El grito de las aulas

Una pizca o menos de maquillaje en el rostro, un pañuelo al cuello, camisetas, pantalones casi siempre, bella, inevitablemente bella, aunque pareciera hacer cualquier cosa por tratar de evitarlo. A Camila Vallejo, esa estudiante de Geografía que ha cambiado completamente la topografía del debate político y social chileno, no le interesa seducir, sino convencer. Pero hace las dos cosas con un éxito que la ha sorprendido incluso a ella misma.

Hija de actor de roles segundarios en culebrones. A los 24 años, Camila Vallejo tiene que bailar a escondidas en el piso de una amiga para no ser asediada en los lugares públicos donde suele ir la gente de su edad. A escondidas también besa a un novio también secreto. Alegre y divertida cuando no hay cámaras ni periodistas, cuando estas aparecen se concentra en un discurso lo más serio y riguroso posible. Una frialdad, una seriedad que -al revés- aumenta aún más las fantasías de miles de hombres y mujeres de todo el mundo.

Absortos los medios en comprender la formula extraña de su belleza, Camila pudo darse el lujo de declararse comunista por la televisión en un país donde serlo fue considerado por muchos años un crimen. Así, la belleza, la desigualdad más desigual de todas, ha devuelto a la justicia y la igualdad en el centro del debate nacional.

Rafael Gumucio es escritor.