Miles de estudiantes salen a la calle para protestar contra el ‘bullying’: “Esto no es un juego de niños”
En la manifestación de Sevilla los jóvenes se preguntaban si podían sentirse seguros tras conocerse que el colegio de Sandra no la protegió del acoso que denunció


Alejandra, Martín, Claudia, Jainely o Irene se han preguntado estas últimas semanas si, en el caso de que sus familias, sus amigas más cercanas o algún profesor no los hubieran arropado, habrían podido acabar encontrándose en la situación de Sandra, la sevillana de 14 años que se quitó la vida el pasado 14 de octubre y que sufría un acoso escolar del que su colegio era conocedor, pero frente al que no activó los protocolos correspondientes. Para ellos, estar esta mañana en la manifestación convocada por el Sindicato de Estudiantes en la capital andaluza para denunciar el bullying era más que una obligación, la forma de visibilizar que el acoso escolar no es algo excepcional y que, sobre todo, no se debe esconder.
“Esto no es un juego y los que hemos sufrido bullying estamos hartos de escucharlo”, advierte Alejandra, de 16 años, que lleva un cartel con las fotos de otros menores de edad que se suicidaron tras soportar el hostigamiento y la persecución de otros compañeros. Miles de estudiantes, muchos de ellos acompañados por madres y padres, igualmente concienciados con este problema, han abarrotado la avenida de la Constitución por la que ha discurrido la manifestación convocada en Sevilla, y que se ha replicado en la mayoría de capitales de provincia de toda España.
Prácticamente, en todos los grupos de amigos que estaban en la marcha había un caso de acoso, pero, en la mayoría, un amigo o un familiar se había convertido en su ancla de salvación. Es la situación de una niña de 16 años, que pide no dar su nombre, y que ha venido desde Utrera. Ella sufrió acoso a los 14 años, como Sandra. “Estos días me he sentido muy identificada con ella”, cuenta. Su centro abrió el protocolo porque su madre amenazó con denunciar a la Guardia Civil el bullying de unas compañeras. “Dijeron que era cosa de niñas y al final las cambiaron de clase, pero el acoso seguía en los pasillos”, relata. Este año, como ella ha repetido, se siente más tranquila, pero el recuerdo persiste. “Me dieron ataques de ansiedad, gracias a mi mejor amiga y a un profesor que me vio llorar he podido salir adelante”, cuenta. “Nunca ha estado sola”, incide su amiga, que tampoco quiere dar su nombre.
Martín tuvo más suerte. Tiene 14 años y sufrió acoso escolar con 11. En su caso, a diferencia del de Sandra, los protocolos funcionaron. “Una amiga me dijo que lo contara. Hablé con los profesores, ellos con mis padres y el centro expulsó a mis acosadores una semana”, recuerda. “Nos parece lamentable que una niña se haya quitado la vida porque otras tres compañeras no quisieran dejarla en paz”, abunda.
El suicidio de Sandra se ha convertido en un tema de conversación recurrente entre los chavales de la edad de la joven sevillana y de los que van a Bachillerato. “Por supuesto que nos hemos preguntado si en nuestro centro estamos protegidos”, cuenta Jainely, que tiene 16 años y cursa 1º de Bachillerato. Sabe de lo que habla porque ella también sufrió acoso cuando tenía 11 años. “Gracias a mi madre y a una amiga se aplicó el protocolo, pero los profesores no supieron detectarlo”, cuenta. “Me parece muy injusto lo que se ha hecho con Sandra. Lo sabían y no se hizo nada por proteger a la persona que más sufría”, abunda.
Ana vive en el barrio de Sandra, aunque acude a otro centro escolar. “Allí se comenta todo, el caso, las pintadas en el colegio…”, señala. “Estoy aquí porque es necesario que se entienda que esto es una falta de atención del colegio y para luchar por nuestros derechos, tenemos derecho a estudiar en un entorno seguro, a sentirnos protegidos”, explica.
