Correr ya no es de cobardes: así es la millonaria industria del ‘running’
Cada vez más personas en todo el mundo se calzan sus zapatillas para practicar este deporte. Su auge impulsa los ingresos de marcas deportivas, empresas de tecnología, centros de fisioterapia o agencias de viajes, entre otros sectores

El acto de correr, tan simple y austero como las zancadas descalzas sobre la arena de la playa en Carros de Fuego, tan individual e introspectivo, la vía de escape perfecta para un joven atrapado en un reformatorio en La soledad del corredor de fondo, se ha transformado con los años en un complejo negocio que cada día crea nuevas necesidades. Acudir a los maratones más célebres (con Londres y Nueva York a la cabeza), equiparse con avanzados relojes GPS, auriculares inalámbricos y zapatillas de última generación, o pasar a menudo por las manos de un fisioterapeuta para descargar unos músculos al límite, se ha vuelto algo normal para millones de corredores, empujando a las marcas y empresas que habitan este universo a tirar de imaginación para sacar el máximo partido a esa gallina de los huevos de oro, y animando a otras firmas, hasta ahora ajenas al mundillo, a buscar su parte del pastel.
El mito del atleta solitario también languidece: las redes sociales echan humo con fotografías de grupos que se reúnen varias veces a la semana y luego comentan la jugada ante un café o una cerveza. Son el refugio de expatriados sin amigos en la ciudad a la que llegan, de quien se mueve de una provincia a otra, o simplemente, de aquellos en busca de gente con intereses comunes. De ahí salen amistades, matrimonios y hasta hijos. También mucho gasto: en cuotas para los entrenadores que dirigen esos grupos, en viajes juntos para competir, y en esos bares y cafeterías donde reunirse tras el entreno.
No existen estadísticas fiables sobre cuántas personas corren el mundo —hay quien sitúa la cifra en más de 600 millones—, ni de cuánto gastan. Pero hay termómetros que sirven para constatar su buena salud más allá de percepciones personales como que los parques están a rebosar de corredores. En sus últimos resultados trimestrales, Adidas señala que su división de running fue la que más creció, un 25%, y pese al incremento de los dorsales disponibles, inscribirse en algunos de los grandes maratones llega a ser más complicado que conseguir una entrada para un concierto de Taylor Swift. El de Londres recibió este año 840.318 solicitudes, muy por encima de las 578.304 del año anterior, y batió el récord mundial de llegados a meta en esta distancia: 56.640 participantes lo consiguieron. Eso quiere decir que casi 800.000 aspirantes se quedaron sin patear la capital británica.
Ante tal avalancha, la organización realiza un sorteo donde los locales tienen preferencia. También su inscripción es más barata. Ronda los 90 euros, frente a los 260 que pagan los corredores internacionales. Otros abonan mucho más: se reservan un buen número de plazas para quienes entreguen o recauden dinero para causas benéficas, con un mínimo de alrededor de 2.000 euros.
Londres es solo el ejemplo más extremo de algo generalizado. El bum de las carreras sigue, y ha hecho envejecer mal las predicciones de quienes anunciaban que el sector vivía una burbuja y la fiebre del running sería un fenómeno pasajero. Sin embargo, esta bonanza tiene sus matices. Mientras los llamados Majors (Londres, Boston, Chicago, Nueva York, Berlín, Tokio y Sidney, el último en ganarse esa condición), tienen amplias listas de espera, otras pruebas con menos recursos incluso coquetean con su desaparición.

“Lo que me fastidia es que es un crecimiento desigual. Mientras hay carreras de barrio y de pueblo míticas de toda la vida a las que les cuesta sobrevivir, otras crecen desmesuradamente. En ciertos maratones como Londres y Nueva York importa más el dinero que tengas que el esfuerzo que hayas hecho en prepararlo, porque el postureo de haberlo corrido pesa más”, apunta Miguel del Pozo, corredor popular de 43 años que copa habitualmente los podios de muchas de estas pruebas en Madrid.
Como le ocurrió a muchos, la pandemia supuso para él un punto de inflexión. Una encuesta de la revista Runner’s World entre casi 2.000 corredores en 2023 desveló que un 31% de los consultados había empezado a correr justo después de los confinamientos o había aumentado el kilometraje desde entonces. Como si hubiese más ganas de estar al aire libre.
