Óptica y Optometría: una carrera que pierde alumnos, pese a su empleo seguro
Los alumnos en primero han caído un 31% en nueve años. Los profesionales alertan de la falta de reemplazo a los que se jubilan

En estos días unos 300.000 alumnos van a tener que elegir carrera y son pocos los que tienen en mente el grado de Óptica y Optometría, que se oferta en 10 facultades públicas y una privada (CEU San Pablo). Tanto es así que en el curso 2015/2026 ingresaron en esta titulación 1.087 jóvenes y en 2023/2024 un 31,3% menos (746). En la red de centros privada prácticamente han desaparecido ―de 112 a 32 matriculados en primer curso, en ese lapso de tiempo―, y en la pública han menguado un 26,7%. No hay, sin embargo, motivos para esta deserción de las aulas. El trabajo está casi asegurado, las salidas laborales son diversas (no solo las tiendas de óptica), la población cada vez se preocupa más de sus ojos y las innovaciones en este campo se suceden, lo que en principio debería resultar atractivo.
Las instituciones privadas Europea y Alfonso X, de Madrid, y Cardenal Herrera Oria, en Valencia, han sacado del catálogo este título por falta de demanda. También está en proceso de extinción en la Universidad de Alcalá. En paralelo, la Federación Española de Asociaciones del Sector Óptico (Fedao), alerta de lo que considera un desafío preocupante: “Nos estamos quedando sin ópticos-optometristas para cubrir las crecientes necesidades del mercado. Se estima que un 20% de los profesionales en activo se jubilarán en los próximos años, lo que podría afectar directamente al cuidado visual de la población si no tomamos medidas urgentes”.
En la Facultad de Óptica de la Complutense, en Madrid, matriculan del orden de 160 alumnos en primer curso cada año y se gradúan unos 130. No lo hacen en los cuatro años que dura la carrera, sino en cinco o seis. Se explica porque en los últimos años de carrera, los universitarios reciben ofertas para trabajar de auxiliares en ópticas y compatibilizar el empleo y el fin del grado no resulta fácil. “Es muy complicado, porque es una carrera que tiene mucha experimentalidad, tiene mucho laboratorio, muchas prácticas y les cuesta”, relata este decano de la UCM, José Miguel Ezquerro.
Hace poco la facultad, que está en el extrarradio de la capital, cumplió 50 años. Cuenta con una clínica que recibe pacientes de fuera, un pequeño museo de lentes y microscopios y ocupa un edificio lleno de luz que es ejemplo de arquitectura brutalista en Madrid.
La carrera tiene tres partes muy diferenciadas. Una teórica de formación básica de ciencias (matemáticas, biología, química, farmacología), otra enfocada a la óptica y una tercera a la salud visual. Es dura, requiere esfuerzo para aprobar.
En España hay alrededor de 10.000 ópticas, con una media de 1,94 profesionales por establecimiento. “Esta ratio dificulta la cobertura de vacantes y la organización de turnos, complicando la gestión de los centros ópticos”, denuncia Fedao. Como en las farmacias, en una óptica no puede quedarse solo el ayudante. El Colegio General de Ópticos Optometristas también muestra su preocupación.
Raúl Martín, coordinador del grado de Óptica en Valladolid, recuerda que cuando él estudió la carrera en Madrid a principios de los años noventa “casi el 100% de los que salíamos iba a trabajar en una óptica”. Ahora hay otros puestos esperando. “Mucha gente trabaja en clínicas de oftalmología en revisiones, en clínicas de lentes oftálmicas o de instrumentación o en hospitales”, enumera Ezquerro.
Según los datos de la Seguridad Social, a los cuatro años de terminar el grado, el 90% está afiliado y el 95% de los que trabajan por cuenta ajena tienen un contrato indefinido y el 75% a jornada completa. Entonces, su base media de cotización (sin complementos) es 27.152 euros. Una cantidad por debajo de la media de carreras: 30.976 euros. El duro horario comercial, como en las farmacias, hacen que muchos busquen otras salidas en el campo de la óptica.
“Lo que estamos buscando es abrir el campo hacia la atención primaria. Un óptico optometrista no tiene competencias para diagnosticar, pero sí para hacer una precriba de los problemas visuales o de prescripción de lentes oftálmicas o lentes de contacto, y eso eliminaría el tapón que se genera en las consultas de Oftalmología”, plantea Ezquerro.
Revisiones en Oftalmología
Martín Herránz, que hizo una estancia en el Reino Unido y preside la conferencia de decanos y coordinadores del grado de Óptica, recuerda que allí o en Países Bajos los ópticos se hacen cargo de la primera revisión y que, en el sistema español, Oftalmología es uno de los servicios a los que los médicos de cabecera derivan más casos.
La Complutense sí llena sus plazas de grado, pero no se plantea en principio ampliarlas. “Resulta muy complicado porque hay que cubrir tres patas. La primera es que tienes que generar espacios, porque necesitas laboratorios. Luego necesitas una instrumentación que es muy costosa y más profesorado, con los costes públicos que supone”, argumenta su decano. En la UCM, ahogada en deudas por la asfixia económica del Gobierno regional, resulta aún más difícil. “Además, si aumentamos plazas y saneamos el sistema de necesidades en dos o tres años, podemos a medio plazo saturar el mercado y tampoco es lo adecuado”.
En Valladolid cuentan con 30 alumnos por curso y, aunque Martín recibe todas las semanas al menos una oferta de trabajo para sus alumnos, han descartado aumentar el cupo. Tendría que ser a coste cero, por los escasos medios de la UVA, y no quieren renunciar a la docencia personalizada.
Martín Herránz cree que juega en contra de la demanda del grado de Óptica que son una profesión sanitaria y los estudios están adscritos a ciencias de la salud, pero tradicionalmente pertenecen a la facultad de Ciencias junto a Físicas, Matemáticas o Química, como en el caso de la UVA. Tampoco ayuda a ser atractivo que no hay convenios para hacer parte de la formación en hospitales o centros de salud como en el caso de Medicina o Enfermería, que viven un auténtico bum desde la pandemia.
Cuando EL PAÍS visitó la Complutense ya no quedaban alumnos aprendiendo a poner lentillas o a manejar los aparatos. Pero se mantiene abierta la clínica, a la que acude Sara, de 15 años, con su padre. Las dioptrías le crecieron rápidamente y aquí están consiguiendo corregir el problema. En Valladolid también están poniendo en marcha su propia clínica, pero las máquinas son costosísimas y el proyecto está aún en una fase incipiente.
La UCM oferta también tres másteres especializados (dos de optometría y uno de tecnologías ópticas y de la imagen) y un doctorado que cursan ópticos formados en universidades más pequeñas. Quienes cuentan con uno de estos posgrados reciben un salario mayor que con solo el grado: 33.588 euros.
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