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En la piel de un corrector de la Selectividad: “Cuando llevas 20 exámenes corregidos, dices: ‘voy a bajar el nivel”

Seis docentes que están evaluando los ejercicios de la PAU explican las dificultades que ha afrontado el alumnado con el nuevo formato de la prueba

Corrector selectividad
Ignacio Zafra

Carlos Font es uno de los miles de profesores que están corrigiendo los exámenes de Selectividad, cuyos resultados empiezan a conocerse este martes en las primeras comunidades autónomas. A título de impresión ―normalmente pasan meses hasta que se publican datos oficiales―, Font, que imparte Historia de España en un instituto público de Castellón, cree que las notas van a bajar, como casi todos los que están familiarizados con la nueva Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), inaugurada este año. “Antes, con estudiarse la mitad del temario, en que en nuestro caso abarca el siglo XIX y el XX, podían sacar un 10. Ahora, en cambio, tienen que haberse estudiado ambos, y por tanto, es más difícil”. Hay que tener en cuenta, además, prosigue, la ortografía, cuya valoración se ha homogeneizado en toda España. En materias como la suya, que requieren escribir textos relativamente largos, el alumnado puede perder hasta un punto por las faltas. “Y eso también se va a notar, porque hasta ahora no podíamos quitar nada, aunque nos encontráramos con auténticas animaladas”, dice Font.

El endurecimiento de la penalización ortográfica puede tener un efecto significativo si se generaliza lo que está pasando por las manos de Teresa Martínez, correctora en Murcia de Lengua castellana y literatura. En esta asignatura ya se descontaban puntos por las faltas, pero con criterios distintos según la comunidad autónoma que ahora se han armonizado: la penalización máxima en castellano y otras lenguas cooficiales alcanza los dos puntos, y en caso de los idiomas extranjeros es de un punto y medio. “Me da pena, porque estoy viendo exámenes buenos, a los que no tengo más remedio que quitarles los dos puntos. Y es sobre todo por tildes. De vez en cuando ves faltas graves, pero la gran mayoría son de acentuación. Por cada falta, independientemente del tipo, les quitamos 0,25”.

Estudiantes el 3 de junio antes de un examen de la PAU en Facultad de Medicina de Sevilla.

La nueva PAU ha introducido preguntas de carácter competencial, en las que los estudiantes deben aplicar sus conocimientos, no solo reproducirlos. “La parte de literatura, en Murcia, ha cambiado radicalmente. Solían ser preguntas teóricas sobre historia de la literatura, pero este año les han puesto dos fragmentos literarios y las preguntas versaban sobre ellos. Por lo que estoy viendo, la teoría no la llevan mal, pero les cuesta aplicarla a un texto concreto. Aparte de que para un examen así creo que necesitarían más tiempo”, afirma Martínez. El Ministerio de Educación planteó aumentar de 90 a 105 minutos la duración de los ejercicios para compensar el enfoque competencial, pero las universidades se opusieron con argumentos de carácter logístico, y al final se han quedado como estaban.

“Parece que al alumnado está costándole un poco acomodarse al nuevo sistema del examen”, señala Isabel Ruso, correctora de Historia y presidenta de la asociación de directores de institutos públicos de Galicia, una de las comunidades que más han avanzado en el formato competencial de la PAU. “Quizá”, añade, “no se ha trabajado lo suficiente con ellos en clase”. Los estudiantes que se han examinado este año de la PAU han trabajado, en teoría, con el nuevo enfoque de aprendizaje en primero y segundo de Bachillerato, pero no en la ESO.

Algunos docentes, como Irene Nieto, profesora en el instituto público de Guadarrama, en Madrid y correctora de la Selectividad, tienen la impresión de que los redactores de los exámenes ―que pone en cada comunidad autónoma una comisión interdepartamental dirigida normalmente por la universidad― han tratado de compensar las dificultades que afrontan este año los estudiantes. “Los exámenes de mi asignatura, Física y Química, me han parecido más asequibles que otros años. Para que el salto no fuera tan grande, creo que han intentado bajar el nivel de las preguntas más complejas”.

Ataques de ansiedad

Lo que no ha cambiado, afirma José Manuel Jiménez, coordinador del ejercicio de Filosofía en Jaén y director de instituto, es el estrés con el que parte de los chavales llegan a la Selectividad. “En la época del COU, a Medicina se entraba con un 8 sobre 10, y ya era una de las carreras que más nota pedían. El curso pasado, en cambio, se necesitaba más de un 13 sobre 14. La presión para los estudiantes que aspiran a entrar a la rama sanitaria, a ciertas ingenierías o a dobles grados como el de Matemáticas y Física, es muy alta también durante el Bachillerato, cuya media representa el 60% de la calificación de la fase obligatoria de la PAU (a la que sigue otra voluntaria, que es la que eleva de 10 a 14 la nota máxima que se puede alcanzar). “Muchos de estos estudiantes sufren durante el curso ataques de ansiedad. Y si les das un nueve y medio en un examen, se ponen a hiperventilar, porque no pueden sacar un nueve en una asignatura. Es una locura”. Las notas de corte, señala el docente, suben porque a pesar de haber aumentado la demanda, las plazas apenas lo han hecho en la universidad pública. Y en paralelo, agrega Jiménez, el número de universidades privadas no deja de crecer.

La mayor parte de los correctores de la Selectividad son profesores de secundaria, aunque también hay algunos de universidad. El trabajo es voluntario. Y la retribución ronda los 600 euros por vigilar y corregir en torno a un centenar de ejercicios, con pequeñas variaciones según los territorios. Ninguno, de la media docena de entrevistados para este artículo, dice hacerlo por dinero, sino por razones diversas. Entre ellas, según Carlos Font, mejorar como profesor de Bachillerato, o “ayudar a los alumnos”, como dice Carlos Javier Montejano, profesor de Lengua en Albacete.

El profesor Carlos Javier Montejano, este lunes en su instituto de Albacete.

Cómo ser justos

Una de las principales dificultades a la hora de corregir cualquier examen es ser justo con el alumnado, afirma Montejano. Y el problema es mayor cuando se trata de una prueba “de la que depende, en cierto modo, su futuro”. Para tratar de serlo, el profesor castellanomanchego, como otros docentes, ha desarrollado una técnica. “Cuando vas a corregir, como yo este año, 90 exámenes, al principio el nivel lo pones tú. Y si les pides que te hablen, por ejemplo, de la obra poética de Federico García Lorca, lo que pone el alumno siempre se te va a quedar corto, porque partes de tus conocimientos como profesor. Pero cuando llevas 20 exámenes corregidos, ya has visto el nivel de los alumnos, y dices: ‘Tengo que equilibrar esto’. Y bajas un poco, digamos, el nivel de exigencia. El problema es que si desde el principio has puesto las notas en limpio, ¿qué pasa con ese alumnado que has corregido al principio?”. Para evitar ser más duro con unos que con otros, Montejano va apuntando las notas “en una especie de documento de Excel hecho a mano”. Y una vez que ha acabado de corregir, vuelve a empezar, revisando uno a uno los ejercicios con la perspectiva que le ha dado ver a García Lorca a través de los ojos de los alumnos. “Hacerlo así lleva más tiempo”, dice el profesor, “pero esto no es una carrera y tienes que tomártelo en serio”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.
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