Del Pozo lo llevó a otro nivel: cuando el virus permitió volver a las calles, se propuso el reto de correr todos los días, sin fallar uno, y encadena ya más de cinco años cumpliéndolo. Supera los 5.000 kilómetros anuales corriendo, por lo que usa como mínimo cinco zapatillas de entrenamiento, pues las cambia cada 1.000 kilómetros para que los pies no se dañen. Aparte están las zapatillas de competición, cuyo precio se ha disparado hasta rondar los 250 euros por par al incorporar placa de carbono, una tecnología que ha mejorado las marcas por su mayor efecto rebote. Según sus cálculos, esta afición le cuesta más de 2.000 euros al año.
“Sobre gastos me he unido un poco a la corriente. Antes corría con cualquier pantalón, cualquier camiseta y cualquier zapatilla, y ahora sí me gasto más dinero. No me duele gastarme 100 euros en zapatillas, pero no me tomaría cinco copas por 20 euros cada una. Ni siquiera una”, afirma Del Pozo, que compagina su afición con su trabajo de mozo de almacén en Bosch, ser la vaquilla en el ‘Grand Prix’ de Televisión Española y el Delfín Ramiro en el Estudiantes.
La estimación de Miguel Del Pozo está muy cerca de la de un estudio efectuado en EE UU en 2022 con más de 5.500 corredores, que cifró en 1.748 dólares el gasto medio anual. Los extras pueden estirarse casi hasta el infinito: mallas largas y cortas, calcetines antirozaduras, manguitos, geles de hidratos de carbono, gafas de sol, guantes, GPS, masajes, inscripciones, viajes... La cara positiva para las finanzas personales es que, en paralelo, suele disminuir o desaparecer el gasto en bebidas alcohólicas y otras formas de ocio menos saludables.
Las carreras, más caras
La alta demanda ha permitido a las carreras más deseadas subir los precios. En España, el Maratón de Valencia, con 35.000 participantes, el 66% de ellos extranjeros, es la principal prueba atlética gracias a un circuito llano y una meteorología favorable que permite grandes marcas. Con un presupuesto de 6,8 millones, y un impacto económico de 40 millones en gasto turístico en la ciudad y su área metropolitana, su éxito no se ha visto perjudicado por unos precios al alza: si en 2015 se pagaba entre 40 y 90 euros por una inscripción, según fueran al principio o de última hora, una década después ese rango oscila entre los 80 y los 200 euros, en torno al doble.
Juan Manuel Botella, director de la carrera desde 2015, defiende ese incremento. “Podríamos hacer un maratón más barato si no se disputara en un entorno espectacular y con unas calidades top de feria, atención al corredor o de eventos paralelos, pero la gente no vendría. Un maratón equiparable a Londres o Nueva York no cae del cielo, y el corredor viajero sabe que los dorsales en esas dos pruebas son tres o cuatro veces más caros que los de Valencia, porque un maratón es una ciudad, y la experiencia de correr por la Quinta Avenida no es equiparable a correr por La Alameda de Valencia, por mucho cariño que le tenga”, compara.
La inyección de dinero del presidente de Mercadona, Juan Roig, a partir de 2012, canalizada a través de la Fundación Trinidad Alfonso, dotó a Correcaminos, el club organizador, de los medios para ese salto de calidad. Desde 2024 la carrera es rentable solo con patrocinadores e inscripciones, si bien el Ayuntamiento de Valencia cede las calles, la policía local y agentes de control de tráfico. La demanda es tal que para 2026 cambiarán el sistema de compra de dorsales, y los interesados deberán apuntarse a un sorteo, salvo que hayan participado en la edición anterior.
Grandes grupos empresariales están buscando hacerse un hueco en el mercado. Recientemente Atresmedia anunció la compra de un 75% del capital de Last Lap por 17,25 millones de euros. Entre otras citas deportivas, Last Lap organiza la San Silvestre Vallecana, el Movistar Media Maratón de Madrid o el Circuito de Carreras Ponle Freno. Por su parte, Zara, propiedad de Inditex, ha lanzado una colección dirigida a corredores, y en noviembre del año pasado organizó por primera vez una carrera de 10 kilómetros en la capital española, bautizada como Zara Athleticz Speed Run.
