"Llego tarde para ser Cleopatra"
Ian McKellen recibe el Premio Donostia por toda su carrera - "¿Yo, una estrella? Me es una idea ajena", dice el actor británico

William Shakespeare respiraría aliviado si viera que su legado ha quedado en manos de intérpretes como su compatriota Ian McKellen, que anoche recibió el Premio Donostia de la mano de otro actor apasionado del bardo británico y del oficio de transmisor de historias, Josep Maria Pou. Al menos, McKellen (Burnley, 1939) serviría para encarnar cualquier personaje, como se estilaba en el teatro inglés del siglo XVI: "Me gustaría hacer algún papel de mujer. Alguna vez ya lo he hecho, pero siempre en comedias. Llego tarde para interpretar a Cleopatra; por edad encarnaría a su abuela... O podría rodar alguna película en la que me casara con Meryl Streep y ella fuera mi marido".
En su encuentro con la prensa horas antes de recibir el Premio Donostia, McKellen habló del activismo gay, de su infancia en un pequeño pueblo del norte de Inglaterra, de cocina y de su gran pasión: el amor por su oficio. "Lo único que he hecho bien en mi vida ha sido interpretar lo mejor posible". Delgado, fibroso, con clase, y vestido con una americana negra y una camiseta de promoción de la candidatura de San Sebastián como capital cultural europea ("¿No es del festival? Como estaba en su bolsa... Pues miren, ya que la llevo les apoyo absolutamente"), este heredero de Laurence Olivier desgranó las diferentes clases de intérpretes que existen. "Simplificando, hay dos. Uno, muy confiado en sí mismo. Claro, que quién querría que cambiaran Humphrey Bogart, Cary Grant o Hugh Grant. Otros somos no más modestos pero sí más tímidos, y actuamos para escondernos. Ahí me incluyo".
"Algunos intérpretes actuamos para escondernos. Ahí me incluyo"
En Wigan, el pequeño pueblo en el que se crió, había siete cines y tres teatros profesionales. "Coleccionaba libros de teoría de la interpretación, de cómo se hacían las películas... La única cámara era la de mi tío, que no grababa más que tres minutos, y el teatro era el paso natural". Pensó en ser chef o periodista hasta que en la Universidad de Cambridge recibió una buena crítica en un periódico nacional. "Ése fue el momento en que supe que me ganaría la vida así".
A sus espaldas quedan trabajos como Dioses y monstruos, Verano de corrupción, Ricardo III, Bent y X-men, o ese flechazo con Hollywood con las sagas que fue El Señor de los Anillos ("Gandalf es maravilloso; me gusta estar asociado a un personaje tan positivo que es un clásico de la literatura y del cine"). También, décadas de teatro que le han llevado a que en Reino Unido sea considerado el sucesor de Olivier como intérprete shakespeariano... "Los actores están muy abajo en la escala de contribución a una película. Y en el teatro es más importante el dramaturgo. ¿Yo, una estrella? Me es una idea muy ajena". En realidad, McKellen cree que todos somos actores -"ya lo decía Shakespeare"-, que la interpretación está en el alma del ser humano. "Nos vestimos de diferente manera según lo que vayamos a hacer. Un perro es siempre un perro en cualquier situación. Entre los animales, sólo los seres humanos nos disfrazamos".
Más serio, habló de su activismo en pro de los derechos de los homosexuales. "Crecí pensando que era el único que se sentía atraído por el mismo sexo. El cine me descubrió imágenes negativas de la homosexualidad, que en realidad reflejaban lo que pensaba la sociedad. Hollywood no está para ser un motor de cambio social, pero al menos sí ha variado su concepción. He trabajado en algunos valiosos intentos, como Dioses y monstruos, y me pareció muy importante el triunfo en los Oscar de Mi nombre es Harvey Milk. Yo quiero vivir en un mundo donde la gente sea honesta, y eso incluye poder hablar y disfrutar de tu sexualidad. En el colegio me acosaban porque a los seres humanos nos pone nerviosos la gente rara. Y yo allí lo era. Aunque sabía que en el teatro británico había gente desviada, rara, ¡y gracias a Dios era cierto!".

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