El contagio finlandés
El ascenso de un partido de ultraderecha augura lo peor para la construcción europea
Europa solía sestear cuando Finlandia votaba: en tiempo soviético porque la URSS era la propietaria de la política exterior de Helsinki; y más modernamente porque los finlandeses votaban coaliciones a cuál más inocua. Pero eso se ha acabado, y las elecciones en un país de cinco millones de habitantes ayudaron a castigar ayer la Bolsa española y a elevar nuestra prima de riesgo -sobreprecio para financiar la deuda-. Son gajes de la globalización y de la atrancada construcción europea.
El partido de los Auténticos Finlandeses pasaba de 5 a 39 diputados -sobre 200-, con lo que tuteaba a conservadores y socialdemócratas, con 44 y 40, respectivamente. Pero ese partido es más furibundamente antieuropeo que todos sus pares en la UE, y su programa no solo abomina de la inmigración -que en Finlandia es minúscula-, sino que se opone al rescate financiero de Portugal. Dado que el Parlamento ha de aprobar cualquier aportación a una operación semejante, no es que vaya a ser difícil formar Gobierno, sino que ese Gobierno, con o sin los Auténticos Finlandeses, va a ser rehén del partido. Y aunque ahora se habla de renegociar en lugar de vetar el rescate, habría que ver cuánto le puede convenir esa renegociación a Lisboa, y aún menos a su Parlamento, que hizo caer el Gabinete socialista como rechazo a unas medidas de austeridad que pretendían hacer innecesaria la operación. Y es el parentesco relativo de la economía española con la de esos países lo que hace temer en medios europeos que el SOS económico deba ampliarse a nuestro país, explotando como una granada de fragmentación en el crédito internacional de España. Pero el ascenso de fineses tan suyos, como que su líder Timo Soini es católico en un país 98% luterano, subraya algo peor. La inmigración aterra a una Europa envejecida y una encuesta daba ayer al Frente Nacional de Marine Le Pen el primer lugar en las presidenciales francesas -23%- sobre la socialista Martine Aubry y la derecha del presidente Nicolás Sarkozy, ambos con un 21%.
Francia entorpece la entrada de refugiados de las revueltas en África del Norte y conforta a un partido xenófobo; Irlanda duda de si hizo bien ingresando en la UE; Grecia paga hoy las trampas en sus cuentas a lo Gran Capitán; y Portugal y España, el error de no impulsar reformas a tiempo. El caso de Finlandia es, por ello, mucho más que un aviso.
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