Guiris en Madrid por amor
Tres músicos extranjeros viven en la capital por razones sentimentales

Georgina León se acaba de abrir una lata de medio litro de cerveza Mahou. Son las ocho de la tarde y desde la ventana de su casa se aprecia cómo la oscuridad ya ha cubierto la plaza de las Vistillas. A lo lejos se divisa una monumental e iluminadísima catedral de la Almudena. Georgina vive con su chico, un fotógrafo gallego todo amabilidad, en un piso pequeño (unos 52 metros cuadrados), pero bien aprovechado justo enfrente de Las Vistillas. Pagan un alquiler de 750 euros. Se sienta, con la cerveza en la mano, en el sillón de su minisalón, apenas ocupado por una televisión. "Teníamos el videojuego Rock Band, con la batería y todo. Pero se comía todo el salón y se lo ha llevado un amigo", comenta, dicharachera. A Georgina, venezolana de 28 años, ahora le va bien. Acaba de editar un disco (Ensayo y error) con una compañía multinacional y su canción, Con sólo una mirada, suena con regularidad en Los 40 Principales. Practica un pop incisivo unas veces y tierno otras. Es música agradable. Pero hubo un tiempo, cuando llegó a Madrid hace seis años, en el que tuvo que buscarse la vida actuando en esos garitos con horarios amplios y público con más apego a las copas que a la música. "Tocar a las tres de la madrugada y para un público borracho no es el mejor plan", comenta recordando aquella época.
A Georgina León le va bien. Su canción suena en Los 40 Principales
Aaron Thomas trabajó como camarero en un local irlandés
Georgina está en Madrid por amor. Formaba parte de un dúo, Tisuby y Georgina, con cierta fama en su Venezuela natal. Vinieron a probar fortuna a España, ella se enamoró de un madrileño, también músico (Crespo, guitarrista de los Despistaos), y se fue con él a vivir a Campamento. "Hacía vida de barrio total. Iba al súper de la zona, al bar de la esquina... Recuerdo que cuando tocaba en El Rincón del Arte Nuevo, que está por el centro, y salía tarde, cogía el búho, el número 31 o el 65". Al año la pareja se casó. Vinieron a la ceremonia, desde Venezuela, su padre, su madre y su hermano. ¿Dónde se alojaron? En su piso de Campamento. El idilio amoroso duró cuatro años. Fue cuando Georgina descubrió el centro: "Yo creía que Madrid era Campamento. Pero me fui a Tirso de Molina, a un piso compartido, y allí hallé otro mundo". Esta venezolana inquieta dice que permanecerá en la capital "hasta que el destino se lo diga", pero que su propósito es vivir dos años en un país anglosajón. "Me encanta el barrio donde vivo ahora, La Latina. Me junto con diseñadores, músicos, pintores... Todos vivimos al día, sin muchos planes de futuro", relata.
Al músico australiano Aaron Thomas, de 32 años, también le empujaron a Madrid asuntos relacionados con el amor. "Llegué en 2004 siguiendo a mi novia, que baila flamenco. Ella también es australiana. Si quieres dedicarte a bailar flamenco tienes que venir a España", comenta este músico sensible y exquisito que acaba de editar su segundo disco, Made of wood. Su primera caña fue en el bar El Matador, de la calle de la Cruz; su primer concierto en El Juglar. "No tenía ni idea de español. Me pasé mucho tiempo hablando como un subnormal, con las manos. Al año ya me pude defender", añade. Aaron comenzó a compatibilizar sus actuaciones en pequeños bares con el trabajo de camarero en locales irlandeses. De esa etapa surge la canción Black umbrella: "Trata de mi etapa de camarero. Hablo de gente que bebe demasiado y pierde el control". Aaron vuelve a su país sobre todo en Navidad. En uno de estos viajes se casó con su chica (la bailaora) y recientemente tuvieron una niña. Se llama Amaia, como una amiga vasca. "Mi música está influida por el flamenco, sobre todo en la forma de cantar, con más emoción y libertad", apunta. Ahora, la familia Thomas vive en Chueca. ¿Hasta cuándo? "Ni idea. Pero creo que será un buen año. Mientras tenga actuaciones estaré aquí".
El extensísimo currículo del violinista libanés Ara Malikian, de 41 años, deja sin aire si uno se propone recitarlo evitando las pausas. Nueva York, Londres, París... Ara ha interpretado música con las mejores orquestas. Una tarde actúa en el Teatro Real y luego se marcha a la pequeña sala Clamores. Lleva 11 años residiendo en Madrid. "Vivía en Londres y coincidieron dos circunstancias: que mi piso se quemó y que lo había dejado con mi pareja. Necesitaba un cambio de aires y elegí Madrid", cuenta. Esta vez fue el amor, en su versión desamor, el que trajo a este excepcional músico a la capital. "No me costó integrarme", explica Ara, "porque aprendí a ser extranjero en Alemania o Inglaterra. Soy muy urbano. Me gusta que haya gente en la calle, ver mucha vida. Por eso me siento bien en Madrid". Su primer piso fue uno de 50 metros cuadrados en Lavapiés. Ahora reside en Malasaña, que "parece un pueblo".
¿Dónde se puede ver actuar a estos tres músicos? En los garitos de la ciudad. Los reconocerán: tienen talento, hablan con el acento de sus países y están enamorados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
