Los sueños del cielo
Yo tenía un sueño y ese sueño era llegar tan alto como los aviones, alcanzar la velocidad más alta y surcar el cielo atravesando las nubes, tan alto y tan veloz como los sueños de las personas. Pasar por la vida haciendo tanto ruido como un avión rascando nuestras cabezas, iluminar a todos mis seres queridos con una luz intermitente pero permanente, roja y verde, verde esperanza y rojo pasión, la pasión por tener un sueño cumplido. Como una tormenta en plena noche, vista desde lejos, la tormenta se recrudece y se hace cada vez más difícil evitarla, se vira, se cambia de rumbo, se desciende, se asciende pero cada vez la turbulencia te deja menos margen de error, la pasión se convierte en miedo pero esa misma pasión con la que arrecia la naturaleza en forma de sus elementos más comunes como la lluvia y el viento nos descubre el incansable color verde del ala parpadeando sin cesar, la esperanza. Nunca desaparece, siguen centelleando con fuerza, no se apagan, no desfallecen. Darlo todo por algo implica saber salir de la tormenta. Nadie es capaz de arrancar una ilusión si vuela tan alto y tan rápida.
En tierra nadie da por perdido al avión porque está pilotado por la ilusión y el sueño de sus pilotos, la gente que tenía su sueño en vías de ser una realidad y que unos pocos se creen que se ha quedado por el camino, pero no, un avión siempre llega a su destino, un sueño basado en la ilusión e iluminado por el verde y el rojo y ambientado en el sonido poderoso de un motor, es imparable, somos más fuertes juntos. Quien no ha pensado alguna vez en como es capaz un avión de estar ahí arriba y no caerse, pues igual que los aviones las personas no nos caemos. Tenemos el viento a favor porque luchamos por el sueño de volar.
Dedicado a mi padre y a todo el mundo de la aviación.— Juan Sangüesa.
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