Un estadio distinto

Si todo va como debería, el sábado Arcade Fire llenará el Palacio de Deportes. Y, crucemos los dedos, cabe la posibilidad, de que sea una de esas noches difíciles de olvidar. Porque en su última visita a España, en septiembre, para un único concierto en Santiago de Compostela, la banda canadiense demostró estar en un momento de gracia. Este es uno de esos pocos casos en los que un grupo llega a la plenitud creativa y al éxito masivo al tiempo. Con el añadido de que todo en ellos es ejemplar. Salieron hace alrededor de seis años de la fructífera escena de Montreal y han crecido cocinando a fuego lento una fórmula que mejoraba según sumaba elementos.

El estadounidense Win Butler, y su mujer, Regine Chassagne, han reunido a siete músicos en el que cada uno sabe cuál es su sitio y lo aprovecha al máximo. Y con 30 años, aún jóvenes pero experimentados, han publicado tres álbumes con al menos 15 canciones magníficas, media docena de hits indiscutibles y un himno, Wake up, que es a ellos lo que Sunday bloody Sunday fue para U2 o Born to run para Springsteen. Hoy son la esperanza de un tipo de rock, el de estadio, que dábamos por perdido. Arcade Fire ni tira de clichés populistas ni de pirotecnias falleras. O eso esperamos.