Justicia para Garzón

A mi abuelo, médico republicano, lo fusilaron en Galicia en noviembre de 1936. Un jurado militar lo condenó a muerte. La justicia, en ese momento, estaba amordazada. La pena profunda y la frustración por ver perdida una causa justa, marcaron la vida de mi abuela y de sus hijos, y fue transmitida a los nietos. Hablo de dolor y de justicia, no de venganza.

Las leyes, como los hombres, son complejas. Tanto, que las más de las veces necesitan de intérpretes, para que prevalezca su sentido, su fin último: que se haga justicia. Lo demás, la letra pequeña, las interpretaciones malévolas... son solo la expresión mezquina de un modo de pensar de quien no ha comprendido el espíritu de la ley y por tanto nunca tendría que ser árbitro en decisiones tan trascendentes como la actuación del juez Baltasar Garzón respecto a las víctimas del franquismo. Por eso hoy, desde todos los rincones del mundo, nos preguntamos angustiados: ¿a quién acudir, esta vez, para que por fin haya justicia?