Los fabulosos de Filadelfia

Hace cuarenta años la casa CBS -hoy Sony- publicaba un disco cuyo título haría fortuna: The Fabulous Philadelphians -un libro de Herbert Kupfberger saldría casi a la vez publicado por W. H. Allen en Londres-. Sonaba a equipo de baloncesto ese nombre que, sin embargo, se refería, naturalmente, a una orquesta, a la Orquesta de Filadelfia, que ese año emprendía su primera gira europea. Fundados en 1912, los "fabulosos" desembarcaban en Europa regidos por la batuta de Eugene Ormandy, un emigrante húngaro de verdadero nombre Jenö Blau, nacido en Budapest en 1899 y que en 1938 había sido nombrado director titular en sustitución del gran Leopold Stokowski, quien la había dirigido desde 1912, como su tercer responsable artístico tras Fritz Scheel y Carl Pohlig. Siempre se ha dicho que el sonido de la Orquesta de Filadelfia era único. Uno de los críticos más influyentes de los últimos cien años, Harold C. Schonberg escribía por las fechas de aquella gira en The New York Times que "el virtuosismo de la Orquesta de Filadelfia la coloca no ya como la mejor orquesta del mundo sino como la mejor de todos los tiempos". Siempre se ha ponderado a Stokowski como director más capaz que Ormandy, y creo que es verdad, pero tampoco es justo seguir con aquella broma del siempre cruel Celibidache cuando se refería al gran error de la orquesta que había transferido el poder de un maestro genial a otro dotado de escasas luces. El sonido inconfundible, casi perfecto de los fabulosos de Filadelfia, era en buena medida obra de un Ormandy que estuvo a su frente hasta 1980 y que aseguró una buena sucesión en un Riccardo Muti que hizo maravillas durante sus 12 años de titularidad. Luego llegarían maestros diferentes con los que la orquesta mantuvo relaciones muy distintas: quiso de veras al práctico, honesto y buen kapellmeister Wolfgang Sawalisch y aborreció al mandón y entonces ascendente Christoph Eschenbah. Tras la renuncia de este llegó para hacer la transición el bueno de Charles Dutoit, un maestro de segundo orden que aseguraba respeto mutuo, pero con fecha de caducidad. Ahora se hace público el nombramiento de Yannick Nézet-Séguin como nuevo director titular de la Orquesta de Filadelfia. Un canadiense de 35 años, director en Rotterdam y primer invitado en Londres, una de las grandes esperanzas de futuro junto a Vladimir Jurowski, Gustavo Dudamel, Robin Ticciati y hasta, si se me permite, el español Pablo González, que también tenemos derecho y talento para eso. Una elección arriesgada pero acorde con los tiempos. Los maestros indiscutibles, los magos del sonido, los ídolos de los aficionados pasaron a mejor vida. Gilbert en Nueva York, Honeck en Pittsburg, ahora Nézet-Séguin en Filadelfia son la apuesta por un futuro difícil que han de reconducir como puedan en época de vacas flacas. Chicago con Mutti escogió una vía bien distinta, pero que no puede ni debe cerrarse por el bien de la causa: la de la estrella mediática.