Doña suburbana

Tengo un problema con mis vecinos. Solo los conozco desnudos. En los adosados solo te ves de año en año, en la piscina comunitaria, en bolas. Luego te encuentras por ahí vestido de persona y ni te conoces. La vida suburbana deshumaniza mucho. En octubre nos metemos en la osera y para cuando salimos en junio los críos han crecido 10 centímetros y los mayores cinco kilos. Aquí estamos otra vez: nosotras más secas, ellos más calvos y todos más viejos. Pero nos decimos que por nosotros no pasa el tiempo, y tan contentos.
Una cosa es lo que se dice y otra lo que se piensa, que una tiene memoria histórica. La del chalé de al lado se ha puesto glúteos. El pecho ya se lo hizo el año pasado. Se cree que yendo por partes no da el cante, alma cándida. Hablar no nos hablamos, su perro le hizo un feo al mío hace dos años y esa se la guardo, pero aquí todas nos llevamos el inventario. Mírala pavonearse con su triquini de flecos. Que es de Cavalli, pregona. Ahí lleva razón, si lo sabré yo. Me lo quitó ayer en la oferta de venteprivee.com.
La oferta empezaba a las cinco de la mañana y nos sonó a la vez el despertador, estos tabiques son de papel. Quedaban dos unidades a 200 pavos la pieza, una gangaza. Pero se ve que la lista tenía el iPad en espera porque mientras puse el ordenador ella lo trincó y yo no. Para eso sí que es rápida y silenciosa, para otras cosas no. Menudas serenatas nos da. Se ve que con tanta turgencia le ha subido la libido. Así tiene al marido. Siempre fue un tirillas pero ahora está en las últimas.
Oírnos nos oímos todo. Comer, obrar y lo otro. Luego los ves al sol tan finos y no puedes evitar imaginártelos en harina. Sí, no estoy enferma, es un pasatiempo como otro cualquiera. Otros resuelven sudokus y nadie los cuestiona. Ya ves tú, cuadrar números así porque sí, qué apasionante. Yo también pienso en numeritos, pero sin olvidar el factor humano, que decía Graham Greene.
El que sale poco es el obstetra de la esquina. Ahí donde le ves con ese Meyba de amebas, es una eminencia. Quien más quien menos ha parido con él entre las piernas. Ese sí que nos tiene vistas hasta el fondo. Al principio te hace gracia el señor que trajo al mundo a tu rorro. Pero en cuanto pasas la cuarentena te da corte alternar con el tipo que te hizo la episiotomía. Por no hablar de los maridos. Lo ven como al intruso que ha estado ahí dentro. Así está, condenado al ostracismo. Ha puesto una tina hinchable en su parcela para bañarse con los suyos. Con lo educados que son, que no dan un ruido, que hasta los críos les llaman los Flanders. Los demás somos los Simpson.
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