Esther Ferrer, cuestión de tiempo
El museo Artium dedica una exposición a la trayectoria de la artista, premio Nacional en 2008
Hace muchos años que a Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) le dio por hacer una pregunta a todo aquel que se encontraba: ¿Qué es para ti el infinito? La artista, pionera en España de la performance, cuenta que la mayor parte de los encuestados respondían que situaban el infinito en un lugar cercano a la infancia y los sueños. El tiempo, la repetición y, ese infinito que tanto le sigue obsesionando, son los temas sobre los que gravita Esther Ferrer. En cuatro movimientos, suerte de antológica que el Museo Vasco de Arte Contemporáneo (Artium) de Vitoria ha organizado sobre una de las artistas españolas más internacionales y que, sin embargo, es menos reconocida en los museos españoles. El Premio Nacional de Artes Plásticas que recibió en 2008 la transformó, según resume ella con sentido del humor, "de invisible en opaca" para los museos nacionales. En cuatro movimientos viajará el próximo año a los centros que han coproducido la muestra junto a AC/E: Es Baluard, en Palma de Mallorca, y el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) de Santiago de Compostela.
"Pasé de invisible a opaca para los centros nacionales", dice la creadora
La performance es una acción que el artista realiza en directo buscando una reacción del público con la espontaneidad como único elemento. Esta forma de expresión tiene en Esther Ferrer una protagonista insuperable. El viernes por la tarde, a modo de aperitivo de la exposición, durante media hora interpretó Hablar por andar o andar por hablar. Vestida con tonos granate (fueron sonoras sus piezas desnuda), caminó (con ritmo a veces acelerado) por la planta principal de Artium. Entraba en el ascensor y bajaba por las escaleras. Siempre hablando, en diferentes idiomas y mirando al público con cara de preguntarles algo.
La exposición que ha comisariado Rosa Olivares es tan anticonvencional como la obra de Esther Ferrer. No es una antológica ni una retrospectiva al uso. No está toda su obra, pero sí todos sus temas. La exposición completa es una performance. Para Olivares, los cuatro elementos sobre los que se sustenta la obra de la artista confluyen en uno solo: el tiempo. "El tiempo sucede infinitamente", resume, "repitiéndose con su presencia de forma infinita, sucediendo y definiendo un lugar, la memoria, la historia, el olvido, el conocimiento, la vida. Memoria y olvido construyen la historia: el lugar y la repetición definen una presencia, un cuerpo que cambia con el tiempo y una presencia que es nuestra vida".
Con El tiempo, precisamente, arranca la exposición. Aquí están sus series de fotografías más conocidas: Autorretrato en el tiempo y Autorretrato en el espacio, junto con la instalación El hilo del tiempo y partituras y documentación de algunas de sus performances, como Al ritmo del tiempo (1 y 2), Dar tiempo al tiempo, La primera media hora y El tiempo de la 'performance'.
Ante las fotografías en blanco y negro que Ferrer empezó a tomarse en 1981 y, junto a las últimas de 2009, su rostro dividido en dos mitades es un espejo perfecto del paso del tiempo. "Cambia todo tanto, que al principio me las hacía una fotógrafa amiga en París, especializada en fotos de documentos de identidad. Pero se jubiló y me tuve que buscar otro al que mirar fijamente mientras me retrataba. El gris difuminado predomina al comienzo de la serie. Se avanza hacia el negro rotundo y al final reaparece el gris suave. "Es igual que en la vida. Ahí está el tiempo plasmado", explica Ferrer.
Enlazado con el tiempo está El infinito, algo que la artista no puede definir: "Creo que no hay respuesta y me desesperar morir sin haber comprendido nada.Creo que Heráclito tenía razón y que el cosmos ha sido siempre y será infinito, pero ¿qué pasa con nosotros?". Sus dudas y fascinación por el asunto ocupan la parte más visual de la exposición, con las series dedicadas a los números primos, los que solo se pueden dividir por uno o por sí mismos y el número Pi (3,141616......) con sus infinitos decimales.
La repetición ocupa el tercer apartado de la muestra. Y para Ferrer la idea de la repetición es la del cuadrado. Durante su pieza Recorrer un cuadrado, de un minuto de duración, ella pasea con un objeto en la cabeza (un tiesto, un muñeco, un falo...). "Es una acción que aunque la quieras hacer exacta una y otra vez, con mucha disciplina, nunca es exactamente igual", explica. Ocurre lo mismo con el espacio dedicado a La presencia, donde se reconstruye la pieza En el marco del arte, que Ferrer expuso en la Bienal de Venecia en 1999. El espectador juega a entrar y salir del marco como si este fuera una puerta. Es el marco que enmarca el arte que no enmarca nada. ¿Qué es arte? ¿Lo que hay delante o lo que hay detrás del marco? Y, sobre todo, ¿qué es arte? ¿Nada? "El arte se manifiesta de muchas maneras. Una grieta casual puede tener una belleza irresistible. No hay que cerrar ninguna posibilidad ni santificar nada".
De hecho, Esther Ferrer no da ningún tema por cerrado ni aparca nada en el olvido. Antes de volver a París, le da vueltas a una de las performances que ha protagonizado varias veces en el Museo Pompidou. Allí, la artista lanzaba monedas de un franco francés a los espectadores. Medio minuto de frente y otro medio de espaldas. "La obra se hubiera cerrado cuando, años después, el público me lanzara aquellas mismas monedas. Pero vino el euro y la pieza quedó inacabada", lamenta. Lo resolverá. Es cuestión de tiempo.


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