¡Ay Señor, llévame pronto!
Nos dice José Viñals, responsable del departamento de Mercado de Capitales del FMI, que “vivir más es bueno, pero supone un riesgo financiero importante”. Lo llaman en su estudio “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”. Y para solucionar esto proponen recortar pensiones y ligar la edad de jubilación a la esperanza de vida. Todo esto habría que hacerlo además deprisa, porque si no el problema puede ser exponencial de aquí a unos años. Sería mucho más lógico lo contrario, es decir, ajustar la esperanza de vida a la edad de jubilación. Porque si alargamos la vida laboral de las personas habrá menos espacio para que entren trabajadores jóvenes —mucho más formados y flexibles—, lo cual congelaría la tasa de reposición del mercado de trabajo. Además, ¿quién quiere hoy a una persona de más de 50 años? Qué habría que hacer para conseguir esto. Vamos a ver algunas ideas:
A partir de los 50 (edad de jubilación) el trabajador tendría un máximo de 10 años de esperanza de vida. Que quiere vivir más, no hay problema, pero corre por su cuenta.
Deterioro progresivo de la calidad de vida de las personas para que no tengan tanto apego a la misma.
Reevaluación decreciente anual de las pensiones, para que al final del periodo el jubilado tenga unos ingresos negativos.
Destrucción del sistema público de sanidad.
Abucheo en lugares públicos, y llamadas a su domicilio, increpándole por su injustificable insistencia en seguir viviendo.
En definitiva, habría que conseguir que el jubilado cuando se levanta cada mañana dijera frente al espejo: “¡Ay Señor, llévame pronto!” (José Mota, dixit).— J. Javier Morata Ruiz.
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