“Los niños no pueden ir con miedo al colegio”
“A mí me acorralaban por los pasillos y estoy aquí para que esto no vuelva a pasar más. En mi instituto sí me siento protegida, pero cuando iba a la ESO no. Es muy fuerte que en el caso de Sandra esto haya acabado así, pero no hay suficiente implicación o conocimiento”, recalca Claudia, de 17 años y que sufrió bullying con 11.

Esa es la premisa con la que Esther ha acompañado a su hija Anaís, de 12 años, a la manifestación. “Hace mucha falta que el sistema cambie, que se tomen medidas, nuestros hijos no pueden ir con miedo al colegio”. “No queremos que se vuelva a repetir”, incide Cathaysa, otra madre que ha querido llevar a sus hijos de ocho años, Carmen y Pablo, a la manifestación. “En casa hemos hablado del tema, ellos tienen claro lo que es el acoso y por qué no hay que permitirlo”, insiste. Carmen señala al cartel que ha pintado ella misma: “Si no nos reímos los dos, no es gracioso”.
“A mí me toca bastante. Mi hermana estuvo ingresada el año pasado por ansiedad”, cuenta Irene, sobre el caso de acoso de su hermana Sofía, de 15. “Estamos cansados de que esto siga ocurriendo y que no se adopten soluciones”, continúa. En el caso de su hermana, el centro optó únicamente por cambiarla de clase para que no estuviera junto a sus acosadoras. En el caso de Alejandra, tuvo que ser ella la que acabó cambiándose de centro. “Da igual el cambio de aula, el bullying siempre va a estar presente”, advierte.
Cambiar a las tres chicas que presuntamente acosaban a Sandra es lo único que su colegio, Irlandesas de Loreto, un privado concertado, hizo, pese a que la madre de la niña había pedido a la dirección que activaran el protocolo antiacoso el 3 de septiembre y que desde el final de curso, la dirección conocía determinadas conductas autolíticas de la menor. Su familia también ha estado presente en la manifestación.
Al final, en la parte donde el silencio sonaba mucho más fuerte que los gritos pidiendo justicia para Sandra que recorrían el resto de la marcha. Detrás de una pancarta reclamando “No al acoso escolar”. Con rostro serio, pero también un tanto abrumados por el apoyo de tanta gente, tal y como reconocía más con gestos que con palabras, el tío de la joven, Isaac Villar.
La familia convive ahora con la insoportable certeza de que el colegio no hizo nada por aplacar el acoso que sufría su hija. Esperan que su caso sea un antes y un después en cómo los centros abordan el bullying. Entre los miles de personas que se agolpan en la plaza frente al Palacio de San Telmo, sede de la Junta de Andalucía, se entremezclan tres compañeras del equipo de fútbol de Sandra, que llevan la camiseta de paseo del club, el Honeybal. “Para nosotras ha sido algo inesperado porque no sabíamos que sufría acoso. Lo que queremos es que se haga algo para que esto no vuelva a pasar, que se haga justicia”, dicen, muy afectadas.
La Fiscalía de Menores está investigando a las supuestas acosadoras de Sandra y la actuación del colegio, al igual que la Defensoría de la Infancia y la Inspección de Trabajo. “Damos por hecho que en nuestros centros recibiremos protección, pero el caso de Sandra demuestra que muchos colegios están más pendientes de su reputación que de cómo nos sintamos”, reflexiona la joven de Utrera.
Las personas con conductas suicidas y sus familiares pueden llamar al 024, una línea de atención del Ministerio de Sanidad. También pueden dirigirse al Teléfono de la Esperanza (717 003 717), dedicado a la prevención de este problema. En casos que afecten a menores, la Fundación Anar dispone del teléfono 900 20 20 10 y del chat de la página https://www.anar.org de Ayuda a Niños/as y Adolescentes.
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