Formalidad con el clima
El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) integra a miles de científicos y representantes de cerca de 200 obiernos en una estructura bastante informal, lo que le da independencia, agilidad y fuerza en sus argumentos; pero esa informalidad es también fuente de debilidades. El IPCC ha sido esencial en la percepción pública del cambio climático, pero ciertas ligerezas de algunos de sus miembros han generado también tormentas y perturbaciones en su credibilidad. Seguramente llevados por su convicción en la sublime importancia de su tarea, algunos de los científicos del panel han relajado el rigor y la precisión en su trabajo científico, dando la impresión de que todo les estaba permitido, incluso prácticas poco compatibles con la honradez científica. Eso dio lugar a la marejada de noviembre de 2009, momento en el que los escépticos del cambio climático aprovecharon para intentar desacreditar las conclusiones del IPCC.
Sin embargo, las conclusiones son sólidas y el descuido de unos pocos científicos no ha podido debilitarlas. Pero sí ha puesto de manifiesto que donde se echa en falta la solidez no es en la certidumbre de que el cambio climático es inevitable si no cambiamos un modo de vida que emite ingentes cantidades de CO2 a la atmósfera, sino en la estructura del Panel y sus hábitos de rigor y transparencia. Un comité independiente, el Consejo Interacademias (IAC), ha realizado un análisis de lo ocurrido por encargo del secretario general de la ONU y ha concluido en la necesidad de cambios en la cúpula del IPCC, más profesional y rigurosa, así como en las prácticas de tratamiento de datos, la comunicación con el público, la independencia de sus miembros y a transparencia de sus métodos.
Pero toda organización, por más informal que sea, se resiste a los cambios, así que tendrán que ser los representantes de los 194 Gobiernos presentes en el Panel quienes tendrán que decidir sobre las recomendaciones del IAC. Y, en atención a mantener el prestigio de una organización que fue merecedora del Premio Nobel de la Paz en 2007, y asegurar la confianza del público, lo
que implica procedimientos intachables, más vale que las sigan.
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