del mundo está montada sobre un hecho: un crecimiento económico a una velocidad tal que no tiene ningún precedente histórico. Bajo el impulso de ese crecimiento, la vida de los europeos ha alcanzado un nivel extraordinariamente satisfactorio, al menos para una muy amplia mayoría.
Pero la situación ha cambiado radicalmente. La tecnología produce paro, el crecimiento ha llegado al límite de lo posible y el capital se fuga hacia zonas del mundo que, quizá, puedan seguir creciendo. En esas condiciones, el pleno empleo en que consistía el bienestar europeo se aleja para no volver. Sería largo, pero no dificultoso, analizar la serie de causas que convergen en este resultado. Y todo el mundo (no sólo los políticos) parece empeñado en continuar por un camino que, evidentemente, ha llegado a su fin.
En estas condiciones, es preciso proceder a una reorganización completa de la sociedad. La economía (no sólo la producción, también la distribución) ha de ser reorganizada por encima de una iniciativa privada que tiene mucho de rebatiña pirática. ¿Qué hay que hacer y cómo será posible hacerlo? Esas son las preguntas que nadie ni siquiera se plantea.— Alberto Pavón Lucero. Madrid.
Trabajo en una empresa grande como muchas otras personas. Todos somos diferentes y pensamos diferente sobre un mismo tema y sin embargo somos capaces de llegar a un acuerdo para que la empresa funcione. Algo tan sencillo realizado a diario por miles de personas en el mundo parece imposible para nuestros políticos. Y encima nos amenazan con el caos y la ingobernabilidad si el Congreso se llena de grupos parlamentarios diferentes. Están tan acostumbrados a oponerse por sistema, que se olvidan que la democracia consiste en llegar a acuerdos, en entenderse y buscar puntos coincidentes en busca del bien común. ¡Lo siento señorías: pero ese juego se ha acabado! Ya pueden empezar a engrasar el cerebro y a buscar soluciones y entendimiento, a lo mejor se les había olvidado pero ese era su trabajo.— Flavia Bernar Solano.
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