Del cuaderno al asombro: otro comienzo de curso
Docentes y expertos del mundo educativo señalan la importancia de trabajar las emociones y la creatividad dentro y fuera del aula


El comienzo de curso no solo trae mochilas nuevas y cuadernos en blanco: también despierta incertidumbre, nervios y miedos ante la expectativa de todo lo que está por venir. Y frente a ese vértigo, la educación empieza a mirar más allá de las materias tradicionales, permitiendo trabajar las emociones y la creatividad en al aula. Porque —y en esto coinciden docentes y expertos— si hay algo que de verdad ayuda a los alumnos a entrar en clase con confianza es crear los espacios necesarios para que puedan trabajar las emociones y la creatividad, aprender a expresarse con asertividad y atreverse a imaginar sin miedo a equivocarse.
La Fundación Botín lleva más de 20 años demostrando que trabajar con las emociones cambia la manera de aprender: la atmósfera mejora, los niños se sienten más seguros y conectados con sus profesores y compañeros, y disfrutan más en el aula. La Lomloe incluye la educación emocional y el fomento de la creatividad a través de amplios enfoques curriculares; en los centros educativos, dinámicas sencillas han servido para transformar la convivencia y devolver la ilusión por aprender; y fuera de la escuela, hay quien recuerda que el asombro también se cultiva en casa: mirar las estrellas unos minutos o jugar con las sombras antes de dormir puede despertar más curiosidad que una tarde entera de deberes, nos cuenta Luis Martín, CEO y cofundador de Academia de Inventores. Porque aprender no es solo estudiar; también es maravillarse, crear y compartir.
¿Por qué importa trabajar las emociones?
“Al trabajar todo esto, el estudiante descubre otras maneras de ver las cosas, lo que a nivel personal le produce una sensación de bienestar emocional. La posibilidad de integrar sus emociones, de expresar lo que siente y poder compartirlo, le ayuda a conectar más con sus compañeros, y eso revierte en el clima de convivencia”, explica Adriana Yépez, directora del área de Educación de Fundación Botín. Algo que confirman desde centros como el colegio El Porvenir, en Madrid: “Cuando el alumno se siente atendido emocionalmente, su predisposición y motivación hacia todo lo que le presenta el maestro, hacia el aprendizaje, es mayor. Los alumnos se sienten seguros y no tienen miedo a equivocarse, algo que es muy normal cuando aprendemos, y eso favorece su interés por todo lo nuevo”, afirma Gema Martín Hierro, su directora.
Se trata, en definitiva, de promover una educación integral que vaya más allá de la simple acumulación de conocimientos, y que incluya otros componentes claves en el desarrollo como las relaciones con los demás, la parte afectiva, la parte física y, por supuesto, la creatividad. “Buscamos que ellos puedan aprender a identificar, regular y expresar sus emociones, crecer en la empatía hacia el otro y aumentar su autoestima”, añade Yépez. Al cultivar todos esos aspectos de forma transversal se consigue, además, potenciar la propia experiencia educativa y fortalecer el vínculo entre alumno y profesor. Hoy, la Fundación Botín está presente en más de 900 centros educativos en 10 comunidades autónomas de España y en Latinoamérica, en los que implementa iniciativas como la de Educación Responsable, ciclos de conferencias (La educación que queremos) y, más recientemente, el Programa de Experto EESC para la Transformación Educativa, en colaboración con la Universidad Francisco de Vitoria.
A lo largo de estos años, muchos docentes encontraron en programas como este la oportunidad de no solo mejorar la experiencia de aprendizaje, sino también de acceder a una formación y unos recursos que hasta entonces no tenían a su alcance. Así sucedió, por ejemplo, en el CEIP Rufino Blanco, de Madrid: “Cuando conocimos el programa de Educación Responsable, fuimos con Adriana, nuestra profesora de pedagogía terapéutica, que atiende a niños con necesidades especiales, y vimos que se nos ofrecía una formación para el profesorado con aval científico y serio”, cuenta por videoconferencia Milagros Martínez, su directora.
En los 11 años en los que el centro lleva participando, el programa ha jugado un papel clave a la hora de evitar los problemas de convivencia, si bien continúan esforzándose por mejorar “un gran problema en la parte emocional” y en involucrar en mayor medida a las familias: “Que estas dediquen también tiempo para hablar de las emociones con los niños, porque en el momento que tú les das un entorno seguro, es increíble todo lo que nos pueden enseñar. Y así podemos acompañarles en la medida en que ellos verdaderamente necesitan, y no como nosotros creemos que necesitan”, argumenta Martínez.
