La falsa dicotomía entre papel y pantalla
Vivimos ya en un entorno híbrido. Usamos el papel y la pantalla y de lo que se trata es de optimizar las ventajas de procesamiento que cada uno aporta


Cuando la humanidad pudo desarrollar la escritura se produjo un cambio profundo en la mente humana. Hasta entonces, la posibilidad de almacenar conocimiento estaba limitada a la capacidad del cerebro humano más dotado, y la transmisión oral era la única vía de compartirlo y traspasarlo a otras generaciones. Durante un tiempo la gente solo sabía leer en voz alta. Leer en voz baja implicaba una capacidad de interiorización que se desarrolló con el tiempo. La mente humana se ha ido moldeando con cada uno de los avances técnicos. La imprenta supuso además una revolución social. La lectura lineal ha moldeado nuestras habilidades cognitivas, nuestra forma de aprehender el mundo y generar conocimiento. Internet permite ahora no solo almacenar y compartir grandes cantidades de información y conocimiento, sino interactuar a través de las pantallas. Permite engarzar cerebros en tiempo real. Y eso va a incidir en la forma en que las neuronas trabajan. El cerebro es de una plasticidad extraordinaria. Al comienzo de los juegos de consola el profesor Álvaro Pasqual Leone, profesor de la Universidad de Harvard, observó que los chicos que jugaban tenían mucho más desarrollada el área del cerebro que controla el movimiento de los dedos.
Como ha mostrado la neuróloga norteamericana Maryanne Wolf, directora del Centro de Lectura e Investigación del Lenguaje de la Universidad de California, la capacidad de hacer una lectura concentrada no es innata sino desarrollada y está relacionada “con algunos de nuestros más importantes procesos intelectuales y afectivos: el conocimiento internalizado, el razonamiento analógico y la inferencia; la toma de perspectiva y la empatía; el análisis crítico y la generación de conocimiento”. ¿Cómo afectarán las tecnologías digitales a esta capacidad? Más de cien académicos europeos participaron durante cuatro años en el proyecto de la Unión Europea E-READ (Evolución de la Lectura en la Era de la Digitalización, según sus siglas en inglés) que pretendía responder a esta cuestión. Partían de la base de que el soporte no es neutral y querían averiguar si la lectura en pantalla podía afectar al proceso de cognición, comprensión y retención. Los diferentes paneles mostraron que la lectura en papel facilita la concentración y también la adherencia cognitiva a largo plazo. La pantalla en cambio, favorece la lectura de barrido, más fragmentaria y superficial, y está sometida a múltiples estímulos simultáneos que afectan a la concentración. Pero su versatilidad ofrece también ventajas extraordinarias que reducen el esfuerzo y el tiempo de aprehensión.
Enfrentar papel y pantallas es plantear una falsa dicotomía. Vivimos ya en un entorno híbrido. Usamos el papel y la pantalla y de lo que se trata es de optimizar las ventajas de procesamiento que cada uno aporta. Para reforzar los mecanismos de lectura profunda en el aula, el libro puede ser más idóneo. Pero también hay que trabajar las habilidades específicas que exigen las tecnologías digitales y dotar a los alumnos de herramientas cognitivas que les permitan contrarrestar los efectos adversos asociados a la multitarea, la convergencia de medios y la sobreabundancia informativa. Entre los cambios observados por Miha Kovac y Adriaan van der Weel en el panel de expertos de E-READ figura precisamente que los lectores de texto en pantalla se sienten más seguros de lo que leen y creen entender más de lo que realmente entienden, lo que “aumenta nuestra susceptibilidad a las noticias falsas y hace que los sesgos y los prejuicios se amplifiquen por el exceso de confianza en nuestras habilidades de lectura digital”.
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