LSD y negocios
El laberinto informativo sobre las cajas nos trae a la memoria la imagen de telas de arañas sometidas a un tratamiento de drogas

Como se deduce de la lluvia fina que sobre la gestión de las cajas continúa empapando la prensa, fueron muchos los cómplices que por acción u omisión, y siempre por la pasta, las condujeron a la ruina. Ahora bien, el laberinto informativo, tan confuso, nos trae a la memoria la imagen de esas telas de arañas sometidas a un tratamiento de LSD que tanto juego fotográfico dieron hace años en las revistas científicas. Ignoramos si los consejeros y demás responsables de las cajas se metían un tripi diario, pero viendo a Rato con aquella cara de ido, tocando alegremente la campanilla en la sede de la Bolsa unos días antes del desastre de Bankia, nos tememos lo peor. Eso sí, drogado o no, debió de alucinar cuando, con ese currículo, le ofrecieron trabajo en Telefónica. ¿Por qué?, se preguntaría. O quizá no, quizá él conozca la respuesta, que sin duda es de cárcel.
Y ahí estamos nosotros, intentando desenredar la tela de araña loca en la que fueron cayendo como moscas individuos de derechas y de izquierdas y de medio centro, sin mencionar a los que pasaban por ahí y que se favorecieron a lo bobo de las ingestas masivas de ácido lisérgico de nuestros próceres. ¿Qué hacían en Caja Madrid, maldita sea, los consejeros de CC OO y de UGT y del PSOE y de IU, aparte de mover el rabo y poner la mano? ¿En qué pensaban sus dirigentes? ¿Por qué el juez no ha llamado a declarar a Esperanza Aguirre, que se ufanaba de haber quitado del Consejo a un “hijo de puta” para meter a otro, como el que cambia de sitio los muebles del salón? ¿Dónde estaba el Banco de España cuando toda esa panda de chorizos firmaba a ciegas lo que se le ponía delante? Y por último, ¿se comerá Telefónica a todos los imputados de delitos tan graves o se los repartirán entre el resto de las empresas privatizadas, para que la corrupción no se concentre tanto?
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