De Guantánamo a un ataque suicida en Irak

Abdalá Sali al Ajmi es el ejemplo que se utiliza cada vez que se habla de los peligros de liberar a los presos de Guantánamo; el joven kuwaití que tras salir del penal empotró un camión lleno de explosivos en una base militar de las afueras de Mosul, en Irak. Mató a 13 soldados iraquíes e hirió a otras 42 personas el 23 de marzo de 2008. Él también perdió la vida.
Había sido excarcelado dos años y medio antes de Guantánamo, donde lo calificaron como de "riesgo medio" en una ficha militar secreta del 19 de octubre de 2004. Sospechaban que había luchado en el frente con los talibanes, como mero soldado de base, pero no tenían más pruebas en su contra que el Casio negro F91W que llevaba en la muñeca cuando lo capturaron, "típico" de los muyahidin según los analistas norteamericanos. Dictaminaron también que era poco interesante la información que podía aportar porque no sabía gran cosa. Fue trasladado a Kuwait el 2 de noviembre de 2005.
Ya no se sabrá qué le llevo a morir matando en Mosul, si era un muyahidin mucho más peligroso de lo que consideraron los analistas de inteligencia estadounidenses o si haber pasado casi cuatro años detenido por EE UU en condiciones muy severas radicalizó su postura. Su abogado, Thomas Wilner, está convencido de esto último; de que todo se debió a su paso por Guantánamo, según declaró al diario The Washington Post meses después de su muerte. El letrado explica cómo él mismo pudo observar el proceso de conversión de Abdalá de buen chico a un hombre agresivo que odiaba a los estadounidenses por el trato injusto que estaba recibiendo. Las primeras cartas que le envió iban encabezadas por un "querido Tom". La última decía así: "Al vil, depravado Thomas, descendiente de monos y cerdos podridos".

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