Recursos para todas las disciplinas
“Recuerdo una clase de 5º de Primaria en la que había varios alumnos que solían hacer comentarios negativos cuando intervenían algunos de sus compañeros, así que comenzamos a hacer una dinámica llamada El Buzón Emocional”, rememora Martín Hierro. “A lo largo de la semana, los alumnos iban dejando mensajes anónimos relacionados con cómo se habían sentido en clase, cuáles eran sus preocupaciones... y que luego leíamos en voz alta los viernes, y debatíamos sobre ellos. Varios chicos expresaron lo mal que se sentían con los comentarios de sus compañeros y todo comenzó a cambiar. El ambiente mejoró enormemente”.
Los recursos que la fundación pone a disposición de los profesores permiten trabajar el componente emocional desde múltiples áreas que van desde la lectura, el canto (a través del Coro de las Emociones), un banco de recursos audiovisuales, el arte contemporáneo (con Reflejarte) e incluso los videojuegos. “En estos recursos siempre buscamos que los alumnos acaben creando algo juntos, para trabajar todas esas emociones y fomentar un buen clima en clase”, indica Yépez. Así lo hicieron recientemente con una instalación del artista Damián Ortega en la que este había desmontado un coche gigante en partes. “Así que les pedimos a los niños que trajeran piezas de juguetes que para ellos habían sido significativos, y que compartieran sus experiencias. Y luego iban a ver la obra del artista y les preguntábamos cómo se sentían y qué creían que quería transmitir el artista”, añade.
Algunos recursos, como el Coro de las Emociones, han demostrado su validez incluso en un entorno tan diferente como el de un centro penitenciario: el de Villarrica, en Chile. Allí se llevó a cabo una experiencia piloto que ayudó a los presos a liberar emociones que tenían completamente bloqueadas, y que les hacían sentirse vulnerables. “Espacios donde, además, sentían que podían tocar la libertad y salir de su encierro”, cuenta Yépez.
Trabajar la creatividad en casa
La escuela enseña muchas cosas, pero la curiosidad y la creatividad también se pueden entrenar en casa... y casi sin darnos cuenta. Luis Martín, fundador de la Academia de Inventores, insiste para ello en que no hacen falta fichas ni deberes extra: lo que de verdad despierta el aprendizaje son las vivencias, especialmente si se comparten con los padres. Un cálculo improvisado del consumo eléctrico encendiendo y apagando electrodomésticos, una olla tapada que muestra cómo el vapor se condensa en gotas, o una tarde en el supermercado pesando frutas y calculando el precio por kilos son algunas de las escenas cotidianas que, vistas con otros ojos, se convierten en pequeñas aventuras de conocimiento.
Un juego compartido en el que lo importante no es obtener un resultado perfecto, sino el disfrutar del proceso y dejar que los niños sean protagonistas de su propio aprendizaje. “Por ejemplo, en un taller vimos cómo una niña intentaba encender un LED con una pila. Ella lo conectó mal tres veces mientras su padre, nervioso, intentaba corregirla. Pero al final ella sola encontró la forma y gritó: ”¡Lo he conseguido!“. Ese momento valió más que cualquier explicación”. En casa, indica, es igual: “Si tu hijo quiere montar un Lego a su manera déjale, aunque no siga las instrucciones. Cocinar una pizza puede convertirse en una clase magistral de geometría; y una tarde en el parque, en un experimento de física natural. Si quiere dibujar un dragón de cinco alas, no le corrijas”, puntualiza.
“Protagonismo significa tener derecho a equivocarse y a descubrir el camino por sí mismos”, explica Martín. Y cuando los niños sienten que sus ideas importan, la motivación se dispara. Incluso los nervios del inicio de curso se diluyen si, en lugar de centrarse en la presión de los exámenes, encuentran un refugio en fabricar una catapulta con pinzas o en inventar música con vasos de agua a medio rellenar.
El asombro, dice Martín, es el combustible de la infancia. Y no necesita horas: basta un minuto. Apagar la luz antes de dormir y jugar con sombras, mirar las estrellas en silencio o sorprenderse con un experimento sencillo pueden dejar una huella más duradera que una tarde de tareas académicas. “El mejor invento no es el robot que funciona ni el circuito que se enciende. Es la relación que se crea cuando aprendemos a mirar el mundo juntos con ojos de exploradores”, resume. Trabajar la creatividad en casa no es añadir tareas a la agenda familiar, sino redescubrir lo cotidiano como el mejor terreno para aprender, emocionarse y compartir".
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