Avatares y riesgos imposibles

Cuando una novela se lee intentando una y otra vez redimirla por sus buenas intenciones, por sus razones políticas o por la ambición de sus objetivos es que la novela no va, y esta novela no va. Está netamente por debajo del nivel de calidad de Belén Gopegui, demostrada en otras narraciones, aunque en los últimos años ha preferido una voz demasiado hipotecada por convicciones ideológicas o posiciones fuertes de tipo político que no han ayudado a sus libros a levantarse por encima del pasado de la propia Gopegui, al menos hasta Lo real. Incluso Deseo de ser punk pudo ser una buena novela juvenil si se leía explícitamente como novela juvenil. Esta vez los riesgos que asume y que no resuelve son realmente imposibles. Meter la nariz del novelista en el espacio privado e incluso doméstico del poder y tratar de recrear la intimidad, las convicciones y la vida del primer nivel de la política es un propósito suicida. En este caso, además, todo está pensado para que entendamos que la protagonista es un avatar de la exvicepresidenta Fernández de la Vega pero además un avatar heroico y culpable, con una dimisión forzada por el presidente Zapatero, por supuesto sin ser nombrado, porque la vicepresidenta no está dispuesta a asumir la derrota del proceso de conversión de las cajas de ahorros en bancos. La inverosimilitud de los diálogos es sólo la punta más visible de una novela sin aliento y sin fe en la literatura misma. Su propósito es denunciar la claudicación pusilánime y desideologizada del socialismo de Zapatero, pero el mal se remonta al referéndum de la OTAN o a los GAL y alcanza hasta declaraciones recentísimas de Felipe González, incluida la vinculación con todo aquello de un personaje que haría las veces de Pérez Rubalcaba, también por supuesto con otro nombre: "Somos culpables. ¡La de cosas que hemos hecho y callado! Y las que no hemos hecho. Completamente culpables. Aunque mañana tomásemos la palabra en el Congreso en una especie de auto de fe, en un autowikileaks donde lo contásemos todo, seguiríamos siendo culpables". El brillo, la imaginación, la sutileza o incluso el mero impulso de narrar con la trama paralela a la del poder están ausentes de la novela, excepto quizá en su mejor imagen, muy rara en el tono mate general. Al presidente se le retrata sin demasiada acritud, pero con imaginación visual en un momento de tensión como una "especie de grulla cubista y asimétrica". Yo no veo más.
Acceso no autorizado
Belén Gopegui
Mondadori. Barcelona, 2011
319 páginas. 19,90 euros
Libro electrónico: 5,99 euros
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