El bum de los grupos
Detrás de la preparación de miles de corredores en competiciones de este tipo hay en muchos casos un entrenador. Por el madrileño parque del Retiro no es raro encontrarse con uno de ellos, Víctor García, atleta olímpico y medallista europeo de 3.000 obstáculos. Ya retirado, desde hace 13 años dirige VG Running junto a su esposa Rocío. El club cuenta ya con más de 500 corredores, para los que elabora planes de entrenamiento a razón de 42 euros al mes.
Empresas como Iberpay, Securitas, Repsol o Naturgy han contratado en algún momento sus servicios para poner en forma a sus empleados. “Se habló mucho de que el running iba a ser un deporte burbuja, pero la realidad es que con el paso del tiempo va a más”, apunta García. Parte de sus corredores reciben los planes online por vivir fuera de Madrid, pero él dirige en su día a día varios grupos de corredores presencialmente, por lo que es testigo de su auge. “Mejoras más rápido, y es una actividad donde uno se ríe, suelta sus penas, y al acabar se toma unas cervezas o unas coca-colas con la gente”.
Otro exatleta profesional, el extremeño Pablo Villalobos, a cargo también de cientos de corredores en diversos grupos de Madrid, cree que entrenar es una buena salida para fondistas que terminan sus carreras y pueden aprovechar su marca personal para liderar estas comunidades. “La parte social del deporte es un plus, y eso se nota en el éxito de este formato, aunque en ciudades como Madrid el mercado empieza a estar saturado”, sostiene.
Aun así, estima que el running, ahora en máximos, tiene margen de crecimiento. Con ciertos obstáculos si se amplía el foco, como que los grandes eventos pueden estar cerca de llegar a sus límites de participantes, o que la generación más numerosa de la pirámide poblacional, ahora entre los 45 y 60 años, empiece a bajar sus niveles de práctica. “Otro aspecto a tener en cuenta es el climático. Fenómenos extremos como el calor en verano, o las lluvias torrenciales, dificultan la práctica de actividad física en exterior y serán un factor a tener en cuenta para un largo plazo en el que a lo mejor se empiezan a seleccionar más actividades indoor [en el interior]”.
Esos riesgos no parecen estar haciendo mella de momento. La ascensión de clubes como el madrileño Tigers Running Club, que ha pasado de 500 corredores en 2021 a 1.400 en 2024, la mayoría en la franja de entre 30 y 60 años, es otra cifra más que habla de un crecimiento todavía saludable para los grupos.
El fenómeno se ha reflejado en el informe anual de tendencias de la aplicación deportiva Strava. Entre sus cifras figura que el 58% de los encuestados afirmó haber hecho nuevos amigos en grupos deportivos, mientras que casi uno de cada cinco jóvenes de la Generación Z tuvo una cita con alguien que conoció haciendo ejercicio. “El club de running es el nuevo club nocturno”, concluye el estudio.
Eso se traduce en un flujo creciente de dinero hacia esta actividad, aunque para García, correr es un deporte que se adapta a todos los bolsillos. “Hay mucha oferta de zapatillas económicas. Puedes elegir gastar muy poco o tener 10 pares y el mejor reloj de más de 1.000 euros. Es un deporte barato, no como el triatlón, el ciclismo o el tenis, que requieren de grandes desembolsos. Si luego uno quiere correr el maratón de Sídney, puede hacerlo, pero también hay maratones a precios asequibles”.
“Influencers”
La paradoja del apogeo del running es la precariedad económica de muchos atletas profesionales en activo. Marc Roig, director deportivo de Kiprun, la marca de running de Decathlon, cree que si quieren recoger réditos de todo ese negocio que mueve el correr, no pueden aislarse de las redes sociales. “La brecha entre influencer y atleta de élite se está difuminando. El atleta de élite entiende que necesita generar contenido si quiere ser relevante”.
