Me acosté con un terrorista

"Queremos que protagonices esta película. Vas a flipar con el guión. Es una historia de amor y venganza, políticamente comprometida y con un mensaje emocionante. Tú eres su intérprete idónea". Algo así le dice en Product un productor persuasivo y optimista a una actriz famosa ya no tan joven, que parece atribulada, insegura y con el alma en otra parte. Julio Manrique, su director, ha convertido este monólogo de Mark Ravenhill en una partida a tres bandas, para que se multipliquen las carambolas cómicas: tan divertidas como la lectura que él va haciendo de ese disparatado guión sobre una anglosajona enamorada de un terrorista de Al Qaeda son las mudas reacciones de la estrella en horas bajas, cada vez más confusa y atónita ante las dimensiones que el despropósito va tomando. Para hacer la lectura más teatral, Manrique introduce otro personaje: un secretario de producción que mientras pincha la banda sonora posible de la película se pone en la piel de alguno de sus protagonistas de ambos sexos.

Es un divertimento bien traído donde se parodian los tópicos del cine

Escrito con ingenio y conocimiento de causa, Product es un divertimento bien traído donde se parodian los tópicos del cine hollywoodiense de acción y se reduce al absurdo el proverbial maniqueísmo con el que la opinión pública tiende a abordar temas políticamente complejos. La puesta en escena de Manrique mantiene el espíritu austero del monólogo original, enriquecido por el juego de sus tres intérpretes: aunque en toda la comedia articule apenas media docena de palabras, Sandra Monclús tiene tanto papel y presencia como David Selvas, que no para de hablar. El monólogo del productor hay que seguirlo también a través del rostro de la actriz, cuyo pensamiento es un atractivo enigma: adivinamos que atraviesa una mala racha, que el guión la está dejando sin palabras y que no sabe como salir de esta.

Norbert Martínez, el ayudante, también escucha, pero desde otro sitio: es el clown de la función, protagonista de pequeños desastres sucesivos en su papel de actor improvisado y de técnico factotum. Llenas de detalles, la escenografía de Lluc Castells y la iluminación de Jaume Ventura, que le saca partido al pequeño escenario de la sala de la Princesa. Una hora de entretenimiento minucioso y bien hecho.