Dos vencedores

Hubo efecto Miribilla, pues el comportamiento del público bilbaíno fue otra vez ejemplar. Apareció Jackson más que en los partidos anteriores, Mumbrú tuvo sus buenos minutos posteando, Vasileaidis pareció que iba a dinamitar el partido y todo el BBB se aplicó con el mejor ánimo para mantener vivo el duelo hasta los últimos compases a base de fajarse defensivamente aun a costa de muchas faltas personales. Pero no fue suficiente. Como ocurrió en los otros encuentros, y salvo el claro dominio azulgrana en los tres primeros cuartos del inaugural, el debate pareció más igualado de lo que en realidad era. Porque, en cuestiones vitales, el Barça supo marcar siempre las diferencias. Tanto en lo que se refiere al poder de las individualidades, a partir de jugadores únicos y decisivos tipo Navarro, Lorbek y en esta serie Sada, y también en los asuntos colectivos, dominados por un grupo que emana aroma de maquinaria engrasada, curtida en muchos lances de la máxima exigencia. Entre una cosa y otra, se determina un equipo campeón. Lo es este Barça, dominador, salvo excepciones, del panorama baloncestístico español en los últimos años.
Sin cuajar un encuentro especialmente destacable, el Barça supo en cada momento dónde estaba y qué necesitaba. Aguantó el lógico tirón inicial del BBB, urgido por la necesidad. Durante el segundo cuarto equilibró la contienda y en el tercero dio un par de arreones que obligaron a un enorme esfuerzo físico y psicológico al equipo local buscando, como ocurrió, que le pasara factura en el último. Sabedores de que, si alcanzaban el terreno de la definición con el marcador igualado, su experiencia, el tesoro de Navarro o Lorbek, y los estragos que causaría en sus rivales la posibilidad de verse eliminados, les colocaba en una posición de ventaja, a los azulgrana les bastó con capear los impulsos cada vez menos racionales y más raciales de los de Katsikaris. Y así fue, hasta el punto de que los últimos minutos fueron más un rosario de imprecisiones que un muestrario de aciertos. El partido, la final y la Liga quedaron finiquitados sin grandes emociones, con todo el mundo asumiendo una realidad que hoy ningún efecto puede siquiera disimular. La de la superioridad del Barça.
Lo novedoso es que a la incuestionable victoria del Barça (8-0 en los partidos de los playoffs) se puede sumar con toda justicia otro triunfo: el de los perdedores. Bilbao ha vivido una aventura apasionante, capaz de movilizar una ciudad futbolera y sembrar unas semillas de identificación que hay que desear que florezcan en los tiempos venideros. Analizada la película, no hay otra conclusión que la de que los hombres de negro han llegado hasta donde podían llegar. Para ellos y para el resto de los equipos de la ACB, este Barça es inaccesible. Por tanto, enhorabuena a ambos.
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