La corredora y triatleta popular Ivette Arranz, madrileña de 35 años, sabe mucho de eso, de generar contenido. Su actual marido, también deportista aficionado, le pidió matrimonio en la meta de la San Silvestre Vallecana, y cuenta con 83.000 seguidores en Instagram, donde es habitual verla compartir vídeos de entrenos y productos. Ha colaborado con marcas como Oysho, Nike, Adidas o Reebook, entre otras muchas. “En España hay influencers que viven del running, pero muy pocos, tienes que moverte mucho y dedicarte a viajar y hacer lo que te propongan. Personalmente, prefiero hacer cosas esporádicamente”, cuenta. En su entorno, percibe un aumento del interés hacia el ejercicio físico. “Creo que ahora hay una obsesión con el deporte, con moverse y hacer algo a nivel cardiovascular. Correr puede salirte muy caro si vas a lo pro, o más económico si solo quieres disfrutar de ello".
El nombre que más ha resonado en ese campo últimamente es probablemente el de Sergio Turull, alias Pitufollow, patrocinado por Adidas y Vitaminwell. Su reto de recorrer 50 provincias españolas en 50 días corriendo 50 kilómetros en cada una de ellas para recaudar fondos para la Fundación Juegaterapia ha sido un acontecimiento este verano, con miles de corredores acompañándole en su periplo. Ya supera los 600.000 seguidores en Instagram.
Correr, en definitiva, compite por nuestro tiempo con tomar unas cañas o ver una serie de Netflix, con la ventaja de que encaja como un guante en un contexto social de cambio de hábitos hacia actividades más saludables que la comodidad del sillón o la ingesta periódica de alcohol. Puede ser sinónimo de competición, obsesión, o entretenimiento. Incluso de terapia, tanto si se hace de forma individual envuelto en pensamientos propios, como si lo es en un entorno más social, charlando entre zancadas. Es un dinero que a muchos les duele menos gastar, una inversión en uno mismo. Y el negocio no tiene visos de parar.
El exclusivo placer de cruzar la meta en Nueva York
714 españoles corrieron el maratón de Nueva York en 2024. Y alrededor de 20.000 lo han hecho en alguna de sus ediciones. Viajar para correr se ha convertido en uno de los retos preferidos de los atletas populares, que combinan así su afición con el descubrimiento de una nueva ciudad. La agencia de viajes española Marathinez vio un nicho en ello, y prepara paquetes para los grandes maratones que oscilan entre los 800 euros de Berlín y los 6.500 de diez días en Tokio para correr su maratón. Entre otras cosas incluyen dorsal garantizado, vuelos, alojamiento, seguros y traslados a la línea de salida. Todo con el objetivo de crear una experiencia en la que el corredor se despreocupe porque todo está ya organizado. "La demanda varía en función del maratón. Hay algunos como Boston, donde el acceso cada año es más complejo, que hace que la demanda se dispare, y hay maratones como Nueva York, Berlín o Chicago donde la demanda se mantiene cada año, porque el número de participantes permitidos es mayor, y las opciones de inscripción son más variadas", explica Lidia Hita, su general manager. Cuando empezaron, hace más de 20 años, todo era muy distinto. "Solo existíamos dos tour operadores especializados en nuestro país, el número de gente interesada en el running era muy reducido, no existía el reto de los World Marathon Majors, y pruebas como Nueva York o Londres, con más de 50.000 participantes actualmente, buscaban aumentar la participación de corredores internacionales", recuerda. Hoy día, estos maratones se han vuelto gigantes que ya no necesitan promoción alguna para recibir participantes de todos los rincones del planeta. Son la opción evidente, pero hay quien prefiere salir de la masificación y de los altos precios (un dorsal para Nueva York ronda los 300 euros) para enrolarse en carreras más exóticas y económicas, siempre y cuando la situación lo permita. "A la hora de viajar, se está notando la inestabilidad mundial y todos los conflictos geopolíticos, pero siempre se pueden encontrar opciones, porque el running está tan extendido que prácticamente puedes encontrar una prueba de maratón, medio maratón o ultras, en cualquier parte del mundo", afirman desde Marathinez. Firmas como Home of Champions, una iniciativa en la que participa el español Marc Roig, ofrecen estancias para entrenar en Kenia 12 días por 725 euros, con descuentos para grupos.
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